Existe una gran paradoja de la que casi no se habla, el cambio en las personas. Es ese eterno debate entre ser uno mismo, cambiar eventualmente y rechazar el cambio. ¿Por qué debemos cambiar? ¿Por qué no podemos ser tal cuál somos?
Aún queda en duda si el hecho de cambiar como personas siga siendo un acto natural o, incluso, si alguna vez lo fue. ¿Nos tachan de seres perfectos y nos exigen serlo aún más?
El simple acto de pensar en el cambio te motiva, de manera inconsciente, a cambiar tu forma de pensar. Y cambiar el pensamiento, es un camino sin retorno hacia un cambio inminente.
Si mi yo del pasado leyera estas palabras, no dudaría en cuestionar mis actitudes. La razón, hace relativamente poco pude entenderlo todo.
Fue aquel nueve de noviembre que, sin saberlo, cambiaría de manera espontánea tras un acto tan sencillo, ese simple “Hola” que desencadenaría una serie de sucesos extraordinarios. Y esto, por tan insignificante que pudiera parecer, fue la apertura de un cambio extremo.
Al día de hoy sigue pareciendo increíble como una simple palabra pudo traer luz a un alma destruida, los días pasaban y entre charlas la esperanza y las ganas de volver a vivir resurgían nuevamente.
Todo pasó tan rápido que ni siquiera lo noté, hasta que de pronto, vi dos años de tormentos desvanecerse en el aquel beso.
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Editado: 08.05.2025