Jhon Ekans describe el día exacto cuando todo
empezó, sus labios estaban secos a causa de la salinidad
que había dejado la tormenta de arena en el aire, Lily le
importaba poco esto, ponía atención a cada palabra que
salía de su boca, de pronto su imaginación empezó a
trabajarle y las imágenes se dibujan poco a poco
mientras Jhon relataba lo que sucedió el día veinte de
marzo del año dos mil treinta y ocho, hace solo tres años
y tres meses atrás.
Eran las dos de la tarde y la pista de carreras estaba
cubierta por una ligera humedad, los pilotos decidieron
cambiar los neumáticos habituales por los de lluvia, el
clima de Italia era como en muchos puntos del viejo
continente impredecible pero con tendencia a grandes
chubascos, Jhon no iba a ser rebelde y apostó en hacer
lo mismo, su auto era un Ferrari rojo con calcomanías
de neón, proyectores que dibujaban en el suelo un
auspiciante, y un motor v12 de 6.5 litros, el ¡Ferrari 815
Capetizione! Capaz de impulsarlo a 340 km por hora,
era una bestia vestida de una ligera capa de metal
pintado de rojo.
Jhon estaba nervioso, sus padres lo observaban
desde las gradas era la carrera de su vida, el GP de Italia
en el Autódromo Nazionale di Monza, región de
Lombardía unos veinte kilómetros al norte de Milán,
con una capacidad de ciento dieciocho mil ochocientos
ochenta y seis asistentes desde su inauguración el tres de
Septiembre de mil novecientos veintidós. Jhon
competía con los más grandes del mundo, a veces solo
pedía al cielo que en algún rincón del mundo el gran
Schumacher o Alonso lo viera competir desde una tv o
mejor aún que estuvieran desde las gradas, observando
la competencia, eran sus héroes, su inspiración.
La carrera empezó cuando el semáforo descendió, y
las luces cambiaban, los autos a su derecha e izquierda
parecían inmóviles, sus velocidades eran la misma, tres
autos de fórmula uno se habían alineado y ninguno de
ellos deseaba desacelerar y perder el puesto uno, Jhon
estaba en medio de dos Aston Martin, la aerodinámica
de ambos autos proporcionaba un pequeño ventarrón
que golpeaba al Ferrari de Jhon, lo desestabilizaba y
parecía que en algún momento se precipitaba sobre uno
de ellos.
Las manos de Jhon se movían en un vaivén de
izquierda derecha evitando golpear a los Aston Martin
que lo tenían acorralado cual jamón entre dos rebanadas
de pan ¡italiano!
La primera curva se hallaba a la vista y los Aston
Martin desaceleraron de inmediato, Jhon desaceleró
también y se comió la curva de un bocado poniéndose
hasta el puesto uno, líder de la competencia.
El tiempo es relativo según Einstein, al joven Ekans
de veinticinco años se le hacía eterna la carrera, varias
veces tuvo los Aston Martin liderando el GP de Italia,
en el minuto cuarenta conducía por el puesto tres, un
Mercedes plateado no lo dejaba pasar, los rugidos de los
autos eran casi imperceptibles, pero los neumáticos
sobre la calzada húmeda producían un particular silbido,
y al tomar las curvas, los espectadores se les aceleraba el
corazón, otros se quedaron pálidos y los gritos no se
hacían esperar, de pronto después de una hora de
vueltas, cambios de neumáticos y cambios en la
marcación, Jhon lideraba la carrera una vez más, no lo
podía creer, sus párpados estaban húmedos de sudor, el
casco era ligero pero la brisa del ambiente era húmeda y
sentía un calor insoportable en la cabina, o talvez solo
era la emoción, sus guantes se tornaron ligeros, el
volante y sus muñecas se movían como si fueran uno
solo, por años había recargado su estantería de trofeos
de otras carreras, muchos eran de segundos y terceros
lugares, los trofeos y medallas de primeros lugares los
tenía alzados sobre una vitrina especial, la pared de su
sala estaba llena de afiches de autos y recuerdos de otros
competidores, como un póster del gran Alonso que se
alzaba en su pared, junto había un pequeño podio a
escala, que dejaba espacio para colocar un gran premio
en medio, era la copa que soñaba, el GP de Italia.
La carrera estaba a punto de terminar a solo unas
decenas de metros se hallaba la meta y Jhon Ekans iba
a la delantera a unos doscientos veinte kilómetros por
hora de repente da un vistazo al retrovisor y los autos
detrás se detuvieron en seco, los conductores salían de
sus cabinas y los mecánicos los ayudaban, las gradas se
quedaban despejadas, las personas parecían huir de algo,
los ojos de Jhon se apartaron del retrovisor, y quedó
atónito por el comportamiento de sus compañeros, y las
de más personas, sus pupilas se dilataron al máximo, no
podía creer lo que divisaba a través de su casco, no lo
pensó más y frenó en seco, una figura de un gran hongo
de nube se pronunciaba sobre las gradas del
Autódromo, era una explosión gigantesca a unos
cuantos kilómetros de distancia, la gente corría
desesperada, la competencia quedaba suspendida, todos
debían evacuar el lugar y Jhon Ekans se le pasó por la
mente una sola cosa, sus padres.
Los autos quedaron varados en una pista mojada por
el rocío de una inminente lluvia, las personas ya estaban
a salvo kilómetros del autódromo, la gran onda
expansiva llegó a la pista y había movido los autos
apilándolos en una esquina, el lugar estaba deshabitado,
el polvo de la explosión llegaba lentamente, dando al
lugar un aspecto tenebroso, inhóspito, deshabitado, las
gradas vacías ahora lucían demacradas con una pequeña
capa de polvo, Jhon Ekans junto a sus padres se
hallaban abrazados en un sótano de hotel junto a cientos
de personas, un comunicado les llegó, una gran guerra
por recursos estaba en apogeo, y debían permanecer
resguardados donde pudieran, posiblemente el conflicto
sería con drones, aeronaves no tripuladas, y solo en vía
aérea sin embargo grupos malintencionados
aprovecharon la situación y declaraban pugnas a sus
vecinos en sus fronteras, esto pasaba en todo el mundo.
El sótano ahora era un refugio antibombas, un
búnker, las paredes eran de hierro reforzado tenía una
profundidad de diez metros y aun así se oían aviones
caza, y bombarderos, a veces los estruendos hacían
cimbrar las paredes y el edificio parecía caerse sobre la
muchedumbre, la gente solo miraba hacia arriba incluso
un par militares que hacían de guardia en los accesos que
llevaban al exterior, uno de ellos era una joven cuyo
rostro reflejaba serenidad, su piel oscura le ayudaba a no
expresar el miedo que invadía su mente, otro estruendo
se escuchó, sus manos sostenían un fusil de unos tres
kilogramos, su vestido era un clásico militar de color
verde con la bandera de Italia en el hombro izquierdo,
del otro lado, en un segundo acceso, protegiendo la
puerta, un joven Italiano de unos veinte y tantos años se
movía como gelatina a medio cuajar, los nervios le
ganaban partida, y el sudor en sus manos le impedían
sostener el arma que le despacharon, Jhon en medio de
la muchedumbre rogaba que todo esto terminara.
Jhon y su sueño de GP de Italia quedaron en el
olvido, durante y después de la guerra construyeron
naves que llevaría a la gente a comenzar una vida nueva
en Marte, un aparato como si de la lotería se tratase daba
unos cálculos y asignaba en que nave partirán cada
persona en el mundo, Jhon fue asignado a viajar en la
tropa de Brasil, se le informo que el viaje tardaría un año
aproximadamente, pero sus padres fueron asignados en
la nave que partiría desde Italia.
¿Che cosa? ¿Perché?
Los Ekans fueron separados, pero ahora en la
situación actual Jhon agradece que sus padres hayan ido
en naves diferentes, pues ellos no están pasando por las
penurias, y el destino incierto que le esperaba a él.
Lily estaba sorprendida, el paradero de Jhon durante
la guerra no era diferente al de ella, pues mientras ella
curaba heridos, el piloto de carreras estuvo resguardado
evitando ser un herido más, la enfermera Lane
aseguraba así misma, que Ekans había omitido
fracciones de su historia, posibles heridos de bombas,
sangre, entre otros, creyendo que Lily sería sensible ante
fatal descripción, sin embargo la Lane había visto y
tratado de los peores casos, cabezas rotas, manos
despedazadas y mucho más, Lily estaba en lo correcto
el joven omitió partes que ni a él mismo le provocaba
contar, menos describir con exactitud, sería totalmente
innecesario.
Lily y Jhon fueron interrumpidos por Martín que
llegaba hacia ellos con un misil en sus brazos.
—Nos llevaremos algunos—
Jhon se apreciaba molesto era la primera vez hace
mucho tiempo que tenía una conversación tan larga con
una hermosa dama, no dejaba de observar a Lily aun
cuando su ropa cubría cada milímetro de su cuerpo y las
gafas sus ojos, podía apreciar en ella otros atributos
además de físicos, sabía escuchar, ponía atención, era
aventurera, sagaz, y tomaba iniciativa por sí sola, de
repente Lily tenía un misil con combustible de
nitrógeno entre sus brazos, y se dirigían junto a los
demás de regreso a la nave, saliendo del estadio, Jhon
observo hacia atrás y alzó la mirada un instante, un
pequeño letrero con letras en alto relieve decía el
nombre del estadio donde se cubrieron durante la
tormenta de arena, "Estadio Jornalista Mário Filho",
nadie se dio cuenta al entrar, todos al correr dieron caso
omiso al nombre del estadio que figuraba en sus
cabezas, de pronto Martín también se extrañó frunció el
ceño, y se volvió para echar un vistazo leyó el nombre,
y dejó el misil en el suelo.
—Damas y caballeros este es el grandioso
Maracaná—
Lo expresaba con fulgor y sus brazos estaban
abiertos cual abrazo de oso pretendía al estadio, Martín
era un aficionado del fútbol aún más del soccer
brasileño, su mente se llenaba de melancolía recordaba
transmisiones de campeonatos de clubes y copas
internacionales que se jugaron en ese mismo estadio que
ahora solo era utilizado como bodega de bombas al
parecer inservibles.
—Que bombas ni qué ocho cuartos—
Adelantándose Martin refunfuñando ya le pesaba el
misil en sus manos.
Lily ya no llevaba el misil, lo arrojó al suelo, a medio
camino, igual que muchas personas más, incluso Jhon,
esta vez todos se vieron los unos a los otros, se rieron,
al principio parecían ligeros, pero debían llevarlos un
par de kilómetros hacia la nave, llegaron con las manos
vacías.
Al llegar una muchedumbre de unas mil personas
fuera de la nave lanzaban piedras al enorme cristal
perteneciente a la cabina de mando donde el capitán
Kirt Hudson racionaba los alimentos, enviaba órdenes
a segundos superiores y se protegía de este posible
motín.
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Editado: 03.10.2024