Otra madrugada, despierto, acostado en brazos de la nostalgia, viendo los minutos pasar, el día pasar, las semanas, los años y así sucesivamente.
Vuelvo a confiar en que ya no hay más que hacer que intentar dejar de recordar y huir otra vez del eterno suplicio, ese martirio que agobia mi pensar y desviste mi alma ante la soledad absoluta.
Quizás se deba a todos esos fracasos que marcaron mi vida, a esa infancia perdida y totalmente arruinada, quizás, también, a esa adolescencia desvivida y aislada.
Puede que sea resultado de unos padres descuidados, desatentos e injustos, de haber sido rechazado innumerables veces por mi propia familia o de no haber conocido nunca el calor de un abrazo sincero. Puede que se deba a aquellos amores fracasados, esas ilusiones, las mentiras y los corazones rotos. Puede ser, también, por esas falsas amistades que acabaron por evaporarse, por el hallarme solo ahora a sabiendas de que no vendrá nadie a rescatarme, por encontrarme a solas conmigo mismo y aún así, rechazarme.
He oído a personas decirme que exagero, que estoy loco, que soy arrogante e ingenuo, un ser despreciable que no disfruta de lo que tiene. Pero me limito a ser un eccedentesiasta para evitar brindar respuestas a esos comentarios absurdos que no las tienen.
Fui convencido muchas veces de que todo esto es mi culpa, y así también, muchas veces lo he creído. Quizás no fui nunca capaz de aceptarme, de quererme o por lo menos brindarme afecto, por más mínimo que sea.
Pero sólo hay una cosa de lo que estoy seguro, una idea a la que no he podido renunciar. Y es que, el dolor solamente termina cuando a la vida decides renunciar.
#1139 en Otros
#234 en Relatos cortos
#8 en No ficción
nostalgia, relatos cortos, amor accion mentiras secretos familia
Editado: 08.05.2025