La carrera del fin del mundo

la carrera del fin del mundo

Jhon llega a bodega de autos y los demas estan esperandolo, afuera en la avenida alistando
todo para correr, Ekans enciende su auto y sale de la bodega lentamente, ahora Jhon Martin,
Margaret, y Sarutobi están alineados en la gran vía, después de saludarse y desearse malas
vibras, encienden los motores. Aunque Jhon no se daba cuenta la nave ascendió al cielo y
como una pequeña partícula se reflejaba en su parabrisas.
En el exterior de la cabina de mando del capitán, Esteban Soler forzaba la entrada junto a dos
sujetos más que lo acompañaban en la tarea inutil de abrir la puerta de mando, de repente uno
de los supervisores regreso con un hacha y Soler sin vacilar, arremetió contra la puerta con
esta. Dentro, Cooper dirigía la nave ascendiendo hacia el cielo, en un segundo hachazo El
capitán Soler pudo penetrar la hoja afilada del hacha en la puerta, produciendo una grieta tan
grande que pudo meter su mano en ella, empujando la puerta hacia un costado, esta se deslizó
lentamente y dijo.
—Cooper sé que eres tú,¿ qué es lo que pretendes?
En la gran avenida los autos corrían acelerando y alejándose del paradero de la nave pues
habían decidido hacer una vuelta en el lado este de la ciudad, pero algo andaba mal, el camino
se hacía irregular los autos saltaban como si una senda pedregal pasaban, Jhon Ekans fijó su
ojos al suelo, no prestó atención creyó que era un espejismo algo producto de su imaginación,
en el suelo había pequeñas ondas como las olas del mar. Sarutobi llamó la atención de todos
cuando encendió su propulsor de nitro en su auto, el Ford se adelantó unos cinco metros en
menos de un segundo luego parecía desaparecer ante la vista de todos, los demás esperaban
ansiosos que la pequeña pantalla en el tablero de sus autos les muestre el semáforo verde que
Sarutobi les menciono, las velocidad media de los autos en la avenida era de ciento veinte
kilómetros por hora y aumentando, Martin veía el auto de Jhon que llevaba el segundo lugar,
Margaret el tercero y él estaba hasta el último, de pronto la pantalla de su tableta mostró un
botón verde, solo significaba una cosa, el Fiat había alcanzado ciento cincuenta kilómetros por
hora, era tiempo de aplastar el botón, Martin lo hizo y su pequeño Fiat rebasaba el Paradise de
Jhon y el Camaro de Margaret, adentrándose en la ciudad de Río, al tener el segundo lugar en
la carrera pudo ver a Sarutobi regresar, apenas y pudo distinguirlo pero apenas eran cuatro
competidores, era Sarutobi sin duda pensó.
Al pasar el Ford a lado del Paradise, Jhon Ekans pudo observar la cara estupefacta de Sarutobi
y casi podía asegurar que le habia hecho ademanes pidiendole que de la vuelta, Jo Margaret

Silva también lo vio pero no pudo comprender las señas, en un intento de advertirles de lo que
debían huir y el lo hacia, Sarutobi sufre un accidente con su Ford, el auto choca con una Tienda
en un edificio y este Ford explota, ya no hay nada que hacer, todos los conductores frenan sus
autos y salen de sus respectivos asientos, Jhon al poner los pies en la tierra se da cuenta que
el suelo vibra y algo ruge dentro de la ciudad, el ruido de los autos opacaban este rugido. No
era tal cosa, era un sismo que se propagaba cada vez más fuerte, el edificio con el que chocó
Sarutobi arrojó unos escombros sepultando al Ford para siempre.
—¡Es un temblor! a sus autos—mencionó Jhon Ekans al tiempo que se adentraba al suyo
portando un casco con flores púrpuras.
—¡Diantres! —refunfuño Margaret y se metió al Camaro, menudo auto. Jhon Ekans la rebasó
de vuelta a la nave, Martin y su Fiat aún estaban detrás de ella, el Camaro blanco de Silva no
encendía, no siguió intentando y salió del auto ipsofacto Martin llegaba con el Fiat, Margaret se
subió en el asiento detrás del piloto.
—Ese auto no enciende ¡arranca ya! —
Martin no puso objeción alguna, puso en marcha el carro, juntos corrían de vuelta a la nave,
ambos lanzaron un vistazo al retrovisor lo que vieron los dejó atónitos, sobre el Camaro blanco
un edificio entero caía, y una columna de escombros y polvo, maquillaba el ambiente
tornandolo grisáceo y tenebroso, Jhon Ekans llevaba la cabeza delante de él no había aún
edificios desplomándose pero la carretera se agrietaba otras partes se alzaban y otras se
hundían.
El auto de Jhon parecía tambalearse, Ekans hacia lo posible por mantenerlo dentro del camino
pues este se precipitaba hacia los costados, en un intento de evadir un bache enorme, de la
nada y justo enfrente del Paradise aparece un montón de tierra y asfalto, un trozo de carretera
había brotado, Jhon freno lo más rápido pero chocó con esto, no pudo esquivarlo. Martin
observó y frenó también su Fiat, salió del auto y corrió hacia su amigo. Margaret preguntó.
—Que haces ya déjalo— ¡vámonos!
Cuando Martin llegó al Paradise aun la tierra temblaba, Jhon estaba consciente pero aturdido,
su casco con flores púrpuras le había salvado la vida, pues un trozo de hierro presuntamente
perteneciente de la vía, estaba incrustado en el casco de Jhon, Ekans no podía zafarse de él,
hasta que Martin apareció, juntos alaron entonces Jhon se liberó, Martin lo escoltó hasta su Fiat
y cuando se dirigían al auto donde esperaba pacientemente Jo Margaret Silva, repentinamente
el suelo debajo de ellos se empieza a desmoronar y Martin cae pero Jhon logra sujetarlo en el
último momento. Silva echa un vistazo a la situación pero también observa a su alrededor,
detrás de ella, edificios se derrumban, el suelo se desmorona frente al Fiat, Jhon y Ekans están
atrapados, a su derecha el auto de Jhon, el Paradise, queda liberado después del último
deslizamiento de tierra. Margaret sale del Fiat y corre hacia el Paradise de Jhon, el joven Ekans
y Martin piden ayuda a Margaret pero está en su afán de huir en su propio bienestar, hace caso
omiso, y enciende el Paradise da un pequeño giro en los neumáticos delanteros y sale del
bache. El rugir no es solo de los edificios cuando cae, y Jhon se da cuenta de esto al mirar
hacia atrás, una tormenta de arena engulle los edificios y todo a su alcance, devorados ya, los
edificios extrañamente se encienden como enormes antorchas en la oscuridad, la tormenta no
es de arena, si no una llamarada solar que está arrasando la superficie de la Tierra y desde la
ciudad de Río se aprecia como una tormenta de arena, Jhon queda estupefacto y esto le da la
fuerza para sacar a Martin Mora del hoyo, al sacarlo Martin presenta una molestia en su pie,
dice que no puede conducir y que debe hacerlo Jhon, el joven Ekans accede mientras se




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