La casa bajo tierra (un cuento oscuro, #0.8)

9

Yvaine estaba rara, o eso era lo que decía su madre. Rhiannon no había notado nada extraño en la niña, pero cuando Iona le explicó lo que ocurría, ella no pudo evitar sonreír.

─Yvaine se hace mayor. Creo que está enamorada ─le dijo a Gawain una tarde mientras volvían al palacio juntos desde la capital.

─ ¿Te ha contado algo? ─preguntó él con el ceño fruncido.

─No, cosa que me resulta extraña, no voy a mentir, pero por lo que me ha contado Iona, creo que es bastante evidente.

Gawain le dirigió una mirada interrogante cargada de preocupación paterna. Rhiannon soltó una carcajada sincera y le contó que Iona había descubierto a la hija que los dos compartían enviando cartas en secreto en varias ocasiones.

─Es más que evidente, está enamorada, la pequeña Yvaine tiene novio o novia. Si fueran para una amiga o un amigo, ¿por qué lo haría a escondidas?

─Tiene quince años ─masculló Gawain.

─ ¿A ti con quince años no te gustaba nadie, querido esposo? A parte de tus amados libros, claro ─rio ella, pero se mordió el labio al ver la inquietud en el rostro de Gawain─. Que tenga a alguien especial no quiere decir que vaya a hacer nada de adultos

─No es eso lo que me preocupa. Bueno, no solo eso ─reconoció poniendo los ojos en blanco─. Es que si descubren lo que es, quién es para

Rhiannon comprendió a lo que se refería. Si Yvaine encontraba a alguien tan especial como para contarle de quien era hija, podría meterse en un serio problema.

─Hablaré con ella ─declaró Rhiannon con tono conciliador─. Sea lo que sea, a mí me lo contará.

Gawain asintió, pero el gesto de preocupación continuó en su hermoso rostro moreno hasta que llegaron al palacio. Delante del escudo de la serpiente y el cardo, su expresión se transformó en una más cara fría e indiferente.

Rhiannon estaba segura de que Yvaine le hablaría de ese feérico tan especial con el que compartía correspondencia. La niña era como su padre, necesitaba un empujón para compartir aquello que callaba con tanto celo, pero cuando comenzaba a hablar, para Rhiannon era como un libro abierto esperando a ser leído. Solo había que tener paciencia para descifrar el idioma en el que estaba escrito.

Rhiannon e Yvaine eran amigas desde antes de que la niña aprendiera a hablar. A las dos les gustaba manchar la alfombra del salón de la casa de Iona con pintura y poner ojos inocentes a la madre de la pequeña cuando las descubrían. Rhiannon había sido la primera en enterarse de los sangrados menstruales de Yvaine y también había sido quien le había explicado los cambios que iba a sufrir su cuerpo a partir de ese momento. Rhiannon fue quien le enseñó a sostener una espada de madera antes de atreverse con armas más peligrosas, la que le enseñó los lugares apropiados para incapacitar a un atacante con la menor cantidad de golpes posibles. Yvaine aprendió a montar a caballo con una de las yeguas de Rhiannon, mientras esta la vigilaba de cerca y corregía su postura.

Había sido Rhiannon quien le había explicado por qué su padre no podía llevarla de la mano ni en brazos por las calles de la capital, ni tampoco en Llanrhidian. Algo dentro de Rhiannon se había astillado al ver el rostro dolorido y confuso de Yvaine después de aquella conversación, pero la niña se había limitado a asentir y a arrebujarse entre los brazos de su amiga.

Porque Yvaine no lloraba, ni siquiera cuando era un bebé, ni cuando se hacía daño físicamente. Yvaine podía ser tan silenciosa como su padre en lo que a los sentimientos se refería. Tan silenciosa como una Maira.

Dos días después de hablar con Gawain, Rhiannon se levantó insoportablemente temprano para ella y con los ojos todavía medio cerrados por las legañas, fue a esperar delante de la casa de Iona e Yvaine a que esta saliera para ir a la escuela. El trayecto entre su hogar y la escuela era el único que Yvaine hacía sola, tanto de ida como de vuelta, y Rhiannon prefería tener aquella conversación sin que sus padres estuvieran presentes, para que se sintiera más cómoda. Además, era el único momento en el que Yvaine tendría la intimidad suficiente para mandar sus cartas secretas.

La intuición de Rhiannon no falló. Se mostró ante Yvaine después de que esta saliera de la oficina de correos, donde se depositaban las cartas y los paquetes para que estos fueran transportados por fear sciathánach hasta sus destinatarios.

─Envías muchas cartas ahora ─saludó Rhiannon saliendo de entre las sombras.

Yvaine aspiró con fuerza, sobresaltada.

─ ¿Qué estás haciendo aquí tan temprano? ─preguntó mirando a su tía con gesto suspicaz.

─Tenía unos recados importantes que hacer ─Rhiannon se encogió de hombros─ ¿Tienes un novio y no me lo has contado? ─se apresuró a añadir antes de que Yvaine pudiera preguntar nada más.

─ ¡Tía Rhiri! ─siseó la niña como si se tratase de una pequeña víbora.

A Rhiannon no se le escapó la mirada rápida que echó a su alrededor, posiblemente para asegurarse de que ningún compañero de clase la hubiera escuchado.

─Oye, a mí puedes decírmelo ─Rhiannon cogió a Yvaine de la mano y juntas retomaron el camino hacia la escuela─. Tienes mi palabra de que no les diré nada a tus padres ni a tus tíos.



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En el texto hay: inmortales, fae

Editado: 07.10.2022

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