La Carretera del Diablo

Segunda parte del desastre: Leyendas del Folklore

Faltaba poco menos de una hora para las tres de la madrugada. El doctor Müller salió de la habitación donde se encontraba el joven que había auxiliado par de horas atrás. Tenía un profundo corte en la parte baja del abdomen por el que había perdido mucha sangre, aunque no comprometió ningún órgano vital, lo que permitió que siguiera con vida aún. Fue atendido de urgencia y trasfundido, ahora dormía plácidamente

El señor Fletcher ya estaba estable, lo atendió apenas llegó y logró traerlo de entre los muertos una vez más. Aún no era su hora, y en una protesta tácita se había encargdo de decírselo a Satanás.

Sacó su teléfono celular de uno de los bolsillos delanteros de su bata, la foto de su esposa y su hijo lo recibían en una adorable estampa familiar frente a la chimenea de su antigua casa. Extrañarían aquella casa de campo, pero era demasiado grande solo para ellos tres, se acoplarían mejor en el nuevo apartamento de las afueras.

Miró el witdget superior de la pantalla, justo encima de la foto: 31 de octubre de 2022. 2:20am. 13°C de temperatura. 33% de batería. Bloqueó el celular y la pantalla volvió a ponerse negra. La alarma de la habitación del señor Fletcher otra vez sonó. Las enfermeras de guardia corrienron, él las alcanzó.

—Está entrando en paro —informa una de las enfermeras.

—Busca los mismos CC de argipresina de la úlima vez e inyéntaselos —ordena el doctor Müller a la chica que se dispone a cumplir con la tarea.

—Nada, doctor, no responde —comenta su compañera.

Müller ve que, efectivamente, no responde, mira el reloj de su muñeca, 2:25am, se niega a dejarlo ir aún. 

—Preparen el desfibrilador, carguen a 200 —toma el aparato —despejen —se apartan y él deja caer la descarga en el pecho del señor Fletcher. Nada. —Carguen a 300. Despejen. —repite la acción y de nuevo nada.

Mira el electrocardiograma plano, siente el interminable pitido corrido del caos pero no se da por vencido.

—Repitamos. Carguen a 300. Despejen —Vuelve a dejar caer la descarga en el pecho de su paciente y esta vez el pitido intermitente sustituye al lineal, y la línea plana en la pequeña pantalla dibuja ahora las elevaciones que estaba buscando.

Un suspiro general de alivio se escucha en la habitación, y las enfermeras se retiran con el equipo mientras el doctor observa la respiración débil pero presente de su paciente.

—Te dije que aún no es tu hora, Fletcher —pronuncia las palabras y pasa la mano por la frente del hombre dormido. Mira nuevamente su reloj: 2:33am. Arropa a Fletcher, inyecta un medicamento en el suero, y lo deja descanando plácidamente.

Luego de volver a preguntar por el chico y comprobar que dormirá al menos hasta medio día, realiza unas cuantas observaciones más de pacientes delicados bajo su cuidado, y se marcha del hospital a descansar. Su turno no es hasta la tarde.

De regreso al apartamento, termina su café ya frío, para mantenerse despierto, y por las prisas que lleva vuelve a tomar la Carretera del Diablo mientras ordena a Siri que realice una pequeña búsqueda en internet y lea la historia del nombre del camino, la que escucha atento mientras maneja.

Resulta que varios testigos juran haber visto aparecerse al mismísimo Lucifer en aquella carretera después de la medianoche, aunque fuentes más exactas dicen que deambula por entre la niebla justo a las 3:33am, siendo esta conocida como: La hora del dablo

El demonio busca atemorizar a los audaces viajeros que se aventuran por esos desolados parajes a tan altas horas de la madrugada. Pero se dice que es justamente en aquellas fechas, cuando la noche de los muertos toma protagonismo en el calendario, que el príncipe de las tinieblas camina entre los vivos buscando la sangre que va a alimentar al Anticristo.

Cada 31 de octubre las personas celebran Halloween, ajenos a que entre ellos camina el verdadero rey del infierno, recibiendo las ofrendas que en aquel apartado bosque le hacen los seguidores de la más oscura secta satánica, conocida como: Los hijos de la noche. Estos encapuchados con perforaciones varias, sacrifican a aquellas personas que le han vendido su alma al diablo a cambio de un favor por su parte.

Cuenta la leyenda que si quieres lograr poder, fama, reconocimiento y riquezas en el mundo de los vivos, venderás tu alma al diablo a cambio de conseguirlo. Lucifer te proveerá de todo aquello que alguna vez soñaste e incluso más, pero poco a poco irá corrompiendo tu alma hasta dejar un vacío agujero oscuro que quedará cuando robe toda tu esencia vital, y entonces, y solo entonces, sus seguidores sacrificarán tu cuerpo en un doloroso y sanguinario ritual, donde esparcirán tu sangre por el bosque y tu cuerpo mutilado servirá de alimento a la tierra; no sin antes haberte hecho sufrir por la pérdida de cada cosa que sí querías, que sí te importaba realmente, a cambio de todo aquello que pensabas querer. Y solo te darás cuenta de que no lo necesitabas cuando ya sea demasiado tarde para volver atrás, porque para ese momento, tu alma no será tuya, tu carne no será tuya, tu sangre no será tuya...

Varias muertes cada año en diferentes ciudades, justo a la misma hora: 3:33am, pero es solo en la última de ellas, justo en aquel lugar conocido como La Carretera del Diablo, cuando el demonio encarna a la bestia de largos cuernos y patas de cabra, para llevarse él mismo a aquella alma que le pertenece. Si te mira, te marca, y de él nunca podrás escapar...

El sonido de un mensaje de texto interrumpió la lectura de la voz automatizada, solo para descubrir el doctor Müller que ya había salido de aquel bosque cubierto de niebla, y estaba cerca de su apartmento.

Yordan Flecher acaba de fallecer, no pudimos hacer nada más, su corazón estaba muy débil. La hora del descenso fue a las 3:33am.

 Leyó aquello el hombre de la perilla y la bata blanca mientras estacionaba su deportibo rojo en el garaje subterráneo donde tomaría el elevador directo a su apartamento. Miró la hora: 3:36am. Un pequeño tic se hizo presente en la comisura derecha de sus labios, y bloqueó el teléfono cuando subía en la cuadrada caja de metal camino a descansar. Hoy había hecho su trabajo como mejor sabía hacerlo, y dormiría con la conciencia tranquila de cumplir siempre y a pesar de todo, con lo que debía hacer... 




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