El viernes por la noche, no fue el mejor de todos, en realidad.
Alex había llegado de caminar, ya de noche, entró a su casa encontrándose con lo peor que podía presenciar y escuchar.
En este caso, los llantos de su madre. Ella estaba sentada, y con el rostro tapado por sus manos. Lloraba como si realmente no hubiese un mañana. Estaba casi seguro que ésta vez no era por la comida. Y por sus adentros quiso que fuera por aquello.
Esta vez quiso que fuera ese motivo.
Pero no fue así.
Porque cuando se hincó frente a ella y preguntó que, qué había sucedido. Erika, con la voz completamente quebrada, y llorando, dijo:
—Nos quitarán la casa —sollozó—. Nos la quitarán, Alex. Quieren el terreno.
Alex cerró los ojos, y deseó para sus adentros que aquello no fuese cierto.
Lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas hasta aterrizar sobre sus labios.
Eso hizo llorar peor a su mamá.
—Lo siento —le dijo Erika, y le tomó la mano-. Lo siento mucho, Alex.
Intentando no llorar, habló:
—¿Es... es por la deuda, cierto?
Erika asintió completamente dolida. Y Alex apretó sus puños conteniendo las ganas de romperlo absolutamente todo lo que había a su alrededor.
Su mamá se levantó rápidamente para ir hasta su habitación y poder llorar en paz, dejando a Alex solo.
El castaño caminó hasta ella, y trató de calmarla.
—Mamá... cálmate, y dime, ¿cuánto es?
Ella sentada en su cama, respondió:
—Once mil dolares. ¿Dónde conseguiremos esa cantidad?
—Oh... —se cubrió el rostro frustrado—. ¿De verdad?
Quería desaparecer en este instante. Ella asintió, y realmente comenzó a llorar devastada.
Porque once mil era una cantidad enorme para él. No llegaban ni en sueños.
Su mamá lloró hasta dormirse.
Y él seguía sin reaccionar, tuvo que salir de su casa para tomar aire. Porque pensó: "¿Y ahora?", le sacarían la casa. Está bien, no era la mejor de todas, pero era lo único que tenía para vivir. Su madre y él se mantenían con vida allí, y si le quitaran aquello... No había dónde realmente ir.
Saliendo de su casa, llegando hasta la acera, se sentó encima de un tronco enorme. Y sin poder más, lloró. Lloró mientras sus manos tapaban su rostro. Sollozó en silencio porque de verdad no quería llamar la atención de alguien pero fue imposible, el ruido que salía de su garganta al llorar; se oía hasta la otra cuadra. Se cubrió el rostro, y quiso morirse en ese instante de saber que ya no tenía nada.
—¿Qué hago ahora? —se preguntó en sollozos-¡Maldición! -exclamó completamente dolido.
Sintió una mano en sus hombros, y la quitó bruscamente muy asustado. Debido a la oscuridad, no pudo ver quién era.
Esa persona habló sorprendiendo a Alex por completo. Y dijo:
—¿Alex? ¿Qué...?
Sin embargo, Alex abrazó a Allison de repente y acomodó su rostro en el hueco del cuello de ella, cerrando sus ojos fuertemente deseando, una vez más, que todo fuese una pesadilla.
Allison se sorprendió. Al principio no correspondió al abrazo pero poco a poco comenzó a colocar sus manos delicadas en la espalda de Alex brindándole apoyo.
—Necesito estar bien —musitó en un tono muy triste—. Necesito que todo se arregle.
La rizada dejó que Alex se calmara por unos minutos, hasta que el castaño reaccionó de que estaba abrazando la mismísima Allison Wagner.
Se separó de ella secándose el rostro con sus manos y respirando profundamente.
—Lo siento —susurró—. No debí abrazarte. Lo siento. No volveré a hacerlo.
Ella asintió en silencio, y luego dijo:
—¿Qué te sucede?
Al recordar su motivo de llorar, cerró los ojos lentamente. No estaba en condiciones de hablar pero lo iba a hacer.
Se levantó del suelo para estar en la luz un poco, y ella se levantó también quedando frente a él.
—Me quitarán la casa porque quieren el terreno —le dijo a Allison con lágrimas en sus ojos.
Ella pareció sorprenderse bastante, y dijo:
—¿De verdad?
Alex asintió muy dolido.
—Qué...
—Qué bien, ¿cierto? —le dijo Alex, y de repente se sintió tan molesto-¿No estás contenta? Por fin me quitarán esa desagradable casa -dijo enojado mirándola a los ojos.
—Alex, no es m-
—¡No! ¡Claro que no! —elevó la voz—. ¡Estoy molesto!
—¡¿Por qué?! —exclamó ella ahora molesta con él—. ¿Eh?
—¡Sólo quiero romperlo todo! ¡Soy completamente insuficiente para mi madre! —gritó con sus ojos llorosos, y señaló su casa—. ¡Mira eso! ¡Mira! ¡Me quitarán lo único que tengo! ¡¿Dónde iré, Allison?! ¡No tengo nada! —gritó, y mordiéndose el labio para no sollozar—. Y tú... has pasado la mitad de tu vida divirtiéndote con esto. Deberías estar feliz de mi patética desgracia.
Allison lo miraba. Parecía bastante sorprendida y conmovida. No podía ni siquiera reaccionar. Lo miraba como si... algo se hubiese roto en ella también.
Y otra vez no pudo decir más.
Alex la miró, y negó con la cabeza.
—Ni sé por qué hablo contigo —dijo en un tono molesto e hizo ademán en irse.
—¿Por qué? —preguntó Allison haciendo que Alex se detuviera—. ¿Por qué te la quitarían?
—Por una deuda —habló él sin mirarla—. Por una deuda que no podemos pagar.
—¿De cuánto?
Volteó para mirarla.
—¿El precio importa? No hay dinero, Allison. Así sea de cien dolares —dijo—. No podemos pagar nada. ¿Sabes por qué? Porque me cuesta pagar hasta una barra de cereal. ¿Cómo haré para ayudarla? ¿Cómo haré para conseguir once mil dolares? Quiero vender algo y ni vendiendo algo llegaría porque...
Se rindió. ¿Para qué iba a explicarle tanto? Allison lo miró a los ojos.
—¿No pueden... no pueden hacer nada?
—No... no, claro que no. Esto... esto es de hace años, nos advirtieron pero no pensé que realmente... re-realmente —tomó aire, y paró de hablar—. Quiero irme.
Y comenzó a caminar para entrar a su casa.
—Alex —llamó.
Él volteó sin paciencia, diciendo: