No fue sino hasta que llegue a mi hogar cuando logre asimilar que había perdido mi fuente de ingresos principal. Llevaba 15 años trabajando ahí, en los cuales en ninguno tuve la dicha de lograr algún ascenso u otro logro rescatable. Solo me dedicaba a archivar casos, disparar extremidades, nada interesante. Pasando por las calles del bajo mundo, las cuales eran el camino idóneo para llegar a mi hogar, observe como dos ratas se alimentaban a base del cuerpo moribundo de un anciano, que estaba tirado ahí, vivo y muerto a la vez. Según mi acuerdo contractual, debería reportar la situación, pues es de estricto deber que haya calles sin muertos por ahí, aunque este tipo no está muerto en sí. Bueno, ya no soy policía. Saqué mi arma y le disparé en la cabeza, a quemarropa. No tuvo opción de siquiera intentar hacer algo. El disparo espantó a las ratas, la sangre salpicó y manchó mi uniforme, que fastidio.
Una vez llegada a mi hogar, los vecinos me recibieron con cierta angustia, me preguntaron que, hacia ahí, puesto que el funeral había sido no hace muchas horas. Les dije que no era cuestión de alarmarse y me dejaron irme. Al entrar, avisté la sangre perteneciente a mi hermano, que soltó después del disparo que le proporcioné. Al adentrarme mas en la sala de estar, alcance a apreciar una carta en la esquina de la mesa. Lo primero que pasó por mi cabeza fue que se suponía que llegara en los próximos días, ¿Por qué demonios había llegado hoy mismo? Pero más importante… ¿Cómo entraron a la casa y la dejaron en la mesa?
Mas allá de todo cuestionamiento que pueda surgir en mi cabeza, cierto era el hecho de que nada descubriría si no era siquiera capaz de abrir la carta. Me acerque a la mesa, que se me hacia un tanto mas lejana de lo normal, agarre la carta, que estaba bastante sucia, sin sello, como si no se hubieran molestado en escribirla. La abrí y mi rostro se retorció al ver la primera frase.
Hijo mío, perdona a tu hermano. Ya estoy muerta. El también lo ha de estar. No quiero morir, pero es lo que hay. No hay esperanza a un destino sin sentido. Ve a buscar respuestas. Te lo mereces- Tu padre siempre decía que uno de nuestros hijos terminaría siendo un asesino. Que mal que se cumplió. Te quiero.
Att: Sra. Fauster
Salí corriendo con un animo inusual a la estación de policía. Necesitaba respuestas, mi corazón late extrañamente desde que leí esa carta. No entiendo nada. Mi madre escribió eso, era su letra, pero como demonios sabia que mi hermano seria un asesino. ¿Y que se supone que tenia que ver mi padre? El tipo nos abandonó hace mucho tiempo Me estoy cansando, de hecho, me siento fatigado. No había pasado casi tiempo desde que me dirigí a mi casa, pero bueno. Quizá mi madre escribió eso en compañía de mi hermano, por obligación tal vez. Mierda, se me esta olvidando como pensar. Casi llego, me faltan pocos metros. Ah, he caído. Se me está nublando la vista...
***
Desperté con un paisaje ciertamente familiar. El techo tenía gotas y grietas, parecía que no iba a durar mucho tiempo en pie. Me recibió un tipo que conocía de vista, nunca habíamos hablado, y con desprecio me pregunto qué hacía ahí si me habían despedido hace no mucho más que unas horas, a lo que un tipo que no he visto antes dijo que me encontró desmayado, tirado a una cuadra de aquí y que le parecía inhumano dejarme ahí tirado después de estar tanto tiempo al servicio de la sociedad. Según el, yo estaba con una fiebre impresionante y por consecuente una temperatura altísima. Mi mente se aclaró, y con dificultad dije
- ¿Dónde está el jefe? —Pregunté, casi sin voz
- Se fue al bar
Me levanté, me reclamaron y les tiré unos billetes, que me importa a mí, son falsos. Salí de la estación, como si no hubiera sido empleado de ahí hasta hoy. Giré la cabeza y avisté el bar. Tres cuadras de distancia. Ya había pasado por ese lugar mientras me ponía rumbo a la estación, no me tome la molestia de voltear, no se si seguirá ahí. Mientras cruzaba una calle un taxi casi me atropella, es chofer me gritó y se bajó a pelear. Yo simplemente alce mi uniforme y deje ver mi pistola. No lo volví a ver, pero poco habría importado, dos muertes en mi historial no hubieran afectado a mi vida. En la calle anterior a la del bar, vi a aquel niño que me grito en tono fastidioso, al parecer lo habían dejado libre, pero tenia mas moretones que la ultima vez que lo vi. Me miro suplicante y lo ignoré. Su vida no me hace ni mas ni menos. Llegué al bar finalmente.
El bar tender me miro con cara de quien se encontró la lotería. Ni bien entre y ya quería tomar mi pedido, le pregunte, sobre todas las cosas, si había entrado el jefe de la policía. Me respondió, con tono sospechoso que no conocía siquiera como era el rostro de aquel hombre que había citado. Me insistió, sin embargo, que ordenara algo y que me haría refrescar la memoria, y quizá hablar le aclararía a él también. Mi paciencia no persistió más, saque mi arma, la puse en su frente, y sin importarme nada las miradas de terror y odio de los demás presentes, lo amenacé con que me dijera el maldito paradero del jefe de la estación de policía que era separada por 3 cuadras de este bar. Me observó asustado, sus gafas se empañaron producto de la transpiración de su cuerpo. No fue capaz de responder inmediatamente. Me harté, baje el arma y le dispare en el pie.
La agonía se apoderó del ambiente. Mientras el hombre gritaba, el resto de las personas se quedaron paralizadas ante mi disparo. Era un bar cercano a una estación de policía, seguramente alguien llegaría pronto, me importa una mierda. Miré al bar tender de vuelta mientras sufría en el suelo, le volví a preguntar donde estaba el jefe de la policía. Llorando, me rogó que no lo matara. Eso no fue lo que pregunté, por eso le disparé en el pie restante. Volvió a gritar, que fastidio. Para ese entonces todos habían escapado y solo quedábamos el y yo.
Editado: 10.02.2025