La cara oculta de la Luna

Degradación de un ser

Cuando comencé a escribir, descubrí que estaba haciendo mucho más que contar una historia. Estaba creándome a mi mismo, moldeando mi ser, transmitiendo su esencia y, sobre todo, explorando esos oscuros rincones de mi mente.

Es muy confuso realmente, es que a veces me siento ajeno a estas palabras, siento que hay un sinfín de paradojas sin solución ocultas detrás de estos versos. Es como si un ser superior a tu insignificante pensar plasmase ideas en tu subconsciente, pueden ser mensajes halagadores, motivacionales, pero también los hay melancólicos, recuerdos de momentos obsoletos que en su momento significaron algo más, eso que aún no logras olvidar, ni comprender o tan siquiera tener una vaga imagen de lo que podrían llegar a ser.

Situaciones meramente aceptables y con cierto grado de normalidad. Pero hay algo más, algo oculto en lo más recóndito del alma, esa realidad que intentas ocultar, esos pensamientos que luchas por evitar que vean alguna vez la luz. Tal vez, por intentar ocultar la verdad de ti mismo y de aquellos con quiénes convives; es ese deseo macabro de dejar huellas de sangre que recuerden tu paso por este mundo nefasto, ese odio eterno a las injusticias que te impulsa a cometer actos aún más injustos, como lo es acabar con el sufrimiento de un ser corrompido, arrancar el alma de su cuerpo y liberarlo, de esa manera, de la carga de que quieran que cambie pero que no lo haga por el simple hecho de estar demasiado cómodo con esa realidad, aunque su comodidad conlleve a destruir familias, vidas e incluso a sus seres más cercanos.

Es ese deseo terrible de acabar con esos seres cuya inexistencia traería paz a un sitio que jamás la tuvo. Pero entiendo que esto siempre fue mucho más allá de querer arrebatar una vida, se trata, simplemente, del anhelo a acabar con el suspiro propio, verse inerte en un cajón y lograr por fin esa tranquilidad que esperaste toda tu vida. Es ese vaivén entre querer desaparecer y temer eternamente a sus consecuencias, a causa, sencillamente, del miedo sin sentido a lo desconocido.

Me es difícil aceptarlo, pero cuando comencé a escribir, descubrí el camino sin retorno hacia la pérdida lenta de la cordura. Porque, escribir, es comunicarse con la parte más oculta de nuestras almas y es ahí, amigos míos, dónde nos sumergimos sin saberlo en la lenta degradación de nuestra lucidez mental.




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