Lobo.
Apresuró el paso y sacó de detrás de un árbol su mochila, abrió con desespero y vio que llevaba con él suficiente soga y un cuchillo filoso, sonrió con malicia.
Al principio solo siguió a la mujer de capa roja por el bosque con la esperanza de que cargara con ella algo de valor, lo que intuyó por lo fina que se veía su capa, pero al descubrir a una hermosa joven de ojos hermosos y menudo cuerpo, tan inocente y dulce, sus más bajos instintos se despertaron.
Se relamía los labios pensando en cómo la tendría presa en una habitación solo para él por tiempo indefinido, sin interrupciones, alejados de todos en el bosque dónde nadie los pudiera oír.
«Oh, dulce, Olena, vas a ser devorada completa por este lobo hambriento», pensó cuando vio a lo lejos la casa de la abuela de Olena.
Conocía bien la zona, hacía cinco años él había sido el guardabosques, pero el caso de un robo que salió mal y en que él estuvo involucrado, fue resuelto por la policía gracias a las declaraciones de un leñador, por eso estaba allí, planeaba cobrar venganza después de haber pasado preso cinco años, pero sus deseos de venganza serían pospuestos para que él pudiera satisfacer otro tipo de deseos.
Miró hacia atrás comprobando que estaba solo, tocó a la puerta y esperó con paciencia.
—¿Quién? —gritó la anciana desde adentro.
—Soy Harvey, el amigo de Olena, me pidió que me adelantara —dijo asomado por la ventana, la anciana se asomó con un rostro demacrado desde una silla de ruedas, debió ser una mujer hermosa en su juventud, pensó él.
Esperó unos segundos y la puerta se abrió, la anciana le sonrió nerviosa, su mano derecha estaba vendada.
—¿Es amigo de Olena?
—Sí, me dijo que viniera a ayudarla con algo, me pidió que me adelantara, ¿me puede prestar el baño?
La anciana asintió, parecía dudar, en sus ojos había un atisbo de terror y se preguntó si ya había descubierto que era el guardabosques de hacía años, esa casa nunca la robó, miró a su alrededor y vio que podía tomar cosas de mucho valor.
—Al fondo —dijo la anciana con una voz temblorosa.
Harvey aprovechó para revisar con la vista la propiedad: dos habitaciones, una cocina amplia con comedor, dos baños, un pequeño patio trasero y la sala. sacó su cuchillo y lo escondió detrás de su pantalón debajo de camisa.
Se echó agua en la cara, y se peinó.
Ya lo tenía decidido, no acabaría de una vez con la anciana para poder someter a Olena, la golpearía y la mantendría amordazada en su habitación o uno de los baños en su silla de ruedas, mientras tanto él llevaría a Olena a la otra habitación, la tendería sobre la cama y saciaría sus más bajos deseos con ella hasta que se cansara.
—¡Abuela! —gritó alguien.
Se puso en modo alerta, entreabrió la puerta y se asomó.
«Llegó muy rápido, ¿cuánto tiempo ha pasado?», se preguntó.
—¿Ha venido alguien buscándome? —preguntó risueña.
Harvy casi dejó de respirar y se concentró en escuchar.
—¿Un joven apuesto ha venido a preguntar por mí?, dime, abuelita.
—Sí, pidió el bañó, dijo que era tu amigo.
—Lo es, abuela, ¿no es guapo? ¿Ves lo que puedo conseguir en el bosque? ¡Que si hay peligros! qué si hay gente mala, Olena, no hables con extraños, Olena, no molestes a los visitantes, Olena, no hagas eso. La vida ha puesto a un joven guapo en mi camino ¿No lo crees?
—Sí, es guapo —dijo la anciana de mala manera.
—¿Crees que si estuviera encerrada como si fuera un monstruo él me habría encontrado?
—No.
—Cierto, no, solo sí soy libre pueden verme, soy demasiado bella, abuela, mira mi pelo, mis ojos, mi piel pálida y brillante, ¿viste mi cintura?
—Sí, estás muy bonita.
—Soy bella.
—Eres bella, Olena.
Harvey salió del baño y caminó despacio por el pasillo, se quedó asomado ahora con vista hacia la sala. Olena se había quitado la capa roja y ahora él podía ver su cuerpo completo, pasó saliva, era mucho más hermosa de lo que habría soñado.
—Estamos de acuerdo, abuelita ¿te has portado bien?
—Sí, sí, Olena.
—Entonces te dejaré ver a mamá.
—¿Trajiste mi morfina?
Harvey sonrió al oír aquello, podría hacerse con ese tipo de sustancias también.
—Sí, abuela, la traje —dijo, besó a la anciana en la frente por largo rato.
Harvey se aclaró la garganta y salió hasta la sala.
—Hola, me preocupó que tu abuela estuviera sola, te seguí —mintió.
Ella sonrió mirándolo de arriba abajo.
—Eres más rápido que yo.
—Soy hombre y supongo que sí.
Olena corrió hacía él, se detuvo muy cerca de su pecho y sonrió con coquetería.
—¿Quieres algo de beber? creo que aún queda vino en la cocina, y lo bebes mientras llevo a mi abuela a su habitación y me esperas —. Se relamió los labios — ¿Qué dices?