Olena
La frente del hombre sangraba profusamente, Olena le reprochó con la mirada mientras terminaba de amordazarlo, sus ojos azules se movían inquietos sobre los ojos de Olena, quien había tensado la mandíbula.
—No quería hacer eso, me has obligado, ¿Por qué no puedo tener a un esposo valiente de verdad? ¿Por qué tienes que ser como los que lloran como damisela en apuros?
Chasqueó la lengua repetidas veces, soltando suspiros de hastío de vez en cuando, mientras curaba la herida en la frente que acababa de hacerle al extraño.
—Tu rostro es perfecto, eres el mejor que he conseguido, eres sin duda el más guapo de todos, y me obligas a dañar tu espectacular rostro, esto es tu culpa, ¿verdad?
El hombre asintió con la cabeza, soltaba gemidos de angustia tras la mordaza impuesta por la rubia.
Una vez limpiada la herida, ladeó la cabeza para admirar su trabajo, sonrío y se relamió los labios.
—Quedaste muy bien, ahora pareces un hombre rudo. Diremos que te hirió un forastero cuando intentaba aprovecharse de mí, y tú saliste del bosque a defenderme. ¿Quieres que diga eso?
Harvey asintió con la cabeza, pestañeó seguido, movió ligeramente las manos esposadas debajo de las sábanas, Olena siguió con los ojos el movimiento que hacía, lo miró a los ojos.
—No, no puedes moverte, ya viste lo que pasó, quieto, no quiero sedarte más, tenemos que pasar la noche juntos, como marido y mujer, no quiero que me falles, si me fallas, me voy a molestar mucho, mucho.
Lo vio pasar saliva, ella sonrió, se inclinó sobre él y besó su frente y su mejilla derecha, y con sus delicadas manos acarició su mentón y dejó su dedo allí.
Suspiró de forma exagerada.
—Ay, el amor, somos jóvenes y hermosos, esta noche haremos una nueva familia.
Abrió los ojos y la boca emocionada, corrió hacia su bolso y sacó un pequeño envase transparente, lo acunó en sus manos con gesto delicado y se detuvo frente a él.
—Ella es mi madre, bueno dos de sus dedos, pero es ella, salúdala.
Harvey sudaba, y pronto se mezclaron sobre su rostro, gotas de su sudor y sus lágrimas. El hombre asintió nuevamente.
—Mami, él es Harvey, será mi esposo, será el padre de mis hijos, me va a tomar como su mujer, haremos muchos niños juntos, llenaremos el bosque de personitas hermosas de ojos azules y cabello rubio, tienen que tener mi cabello.
Olena dejó el envase al bolso nuevamente, sacó otro frasco con dos dedos, un dedo anular en cada uno, suspiró.
—Debo llevar esto a la nevera, mi madre debe conocerte.
Se cruzó de brazos frente a él.
—Si te quito la mordaza, ¿volverás a gritar?
Harvey sacudió la cabeza para negar, lo hacía de forma desesperada, Olena sonrió coqueta y quitó la mordaza.
—Suéltame, por favor, te lo juro que no gritaré más, me duelen muchos las manos, quizás la herida se infecte, aún estamos a tiempo de recuperar mis dedos, si los cocemos ahora.
—No has entendido nada, si te quité la mordaza fue porque creí que dirías algo lindo sobre mí, que soy hermosa, que no puedes esperar para hacerme tuya, que soy la más bonita del mundo, dime eso —dijo con expresión seria.
—Eres bellísima, hermosa, la más bella del mundo, no puedo esperar para hacerte mi mujer, y casarme contigo, tendremos muchos niños de cabellos rubios.
Brincó y aplaudió.
—Y ojos azules.
—Sí, de ojos azules.
—No, tonto, esos dedos son míos, mi mamá tiene que conocerte, pero no puede salir de la casa —dijo, mostró los dientes al sonreír de forma tensa —, ya no tiene piernas.
Harvey lloró desesperado, su pecho bajaba y subía.
—¿Qué me harás?
—Lo que hacen las esposas y los esposos, tontito, me da vergüenza, no me hagas explicártelo.
—¿Me quieres?
—Sí, claro.
—Entonces seamos una pareja normal, libérame y te llevaré de la mano por el bosque, todos sabrán que serás mi esposa.
Olena sacudió su cabello rubio y apretó sus labios.
—Es que otros se han ido, no cumplen con lo que se supone que deben cumplir.
—Yo no me iré.
—¿Por qué tienes las manos tan grandes? —preguntó acariciando su mano herida.
—Para tocarte bien.
—¿Por qué tiene esos ojos tan grandes?
—Para verte mejor.
—Porque soy bella, sí, ¿Por qué tienes esa boca tan grande?
—Para besarte mejor.
Rio y aplaudió emocionada una vez más.
—Serás el mejor esposo del mundo.
Tocaron a la puerta.
Olena saltó de la cama con los ojos muy abiertos, corrió a amordazarlo nuevamente, no le dio oportunidad a Harvey de que gritara, recogió los envases y salió a toda prisa de la habitación.