Me había despertado muy temprano, tenía sueño y casi no escuchaba a mi profesor de cálculo diferencial, menos mal la clase se grababa, ya la escucharía después, en algún punto me quede dormida envuelta en una cobija.
La casa estaba en silencio, mis hermanos aún dormían, mis padres habían salido al negocio de la tía Ana y sólo podía escuchar el sonido de los pájaros, algo que termino por arrullarme.
Unos dedos fríos se posaron en mi cuello, logrando que diera un respingo molesta y algo asustada, me gire para echarle la bronca a mi hermano, cuando note que en el pequeño despacho no había nadie, frunzo el ceño, quizás fue una corriente de aire, la casa estaba algo lejos de las demás, por tanto, estaba fría.
Tras despedirnos del profesor, decidí ir por un café antes de mi siguiente clase, era mi favorita hasta ahora, mecatrónica.
La cocina era cálida, quizás porque le daba de lleno el sol. Bostezo mientras espero a que el agua termine de hervir, mi madre solía agregar una barrita de canela, decía que el café sabía mucho mejor, y no lo dudaba en absoluto.
Giraba la enorme taza vacía, había colocado café y leche en polvo, era un sabor delicioso; la puerta se abre y golpea contra la pared, haciendo que de un salto y casi suelte la taza. Miro hacia el lugar pensando que quizás era uno de mis hermanos, me sorprendo al ver que no hay nadie. Intento calmar mi respiración, seguro fue el viento, esta casa es vieja y seguro hay una que otra corriente.
Me giro y apago el agua, la vierto en la taza, tomo una pieza de pan y me dirijo a la biblioteca para terminar mis clases del día.
Editado: 05.11.2021