Tú, que con tu audacia ayudas a aquellos que desean no ser recordados. Tú, que no te apiadas de nosotros quienes luchamos por un lugar en el mundo.
Tú, que tu mayor deleite es borrar aquellas almas desterradas del mundo, eliminar sus recuerdos, su esencia. Porque todos aquellos que abandonan la tierra, sin opciones, aceptan entrar a tu reino.
Claro está, que tienes a tus preferidos, pero aún más claro, que posees desprecio total hacia otros individuos.
Y es que, hasta parece absurdo el querer destacar entre siete mil millones de personas; pero, más absurdo aún, el darte cuenta que cada una de esas pobres almas anhela el mismo objetivo.
Tu esencia es el desprecio, tu vitalidad, la angustia y tu elixir, el sufrimiento de los que acaban rendidos ante tu poderío.
Señor olvido, tu fuerza es tan imponente que la vida misma se postra ante ti, besa tus pies y entre sollozos jura lealtad eterna. ¿Qué resta para nosotros los débiles?
Señor olvido, te desprecio, te maldigo eternamente. Pero ya he aceptado mi destino, ya me he rendido ante tu indiferencia. Porque es que ni siquiera es necesario que me arrastres hacia ti, ni siquiera hace falta que te fijes en mí.
Me he rendido ante el destino; tú, nadie más que tú, eres el destino.
Señor olvido, te ruego que no me olvides.
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Editado: 17.06.2025