La cara oculta de la Luna

Aquello con lo que cargamos

Después de mucho tiempo, ese ligero dolor vuelve. No es una herida, no es visible, no cicatriza, es el dolor de tener que soportar el peso de las expectativas.

No alcanza con dejar de ser yo, de aferrarme a una rutina a favor de quienes siempre me vieron como uno más, o uno menos.

El agotamiento me consume, ya no recuerdo la última vez en que pude siquiera dormir bien. Hace tiempo que ya no sueño por las noches, ni tampoco puedo hacerlo durante el día.

El tiempo avanza, resignado a no volver a esperarme, cansado ya de tantas oportunidades. No me olvida, no me escucha, solo sigue su camino sin voltear a verme otra vez.

Sabe bien de lo que soy capaz, del potencial desperdiciado. Pero, además, sabe que no puedo seguirle el ritmo. Con él, parte de mí se va también, cada segundo que pasa, una fracción de lo que soy marcha a su lado.

Tan cerca estamos de la oscuridad, que me he dejado arrastrar por la corriente. No me resisto, no intento luchar, solo espero.

Puedo afirmar que su regreso no supuso una sorpresa, puedo asegurar que en esta ocasión estaba mejor preparado, por la trayectoria, por mis batallas, por el pasado. Pero aún así, ese ligero dolor que aprisiona un corazón libre, se deja sentir una vez más.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.