La carta en la mesa

Prólogo

Él estaba ahí, a punto de ser cortado por la guillotina, gritando a un tono que rompería ventanas. Lo conocía muy bien, su nombre es Fred Fauster, un nombre raro para el país en el que estamos. Su comportamiento a lo largo de su vida siempre fue problemático. Siempre llegaba a casa con una que otra herida, pero siempre con una sonrisa en la cara. Su momento mas impactante fue hace no mas de 2 días, cuando llegó con la cabeza cortada de nuestra madre, la cual, en teoría, había acompañado a la plaza. A mí, sinceramente, no me pareció raro que tuviera la cabeza de su propia madre, mas bien lo inaudito era que estaba llorando de la risa. Momentos después se acordó que mi labor es ser policía. Le dispare en la mano, haciendo que soltara del cabello la cabeza

--¿Qué hiciste? —Le pregunté tranquilamente, a pesar de ya saber la respuesta

No hubo respuesta. Solo la llegada de los vecinos producto del disparo logro disipar el silencio que rodeaba en el ambiente. Para ellos, ese tal Fred Fauster era más o menos un hijo cuya sangre no compartían, pues trabajaban en la misma compañía. Volviendo al presente, dejando de lado detalles irrelevantes, el estaba gritando demasiado. Me resulta una molestia. Es medio triste verlo así suplicar por su vida después de haber acabado con una el mismo, aunque he de admitir que me supone cierta diversión ver que moriría decapitado, al igual que el mismo hizo con nuestra madre. Mientras llegaban los refuerzos de la policía que, por cierto, llamaron los vecinos, el me pregunto qué porque razón le había disparado, que lo hizo por diversión y mas excusas, nunca perdiendo su tono de gracia que lo caracterizaba. Vaya, he dicho que dejáramos el pasado y yo mismo lo he vuelto tocar, que idiota soy. Posteriormente menciono que matar era divertido, que lo había hecho muchas veces sin yo darme cuenta, luego le dispare en la rodilla para que se callara, a lo que él respondió con un grito agudo mientras mi rostro era manchado por su sangre. Ya no le parecía tan divertido matar después de todo, fue lo que dijo cuando lo condenaron.

Lo que mas me genera curiosidad es que dijeron que el entierro de nuestra señora madre seria la misma tarde de la ejecución, un poco rápido a mi parecer. Después de que la cabeza de mi hermano fuera cortada, me dirigí al baño, en donde, en la puerta, se encontraba la imagen de una mujer llorando desconsolada. La mujer era rubia, mas o menos tres cabezas más pequeñas que yo, ojos verdes como la hierva de los jardines reales y con un vestido que cualquiera podría comprar con tres días laborales. Patético. Se giró y vio en mi dirección, con el maquillaje húmedo gracias a las lágrimas y me preguntó:

--¿Tu eres su hermano, cierto?

Respondí afirmativamente y se acercó a mí, con paso lento y bastante débil, ha de haber llorado bastante. Me confesó que ella era su amante, que su nombre era Alisa Dicher y que sabia de los asesinatos, pero estaba tan perdidamente enamorada que no fue capaz siquiera de tratar de hablar con él. Repitió muchas veces que yo era su hermano y eso me provocaron ganas de mandarla a callar. Honestamente, a veces se me olvidaba que era mi hermano, desvaneciendo de mi mente siquiera llamarlo como tal, siempre estaba fuera y solo volvía a las doce de la noche a dormir y luego irse al despertar. Pueda ser que se la haya pasado con esta Alisa Dicher, quien sabe. Ella insistió en acompañarme, pero le respondí que debía dirigirme al sepelio de mi madre, el cual ella no tenia permitido ir ya que, al no estar casada formalmente con mi hermano, no era considerada parte de la familia, y solo la familia podía ir al entierro. Me despedí forzosamente de ella y me fui al cementerio

No obstante, poco antes de llegar, me solicitaron en la oficina de la policía, lo que me obligó a ausentarme del funeral de mi propia madre. Eso representó, obviamente, un cambio de planes, pues mi objetivo del día era asistir al cementerio e irme a casa. Me vi forzado a ingresar a un taxi para que me llevara a mi nuevo e imprevisto destino. Durante el viaje no paso nada digno de mención, más allá de conversaciones triviales con el chofer que me hacía preguntas mientras yo me limitaba a asentir o negar de forma desinteresada. Para ser honesto, tenia mucho sueño y cansancio acumulado, esto gracias al poco tiempo de sueño que pude tener producto del crimen de mi hermano. Finalmente, llegamos a la deteriorada estación, le pagué al taxista, y me bajé sin despedirme.

--Buenas tardes, señor Fauster—Me dijo el tipo de seguridad. No hubo respuesta de mi parte

Es preciso observar, mientras me dirijo a la sala de mi jefe, que esta estación esta en muy mal estado, con ratas y demás animales poco agradables a la vida rodeando los escritorios, cucarachas y más insectos por ahí. Lo mas curioso es que a nadie le parece importar, aunque bueno, poco derecho podía tener yo, que igualmente aguantaba estas condiciones. Mientras avanzaba en un largo pasillo lograba escuchar gritos de un hombre, su voz era muy aguda como para que sea muy mayor, asumí eso y, al voltear en dirección al grito, confirme mi suposición. Era un niño de 15 años llorando y con sangre en su rostro, un ojo morado y además la cabeza visiblemente malherida, como si le fueran arrancado el pelo a tirones. Lamentable y patético a mi parecer. Me quede observando un rato sin darme cuenta de que se dirigían a una oficina que no estaba muy lejos de mí. A lo que el niño hace contacto visual conmigo y grita, desgarrándose la garganta:

--¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡AYUDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!—No lo volví a ver mas en mi vida

Seguí caminando, cruzando compatriotas que me miraban como si fuese basura, a lo que yo les devolvía una mirada indiferente. Es irónico pues soy el único de los aquí presentes que no ha sido capaz de matar a alguien, pero también soy el único que le ha disparado a un miembro de su propia familia. La reacción de esta gente fue igual de deprimente que el ambiente de esta sala, se limitaron a ver con asco como llegaba con mi hermano con un hueco en la piel a la estación y a murmurar al respecto. Poco me importaba. Mientras recordaba, llegue a la oficina de mi jefe. El trayecto a ella fue tranquilo, nadie me hablo y mucho menos me preguntaron sobre mi madre, que estaba siendo enterrada mientras yo estoy aquí, pero bueno, la vida continua, con o sin ella. Toque la puerta, era pesada, y cuando me autorizaron a entrar se abrió lentamente a pesar de poner una fuerza considerable en ella. El jefe de la estación me recibió con una mirada amarga, con las arrugas mas notables que he visto en la vida y con un aura que mas que recordar a un alto mando de la policía, recordaba a un asesino serial. La charla fue corta, sorpresiva y angustiante, pues su inicio ya traía malos recuerdos. Primero se disculpo por hacerme venir a pesar de lo sucedido con mi madre, cosa que no esperaba pues el siempre era ajeno a la vida de sus subordinados, lo siguiente que salió de su boca fue:



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En el texto hay: misterio, asesinato, carta

Editado: 03.02.2025

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