Posaré con delicadeza este papel sobre la tumba y me atreveré a revelar las emociones que no pude compartir en vida. Es difícil empezar una carta sabiendo que tú no la vas a leer, pero es la única forma de expresar todos los sentimientos que guarda mi corazón.
Sé que solo nos conocemos de vista y por haber compartido algunas palabras. Podría haber surgido una bonita amistad, pero un día como otro cualquiera, vi tu reflejo en las ventanas del tren y de repente mi corazón dio un fuerte vuelco. Tú no me viste, y yo de repente busqué otro asiento para esconderme de mis temores. ¿Qué me ocurría? ¿Por qué me asechaban sensaciones que ni si quiera imaginaba? Tardé bastante en aceptar que me había enamorado. Desde entonces he vivido huyendo de tu presencia cada vez que entre las calles nos cruzábamos por azar. Eras como un fantasma que aparecía en el momento menos esperado y convertías mis latidos en una tormenta de extasiante caos. Fue bastante duro fingir un simple "hola", cuando mis labios solo querían declararte un "te quiero", al mismo tiempo que sonreías con indiferente amabilidad. ¿Cómo resistirme al brillo de tu cálida mirada derritiendo mi razón?
Las noches me atormentaban con sueños en los que ambos éramos algo más que desconocidos, que mis caricias abrazaban tus abrazos y mis labios besaban tus besos. Pero viví constantemente luchando contra mis sentimientos, con miedo a que tú me rechazaras y odiaras todo lo que mi triste espíritu albergaba. Los días pasaban y todo lo que intentaba reprimir acababa por convertirse en un monstruo de afilados colmillos que amenazaba con devorarme y si no seguía los designios de mi ser. Fue entonces cuando me di cuenta de que debía ser valiente y confesar aquello que tanto me aterraba.
Por desgracia, cuando ya había asimilado los pasos del camino, la cruenta realidad estalló. La guerra emponzoñaba nuestra tierra y ni si quiera tuve tiempo de escribirte. Me obligaron a luchar en la batalla, igual que a ti. Lo que jamás hubiera imaginado es que tú estarías en el bando contrario y el destino nos acabaría enfrentando. Nunca olvidaré la última vez que nuestras miradas se atravesaron presas del terror. Me apuntaste con el fusil y por instinto disparaste, pasaron unos segundos antes de que me desplomara, en ese instante advertí tu dolor y arrepentimiento antes de desvanecerme en la eternidad.
Aquel día morí, era tan joven y tenía tanto sueños por cumplir, entre ellos confesarte mi amor y desear que me correspondieras.
Hubiese sido tan fácil odiarte y querer que acabaras como yo, sin embargo, nunca te guardaría rencor. Solo eras otra víctima más, controlada por los hilos del egoísmo. Ojalá llegues a leer estas palabras en tus sueños y comprendas mis verdaderos sentimientos.
Te perdono y te libero de la culpa, lo único que me importa es que sepas que te amo como no he querido a nadie. Y el amor es lo único que cuenta, más allá de esta pesadilla a la que llamamos vida. Espero sinceramente que encuentres la paz que tanto te mereces. Sé que no será sencillo superar la aflicción de la guerra, puede que creas que jamás encontrarás tu destino, pero ahora comprendo lo que nunca había querido comprender: nada me separa de la fuente ilimitada que a todos nos une. Y por eso comprendo que acabarás encontrando a otra persona que te entregará lo que yo por miedo no te pude dar.
Perdóname, por no haberme sincerado mientras vivía.
Gracias por enseñarme esta gran lección.
Un alma que te ama sin los límites del espacio y el tiempo.
No olvides que nunca es tarde para despertar tu esencia