La casa de calle Balington

La casa de calle Balington

28 de Julio 2018  
12:23 a.m.  

Hospital Psiquiátrico Dr. Freeman  
-Puente Alto-  
Santiago-Chile.  

U.T.I.E.M. (Unidad de tratamientos intensivos para enfermos mentales)  

— Benjamín por favor, ¡ya basta! ¡Permanece quieto un momento! Ya sabes como es esto. Si el doctor Lumiere se entera que no has recibido la medicina, tendrás que volver a la celda de aislamiento. —exclamó molesta y desesperada la enfermera a cargo de la unidad de tratamientos intensivos. 

— ¡Grrr... Nooo, suéltenme!, ya se lo dije, no estoy loco. ¡Suéltenme! Usted no sabe... ¡Yo no debería estar aquí ¡Ya Déjenme! —respondió alterado el joven entre forcejeos y gritos. 

— ¡Por el amor de Dios, Pamela ayúdame con él! Necesito atarlo a la camilla de otra forma no podré suministrarle la dosis de olanzapina. —manifestó preocupada la enfermera a cargo mientras ataba, con ayuda de su compañera, los brazos y piernas del joven en cuestión. 



Cuatro meses antes...  

Estábamos convencidos de que aquella aventura traería consigo ciertas regalías y algo meramente riesgoso, pero nunca una experiencia tan inimaginablemente perturbadora y llena de horrores como la de aquella noche. 


Thomas, Edward, Rachel y yo, habíamos oído el rumor de que un extraño suceso había acaecido en la abandonada casa de calle Balington, cerca de la 13th avenida, en el poblado de River Hall. 

Y es que no pasó mucho desde la vez que efectuamos una exploración urbana al interior de una casa sin moradores. En aquella ocasión, recuerdo que obtuvimos un botín más que significativo y revelador; una serie de siete cuadros muy antiguos que databan de 1920, un tarro de conservas con una enorme colección de monedas europeas, un diario de vida de una tal Alison Mc Gregor, y un álbum de fotos con una historia familiar tanto o más antiguos que los mismísimos cuadros. 

Como era nuestra costumbre, las cervezas y cigarrillos no tardaron en proponer una nueva y emocionante excursión si eso ameritaba escapar de todo y de todos. 

Nuestra banda ya era conocida. Nos hacíamos llamar los Cuervos. No teníamos miedo a nada ni a nadie a pesar de nuestra corta edad. Siempre por las noches salíamos a recorrer los oscuros callejones en busca de alguna "recompensa" y, cuando no la obteníamos, buscábamos aventuras en algún rincón exento de moradores, por lo general, lejos...muy lejos de los empañados ruidos de la ciudad. 

El rumor de aquella casa llegó una tarde en boca de Rachel. Nos habíamos reunidos, como solíamos hacerlo, en el antiguo deshuesadero de vehículos de Dear Florence, cerca de River Hall. Nos juntábamos allí casi siempre a discutir y reír sobre nuestras vidas y, entre otras cosas, a emborracharnos mientras corríamos por sobre los vehículos desmantelados. 

— ¡Hey, Chicos! Ha que esta vez no me alcanzan! —gritó Rachel mientras brincaba de un vehículo a otro con una botella de cerveza en la mano.  
En complicidad con Thomas y Edward, apostábamos quién de los tres le arrebataba primero la botella a nuestra pelirroja amiga, y como era lógico, Thomas, quien guardaba cierto interés en Rachel, hacía notar su destreza sobre los autos y chatarras al momento de competir con ella. 

Ese día, habíamos propuesto realizar una exploración urbana a la mencionada casa de calle Balington. Nuestros bolsos contaban con todo lo usualmente utilizado para nuestros recorridos además de otros implementos en caso que, por alguna razón, nuestra aventura no nos fuera auspiciosa. 

La noche había llegado a nuestros relojes anunciando las 10:30 p.m. Todo comenzaba a cubrirse con un tímida bruma sobre los cielos de la ciudad. El frío no nos era extraño dada la estación y al hecho de que siempre nos manteníamos en movimiento o bien haciendo algún choque de botellas en alguna esquina para entrar en calor. 

Todo estaba listo, incluso nuestra alocada emoción que, entre pláticas irresueltas y divagaciones, ya se imaginaba un suculento botín para nuestra afanosa colección. 

Nuestras luces nos condujeron calle abajo, entre escombros y pastizales, hasta la intransitada calle Balington. El cielo estaba cubierto de nubes negras que zigzagueaban cada cierto tiempo rompiendo los cielos con un tímido brillo en compañía del nuestro. No fue si no después de unos minutos que, intentando dar con la dirección, la luna se abrió sorpresivamente como un abanico revelando la fachada de la casa y sus inquietantes jardines. 

Se notaba que era un lugar muy antiguo y solitario. Los árboles del ante jardín parecían no florecer desde hacía mucho tiempo. El gran portón de barrotes y concreto daba cuenta de los años o quizás décadas de abandono y desolación. Fue por uno de estos barrotes doblados y oxidados que pudimos entrar sin impedimentos hasta el jardín. 

— Wow, vaya que si es tétrica esta casa. —dijo Edward mientras paseaba su linterna de un lado a otro por sobre la planta baja del inmueble. 

— De seguro ha de haber algo más que cuadros y moneditas. —agregó Thomas sonriendo mientras iluminaba con su linterna el rostro de Rachel. 

— Y qué demonios estamos esperando entonces. ¡Vamos! —concluyó Edward mientras todos nos movilizamos hasta la puerta principal. 

La puerta era tanto más añosa que los propios alrededores. Habían marcas que daban cuenta de posibles intentos de saqueos y otras simplemente por el innegable tránsito de insectos y roedores. Rachel, era de nosotros cuatro quien más lucía entusiasmada con la idea de ingresar. 

— ¡Listo! ¡Qué les parece! Aún no he perdido el estilo. —exclamó Thomas al abrir mediante forcejeos el gran candado que bloqueaba el acceso principal. En tanto Edward y yo, una vez arrancadas las cadenas que abrazaban el marco de la entrada, empujamos, ayudados de nuestros hombros y pies, las pesadas puertas rechinantes y carcomidas por las eternas termitas. 

La visibilidad fue casi imposible en un comienzo, nuestras linternas apenas lograban romper la espesura polvorienta y miasmática del entorno. 

El holding principal era enorme. La mayoría de los enseres y objetos de adorno, se hallaban dormidos bajo cubiertas de sábana y cortinas que, abrazadas por el polvo y enmarañados insectos, mostraban el pétreo paso de los años escondidos. 

— Wow..., miren todo ésto. Debe haber...¡ARAÑAAAAS! —exclamó Thomas sonriendo mientras asustaba con su linterna a Rachel. 

— ¡Ya basta! Eres un tonto. Por qué mejor no nos dividimos y vemos que hay aquí adentro. De seguro habrá algo más interesante que ARAÑAAAS. —respondió Rachel con sarcasmo golpeando con su linterna uno de los hombros de Thomas. 

— Ok chicos, este es el plan. Edward tu irás por las escalas hasta la planta alta, mientras que Thomas explorará el ala norte de la casa. Rachel, tu irás hacia el lado Sur para luego reunirte con Thomas. Yo en tanto me quedaré en el holding principal a investigar un poco más y ver si descubro algo que valga la pena. Recuerden sincronizar sus relojes. Nos reuniremos aquí en tres horas más. Suerte a todos. —manifesté claramente entusiasmado al igual que el resto del grupo, y más aún, cuando todos comenzaron a disipar sus linternas en una loca carrera al interior de la casa, en aquella siniestra y oscura antigüedad. 

— Válgame Dios, pero que tenemos aquí. —susurró Edward al acceder al segundo piso y encontrarse cara a cara con un pasillo de 13 puertas; seis de ellas frente a cada muro, y una al final de aquel lúgubre e inquietante tránsito. 

— Mmmm... Creo que elegiré la última puerta. —pensó sin cuestionarse demasiado mientras caminaba sigilosamente a través del pasillo, zigzagueando su linterna. 

Recuerdo que Edward me comentó que no le fue en lo absoluto difícil acceder por aquella puerta, incluso aseguraba que ésta se había entre entreabierto segundos antes de que su mano derecha alcanzara la manilla. Me decía que al principio no sintió miedo, si no después de haber visto aquel horror al interior de aquel cuarto. 

— ¡Ahhh, maldito aparato! ¡No me falles ahora! —exclamó Thomas, claramente molesto, al ver la intermitencia de su linterna justo al momento de llegar a su destino. 

En tanto propinaba insultos y golpes a aquel objeto de luminosidad, una figura oscura de movimientos erráticos y quebradizos se desplazaba velozmente por sobre su cabeza, de un extremo a otro, sin que éste lo notara. 

— ¡Maldita sea, funcionaaa...! Ah, vaya... ¡Por fin! —agregó, luego de conseguir después de varios intentos que su linterna alumbrara. 

Mientras, desde el otro extremo de la casa, Rachel paseaba y jugaba con su luz al compás de una melodía...  
— (🎶 Uh yo, yo, I wish today it will rain all day... Maybe that will kinda make the pain go away...🎶) Wow... pero qué diablos es esto... —exclamó sorprendida y en voz baja al encontrarse de cara con un extraño objeto de vidrio de forma cilíndrica y de gran tamaño apoyado sobre una pared en posición vertical. Curiosa y atónita por tal semejante descubrimiento, Rachel se acercó al objeto lo más próximo que pudo junto a su linterna notando que desde su interior podían verse inusuales sombras flotando dentro de un líquido verde rojizo fosforescente, que cada cierto tiempo, se sacudían abruptamente imitando los sonidos y pulsos cardíacos. 

— Creo que será mejor decirles a los chicos lo que acabo de... ¡Ahhhh...!  
De pronto, un grito escalofriante y conocido se hizo escuchar en los alrededores y oídos de Thomas, Edward y míos. Sin duda, correspondía a la voz de Rachel. Perturbados y atemorizados ante el pensamiento de que algo malo le pudo haber ocurrido, Edward bajó corriendo por las escalas hasta toparse conmigo en el holding y luego con Thomas, quien de los tres se notaba mayormente afectado. 

— ¿Dónde está Rachel? ¿Qué le ha ocurrido? —gritaba y repetía Thomas mientras posaba la luz de su linterna en nuestros rostros. 

— ¡Por favor Thomas, ya cálmate! —respondí claramente nervioso por no contar con una respuesta. 

— No sabemos qué ha pasado con Rachel, sólo escuchamos un grito agudo dentro de la casa. Pensamos que se trataría de ella, pero no hay seguridad tampoco. Ahora lo que debemos hacer es ir por ella y cerciorarse que todo esté bien. —concluí forzosamente más calmado, aunque no por mucho. 

Mientras buscábamos y recorríamos el ala sur de la casa, extraños ruidos comenzaron a manifestarse desde el corazón de los muros, pincelando nuestros pasos, con algo más que dudas y temor. Había en todo una perturbadora y desagradable sensación a ser vigilados. Cada sombra que disipaba con el barrido de nuestras linternas sólo aumentaba el desconcierto de no saber el lugar exacto donde se hallaba Rachel. 

3:12 a.m. 

Había transcurrido un poco más de dos horas desde la desaparición y búsqueda de Rachel al interior de la casa. Parecía como si hubiese sido tragada por el antiguo y profundo sueño de las paredes. De todo aquello, lo único hallado al costado de un pasillo, fue su equipo celular y unos audífonos. Pero de Rachel, nada. 

Fue entonces cuando comenzamos a caer en desesperación. 

— Maldita sea, Benjamín. ¿Por qué la dejamos sola? —manifestó Thomas lleno de rabia y confusión. 

— Si hubiésemos ido en grupos de a dos, esto jamás hubiera ocurrido. Pero tú tenías que tomar la decisión, ¿cierto? Tú tenías que separarla del grupo. —agregó cada vez más exaltado y fuera de sí, al punto de estrellarme contra un muro con la clara intención de agredirme. 

— ¡Hey, hey, hey...! ¡Ustedes dos, ya basta, no! ¡Me parece que no es la mejor manera de buscar soluciones, y menos si queremos hallar a Rachel!... ¡Cálmense! —exclamó Edward a viva voz intentando tranquilizar los ánimos entre Thomas y yo. 

— Ok chicos... ahora respiren, dense la mano, y volvamos a lo que estábamos. Lo primero que les pediría, sería conservar la calma y la cordura entre nosotros, creo que sólo así podremos tener éxito en nuestra búsqueda, y lo segundo, nos separaremos para explorar lo más rápido posible, cada rincón y área de esta esta casa, tomando como punto de encuentro el holding principal a las 4:15 a.m. Pasada esa hora, si alguno de los tres no ha llegado, el resto irá en su búsqueda. Pronto amanecerá y no quisiera salir solo de este maldito lugar. —agregó Edward con algo de preocupación y mesura al mismo tiempo. 

Dicho esto, los tres nos separamos, según lo acordado, para ir en búsqueda de Rachel. Daba la impresión que, con el paso de los minutos, la casa se tornaba cada vez más oscura y siniestra. 

— ¡Rachel...! ¡Rachel...! —gritaba Thomas una y otra vez mientras recorría velozmente los pasillos del sector sur. En tanto desde el otro extremo... 

— ¡Hey, cuerva! ¡Somos nosotros!, bueno, quiero decir Edward. Si me oyes, por favor, danos alguna señal de que estás bien. Trata de hacer ruido o sonido de golpes para poder orientarnos. —gritaba Eduard mientras recorría el segundo nivel de la casa. 

Y en tanto ellos buscaban, yo me hallaba oculto en el sótano, semi desnudo, tendido sobre un colchón viejo, intimando con Rachel.  
Si, lo habíamos planeado hacía un tiempo. La casa, la búsqueda, todo... Ella siempre gustó de este tipo de riesgos. Le encantaba sentirse atrapada y en peligro, sin desmerecer el afecto y preocupación que intuía de Thomas, si no por el hecho de romper las reglas. De sentirse dueña de la situación. De ser ella misma. 

— Por cierto, ¿de dónde sacaste la idea de poner ese estanque de vidrio? Vaya si que me diste un susto. Es realmente alocado...pero me encanta. —manifestó Rachel mientras besaba mi cuello y pecho, sin yo comprender mucho a que se refería. 

Para cuando habíamos acabado y todo daba pie a convertirse en una noche perfecta, unos sinuosos ruidos, casi imperceptibles, pero suficientes como para alertarnos, cambiaron abruptamente nuestro sentido de la realidad y de aquello en lo que no dábamos crédito. Algo o alguien, que no era Edward ni Thomas, se paseaba con anacrónicos pasos por el holding principal. 

— Oh, por Dios Benjamín. ¿Qué ruido es ése? —exclamó Rachel asustada, susurrándome al oído y abrazada a mi cuello. 

— No lo sé... iré a ver. No te muevas de acá. Sólo permanece en silencio, ok. —respondí mientras besaba y mordía suavemente sus labios y lengua. 

Al subir los escalones de madera, justo a mitad de camino, un nuevo sonido aún más perturbador se hizo notar desde el carcomido techo del sótano con singular insistencia. Estaba paralizado por el terror. 

Al voltear la mirada en dirección a Rachel, pude ver y sentir como su rostro se tornaba cada vez más pálido y asustadizo contrastando con su torso desnudo y azulino que brillaba por efecto de la luna tras ingresar por una pequeña ventana que daba al exterior. Parecía un extraño y macabro juego, uno nuevo, del cual Rachel y yo no teníamos implicancia. 

— Shhhh...no hagas ruido. Sólo permanece tranquila mientras veo de que se trata. —susurré con algo más en las entrañas que sólo miedo. 

Tras completar el último peldaño y girar la manilla que me conduciría hacia la planta superior, un silencio volátil y por momentos perturbador pareció enjuagar mis pasos en medio de los estrangulados paredones y los dormidos cimientos al igual que a mi solitaria y vaga idea de que todo tenía una narrada explicación. Alguien a parte de nosotros se hallaba al interior. 

La siniestra oscuridad, por otro lado, sin el apoyo y compañía de Edward y Thomas, hizo que la atmósfera se volviera más y más nauseabunda y asfixiante, sobre todo si sus voces habían dejado de escucharse.  
No tardó mucho el miedo en transformarse en psicosis y su asedio en un indigesto terror paralizante. Al infringir la casa con sus nombres en voz alta, unos golpes y rasguños, provenientes del segundo nivel, comenzaron a oírse con incisivo aumento en medio del estruendo que provocaban sobre los muros y el piso. Estaba claro que no eran ellos, por lo que no dude en refugiarme bajo las polvorientas sábanas que cubrían el gran comedor. Allí, bajo el gran mesón, sin apoyo de luz más que del escaso y tímido brillo de la noche, pude distinguir una figura aterradoramente inquietante descender por las escalas. En principio pareció detenerse en los tres primeros escalones, pero luego avanzó tan rápido como si flotara sobre ellos. El horror había penetrado en mis venas con cada zumbido que escoltaban mis oídos. 

Aquella figura sin huella ni rostro asediaba con sus largos brazos y tentaculares dedos las roídas y deshilvanadas alfombras como así sus vacíos pasos los cuales retardaban el tiempo de mi estupor y locura. No había nada que diera respuesta a una pregunta fugitiva y desheredada de la razón. Aquello no era humano y en consecuencia no guardaba similitud con Edward o Thomas. Abrazado al temblor de mis piernas ante una apremiante proximidad, en la rigidez de mi cuello a causa del horror, orienté mis ojos desencajados en dirección sur y luego... comencé a correr. 

Al girar mi torso mientras corría, pude ver como aquello se adosaba, cual si fuera una gigantesca araña rodeada por un manto oscuro y oscilante, sobre los muros y techo con desarticulada velocidad. 

No fue si no hasta llegar a un extraño pasillo que, tras ingresar en él ayudado por mi linterna, el gran telón que aun me soportaba sobre la siniestra realidad se convirtió en demencia absoluta. Dentro de un gran estanque de vidrio, flotando en un extraño líquido indigesto y fluorescente, los rostros y cuerpos mutilados de Edward y Thomas aparecían traslúcidos golpeando en su eterno naufragio la pared curva de aquel objeto de horror. Al retroceder, una abominable sensación a muerte me erizó la piel. Vi que Rachel se hallaba de pie al final del pasillo con las manos escondidas, de frente e inmóvil mirando el rincón de una sucia y oscura pared. El ahogo que me provocaba aquella visión y mis incontrolados latidos eran indescriptiblemente vertiginosos , sólo después de acercármele con vencidos pasos de agobio, pronunciado algunas incoherentes y tímidas palabras, la irrealidad se convirtió en algo mas tangible, oscuro e inenarrable. 

— ¿Rachel...? ¿Rachel...? —repetí varias veces mientras mis ojos y mi voz no dejaban de sollozar. 

— ¿Puedes oírme...? ¿Cómo es que llegaste hasta aquí...? Oh, por Dios Rachel, dime algo...¡Rachel! —grité con mi último hálito de cordura hasta que ella volteó. 

— ¡Pamela, agarrarlo de los brazos mientras le ato las correas a sus pies! ¡Benjamín, por favor, quédate quieto sólo un momento. —exclamó la enfermera tras no conseguir por ella misma tranquilizarlo. 

— ¡Oh, por fin! Gracias Pamela. Ahora estando inmovilizado podré suministrarle el fármaco que el doctor Lumiere me pidió encarecidamente. Benjamín, necesito que me escuches y que logres entender, solo permaneciendo quieto y recibiendo la medicina, tu tiempo en este hospital podría acortarse. —manifestó la enfermera a cargo claramente más calmada. 

— Usted no entiende... ella vendrá ¡Y todos en este hospital morirán! —exclamó Benjamín a tono de grito mientras recibía en uno de sus brazos el fármaco programado. 

— ¡Doctor Roger! ¡Válgame Dios, que alivio! Me alegra que al fin usted esté aquí. Justo le platicaba a Benjamín la necesidad del fármaco y la implicancia que tendría sobre su permanencia, además de.... 

— Suspenda el medicamento inmediatamente. —interrumpió el doctor mientras observaba lastimero el rostro de Benjamín. 

— Ya no hay nada que podamos hacer por él. Su caso pasó a la gobernación provincial y quieren que esté la próxima semana ante el tribunal supremo para leer su veredicto. Fue acusado y sentenciado a muerte por triple homicidio luego que fuera alertado y hallado por algunos vecinos de la casa abandonada de calle Balington, arrastrando los cuerpos de tres jóvenes en los alrededores del recinto. Es una verdadera lástima. —agregó el médico mientras éste y la enfermera miraban los abstraídos ojos de Benjamín sobre el techo el cual no paraba de repetir, Araña...Araña...Araña...




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