La carta

La carta

Sabrina, una joven que desde que tiene memoria, ha sido la luz de su familia y la niña de sus ojos de su padre y de su madre, estaba en una casa acogedora, parecido a uno de esos lugares que parecen inmóviles en el tiempo, las paredes estaban hechas de madera, el techo, de paja.

El olor a pan fresco recorría todo el lugar, los murmullos de su familia se mezclaban entre la armonía del lugar, no, no era una casa grande ni lujosa, tenia lo necesario, lo que no necesita ser explicado.

Un día cualquiera, Sabrina y su familia salieron de su pequeña casa con prisa, ella no preguntó y siguió a su padre y a su madre, si estaba con ellos, no tenía nada de lo que temer. Caminó por un largo tiempo, sus pies estaban un poco adoloridos por el esfuerzo, su cuerpo estaba a punto de caer del cansancio, sus labios estaban agrietados por la sed.

Un parpadeo, tan solo un parpadeo fue necesario para que su familia, su casa atrás y las calles desaparecieran, para ella todo era muy confuso, ya no sentían la aspereza de la tierra, ahora sentía la suavidad de la fresca hierba bajo sus pies, sus ojos se abrieron de asombro al darse cuenta de que ahora estaba sola en un bosque.

Aquel bosque era demasiado hermoso, parecía una maqueta de escuela, cada detalle reflejaba una estética muy agradable a los ojos de Sabrina, el viento entonaba canciones antiguas, indescifrables a los oídos, en medio de aquella escena mágica se veían cartas flotar en el aire.

No volaban de un lado a otro, estaban cayendo del cielo, esperando la llegada de aquella que podría usarlas, esperando su destino.

Sabrina estiro delicadamente su mano y una de las cartas vino hacia ella, como si reconociera su energía, apenas la tocó, ella sintió una energía suave que recorrió todo su cuerpo, una luz azul impregno el cuerpo de aquella joven.

La señal era demasiado evidente, las cartas tenían vida y ella podía comunicarse con ellas, tenía la capacidad de usarlas, siendo esto un beneficio, ya que se consideraban como mensajes de los dioses.

Ella tomó tres cartas al azar entre todas las que estaban flotando en el aire.

Las cartas estaban boca abajo, no se podía visualizar el contenido que tenía cada una de ellas, el revés de ellas tenía la figura de una estrella de cinco puntas, símbolo de magia en aquella aldea.

Sabrina tomó la primera carta y de inmediato supo que esa carta no estaba destinada a ella, su intuición no le falló, pues una voz suave le susurro al oído: -Esa carta no es para ti-.

Al escuchar aquella suave voz, su curiosidad no se esfumó, volteó esa carta y vio la imagen que tenía, la carta estaba dividida con una línea negra en el centro, separando la carta en dos mundos, en la parte de arriba estaba la imagen de un bosque iluminado por una luz dorada, reflejando la inocencia; en la otra mitad de la carta había un antifaz negro flotando entre árboles, estaba en la oscuridad.

Por una parte, se evidenciaba la claridad, la verdad, lo que se está sereno y por otro lado en la misma carta se reflejaba lo oscuro, los secretos, lo que seduce desde las sombras.

Sabrina sostuvo la carta por un momento, al ver esas imágenes no sintió miedo, su pecho se contrajo, pues recordó una sensación que ya había vivido antes, soltó aquella carta y esta se desvaneció en el bosque sin hacer ruido.

En sus manos aún quedaban dos cartas, sus manos esta vez estaban temblando, sin saber por qué, pues en lo profundo de su corazón, sabía que esas cartas que sostenía, efectivamente eran para ella, con tan solo verlas, podría reconocer los mensajes que los dioses le querían dar.

En un parpadeo todo comenzó a desdibujarse, no logró voltear las cartas, no reconoció los símbolos ni los colores, de alguna manera pudo darse cuenta de que aquellas cartas aún estaban escribiendo el destino que le esperaba.

En un instante, estaba de nuevo caminando con sus padres, la llevaban agarrada de las manos y escuchó la voz de su madre decir: -Hija mía, por un momento te creí perdida, el bosque encantado por los dioses te absorbió por un instante, pero tu padre logró tomar tu mano a tiempo. -

Siguieron su camino hasta llegar a casa de su tía, por fin pudo descansar su cuerpo y su mente por un momento, el olor a chocolate caliente le dio un ligero alivio a su corazón, miró a su alrededor y observó la claridad de aquel lugar, era bastante acogedor y las risas le recordaban a su hogar.

Al pensar por un instante en lo que vio en el bosque encantado de los dioses, sintió por su cuerpo recorrer aquella misma energía, recordó aquella voz y desde ese instante sintió una conexión más profunda con los árboles, como si a partir de eso, con ellos se pudiera comunicar.

En ciertas ocasiones, cuando Sabrina cierra sus ojos, cree ver una carta más, se queda con la incertidumbre en su mirada, de no saber si una de las cartas de las que sostuvo en sus manos…

…o si es la carta que dejo ir en aquel bosque oscuro.



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En el texto hay: cartas, magia, tarot

Editado: 14.07.2025

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