El miedo es un sentimiento muy humano, muchas veces ligado a la cobardía, sin embargo, también es algo que nos sirve como un método de protección, aquello que nos avisa cuando algo no va bien y activa la adrenalina en nuestro cuerpo para poder escapar, justo como quiero hacerlo ahora de la casa de la abuela, una mujer dura, un poco fría pero, la entendía. Había sacado a mi madre y tías, en su mayoría; ella sola tras la muerte de mi abuelo, en un pueblo marcado por el machismo, tuvo que ser dura.
Quizás fue ese carácter tan duro lo que ocasionó un quiebre entre mi madre y ella, uno que incluso, después de la muerte; nos sigue afectando a todos.
Empiezo a creer que ese fue el inicio de una serie de eventos desafortunados, que quizás si fuese más dramática, serían desastrosos. Para empezar, la abuela había muerto unos días antes de que una pandemia azotara el mundo y nos mandarán a cuarentena, después, la empresa en la que laboraba mi padre tuvo que hacer un recorte de personal, dejando a mi padre sin trabajo y a nosotros sin hogar, porque la casa era de la compañía.
Nos costo un mes salir de Canadá y volver a México, lugar de origen de mis padres y de mi hermana mayor.
- La casa no esta tan mal, al menos tiene los servicios básicos –dice Leana, mi hermana mayor una vez que terminamos de guardar nuestra ropa.
- Supongo –me encojo de hombros, nuestros cuartos estaban conectados por una pequeña puerta de madera. La casa tenía encanto, era vieja, de esas que podías ver en las películas antiguas, se mantenía bien conservada, y que decir de los muebles, de un sobrio café oscuro con un tapiz de flores blanco, un contraste interesante y hasta elegante.
- Que bajen a cenar –Ethan asoma la cabeza.
- Vamos –digo tras suspirar, habíamos llegado antes del anochecer, sólo podríamos desempacar y mañana inspeccionaríamos la casa con más detalle.
Salgo seguida de mi hermana, al bajar por las escaleras notamos de nuevo el crujir de la vieja madera, supongo que terminaremos por acostumbrarnos al ruido.
Tras terminar de cenar, nos dirigimos a dormir, me siento lo bastante cansada como para hibernar, pero también lo bastante incómoda para hacerlo, así que me acuesto, coloco música relajante e intento poner mi mente en blanco. Mis ojos comienzan a pesar, de a poco comienzo a quedarme dormida, hasta que un fuerte golpe en el techo me hace brincar sobresaltada, me siento mirando a todos lados, mi corazón latía errático, ¿podría ser un ladrón? Salto al escuchar otro golpe, y luego otro, y otro más, pero esta vez en mi ventana. Me pongo de pie y me asomo, miro con sorpresa que llovía y caía granizo, suspiro aliviada, seguro el techo era de un material ligero, por eso se escuchaba tan fuerte. Cierro la ventana y me acuesto a dormir, mañana tengo clases temprano, no quiero ir con cara de zombie.
Editado: 05.11.2021