La casa abandonada

María siempre había escuchado rumores sobre la vieja casa al final de la calle. Decían que estaba maldita, que cualquiera que entrara no volvía a salir. Pero María no creía en esas cosas, así que una noche, decidió ir a explorarla.La casa era imponente, con ventanas rotas y una puerta que colgaba de una bisagra oxidada. Al empujar la puerta, ésta emitió un chirrido aterrador que resonó en la oscuridad. Adentro, el aire era frío y pesado, como si el tiempo se hubiera detenido.Con una linterna en mano, María recorrió los pasillos cubiertos de polvo y telarañas. Las sombras danzaban en las paredes, dándole la impresión de que alguien la seguía. Pero se repetía a sí misma que no había nadie allí, que todo era producto de su imaginación.Al llegar al sótano, escuchó un susurro. Un escalofrío le recorrió la espalda. "Debe ser el viento", pensó, aunque el aire dentro de la casa estaba tan quieto que era difícil de creer. Bajó las escaleras, su linterna parpadeando cada vez más.En el sótano, encontró una vieja silla de madera en medio de la habitación. Parecía que alguien la había dejado allí a propósito. Mientras inspeccionaba el lugar, escuchó pasos arriba. "¿Quién anda ahí?" gritó, pero no hubo respuesta.De repente, la puerta del sótano se cerró de golpe. María corrió hacia ella, pero estaba cerrada con llave. Golpeó y gritó, pero nadie la escuchaba. Entonces, la linterna se apagó, dejándola en completa oscuridad.Fue entonces cuando sintió una mano fría en su hombro. No pudo ver nada, pero sabía que no estaba sola. La mano se apretó, y un susurro le llegó al oído: "Nunca debiste venir aquí".La encontraron al día siguiente, sentada en la vieja silla, sus ojos abiertos pero vacíos, sin vida. Nadie supo nunca qué le pasó realmente, pero desde entonces, nadie se atreve a acercarse a la casa al final de la calle.Dicen que si pasas cerca por la noche, puedes escuchar el eco de los golpes de María, aún tratando de escapar.