La cárcel de los rebeldes

INTRODUCCIÓN

AÑO 5800 DEL NUEVO GÉNESIS

 

El frío aire del norte se colaba por la ventana abierta del salón de la casa de Jöel, haciéndolo tiritar de vez en cuando, mientras le devolvía los recuerdos pertenecientes a su niñez… esas memorias que ya había creído perdidas. Momentos en los que no debía usar a la fuerza el apretado traje de militar que le designaron al cumplir la mayoría de edad. Extrañaba la vieja época, añoraba sentirse en libertad.

            Era ya la tercera vez que un escalofrío le arrancaba la calidez del pasado en menos de cinco minutos, y poco a poco, el gélido clima le empezaba a calar en los huesos. A su derecha descansaba el chocolate ya frío a medio tomar, abandonado por la falta de sabor que su difunta madre solo era capaz de hacer. El viejo televisor que le regalaron junto a aquel odioso uniforme mostraba una serie de noticias del país. Stephano, o comúnmente llamado el «General», daba un discurso de ánimo a su ejército, que luchaba con fiereza contra las recientes sublevaciones de los habitantes de Katáh; se suponía que él también lucharía contra los rebeldes, pero una herida en el costado le arrebató la oportunidad cuando esta se presentó en forma de código ante su puerta.

            Y quizá, había sido para mejor.

            —¿En qué gastas tu mente? —Liseth apoyó una mano sobre su brazo; aunque el otro no la oyó llegar, y su saludo repentino le sobresaltó, Jöel sintió la calidez de ella al momento, como si se tratara de electricidad, y mientras sonreía de medio lado, le miró a los oscuros ojos. La chica le devolvió el gesto y suspiró al dar una mirada rápida a lo que mostraba el aparato—. Jöel, no te preocupes. Todo va a salir bien, ya verás.

            —¿Y por qué estás tan segura? —reprochó el otro con suspense en la voz—. Da miedo, de verdad; tú das miedo. ¿Tienes alguna bomba de la planta central ahí? Si es lo que estoy suponiendo, deberías tener mucho cuidado, Lis, eso es peligroso.

            Las bombas que el Estado Unido de Raesya fabricaba eran capaces de volar media ciudad debido a las exigencias del dictador. Muchos cuarteles fueron destruidos por simples «accidentes», y las miles de vidas que estuvieron cercanas al pequeño objeto en el momento de la explosión fallecieron. Jöel siempre quiso pensar que murieron al instante, sin tanto sufrimiento de por medio. Sin embargo, cuando la autopsia que le realizaron a uno de los cadáveres mostró que acababa de cerrar sus ojos un par de horas atrás.

            Entonces, dejó de «pensar» en lo que las bombas Puma podían hacer.

            —Nada de eso, idiota —rio con dulzura mientras negó con la cabeza. Llevaba el cabello blanco recogido en una trenza y a diferencia de él, no vestía el traje de milicia todavía—. Tenemos al mejor tirador de Raesya con nosotros y nos han entrenado bien durante media década, ¿no? Bueno, sigues en un estado aceptable… luego de tu herida te has vuelto algo flojo —le tocó el vientre— y has engordado un poco. ¡Pero sigues con tu buena puntería! Considera ese peso extra tu coartada.

            Lo invitó a sentarse junto a ella en la silla de madera, y luego hizo lo mismo sin dejar de ver a la pantalla; suspiró, llena de aflicción.

            »Lo único que me inquieta es saber que esos salvajes rebeldes obligan a sus niños a luchar —exhaló una pequeña nube de aire frío—. ¿No crees? Temo que pronto usen el llanto de bebé como combustible para autos; me impresiona lo que hacen estos… inciviles para ganar terreno.

            —Sí, puede ser que sí —afirmó. Aún se hallaba sumido en sus pensamientos, y la voz lejana del valiente reportero se mezclaba con sus recuerdos, opacando la imagen de un niño vestido de rojo, la de un gato gris y un manzano en crecimiento…

            —¿…Me estás escuchando? —la irritada chica rodó los ojos a la vez que negaba con la cabeza una vez más; apagó el televisor y tiró el control de este lejos. Jöel miró el reloj digital en su muñeca. Había pasado un cuarto de hora.

            —Claro que sí, Liseth, por supuesto. Sí te estoy escuchando, solo que trato de no olvidar.

            —¡Así como hacemos estamos haciéndolo todos nosotros en los últimos años, animal de monte!

            Jöel rio.



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En el texto hay: futuro postapocaltpico, distopia, lgbt

Editado: 13.05.2023

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