La casa de la bruma

2. San Telmo

El barrio de casas antiguas se desplegaba detrás del antiguo puerto, ahora destinado a barcos de cabotaje, que llamaban Puerto Madero. Por esta obvia razón fue llamado otrora el barrio del puerto.

Construida originalmente con el nombre de Iglesia Nuestra Señora de Belén, hoy en día se la conocía como Iglesia San Pedro Telmo. Su nombre daba la denominación al barrio, construido alrededor del 1600 junto con otros barrios con los que conformaron El Alto (por su posición elevada en las tierras bonaerenses).

Jesuitas, Bethlemitas, iglesia, hospital, cárcel, mercado, Parque Lezama, residentes pudientes… Varias eran las palabras que podían conformar una aproximación semántica del barrio San Telmo. A partir de 1871, también se puede agregar a la lista de palabras la fiebre amarilla. La enfermedad azotó la ciudad de Buenos Aires durante varios años. Al llegar a los barrios de El Alto, persiguió a sus habitantes hasta hacerlos abandonar sus hogares. Los desplazados, que tenían residencias de verano en barrios fuera del ejido urbano, se trasladaron allí. Así fue que se poblaron barrios del Gran Buenos Aires como San Isidro. Mientras tanto, los inmigrantes ocupaban las habitaciones abandonadas de las casonas de San Telmo y las transformaban en conventillos, que significaba casas donde vivían personas de escasos recursos, y eran también conocidos como inquilinatos.

El hilo que unía los barrios de San Telmo y San Isidro no solo se remontaba a los años de fiebre amarilla sino que seguían siendo actuales. No todos los habitantes de los conventillos y ni siquiera una parte de los residentes de las viejas casonas elegantes podían conocer la existencia de esta nueva unión, ya que estaba reservada solo a unos pocos afortunados. Pero esa era una historia que todavía estaba tomando forma y de la que todavía no se podía hablar.

Antes de que algún residente de San Isidro irrumpiera en su antiguo barrio por herencia, la familia Fiore se instalaba en una habitación del conventillo Verdini, regenteado por don Luigi. El cuarto que les había tocado tenía una cama grande y una pequeña. Papà y mamma se miraron, y decidieron que harían de ese trozo de suelo americano su nueva patria. Ni la falta de camas ni compartir el baño con extraños robarían los sueños de paz que los habían alejado de la guerra en Europa y hecho subir al barco con apenas un puñado de sus pertenencias.

El conventillo estaba en la Avenida Paseo Colón llegando a la calle Cochabamba. Estaba a dos cuadras del Parque Lezama. Allí podrían jugar Giorgio y Claudio, juzgó la mamma, mientras no fueran épocas de colegio. Amelia, de la habitación cinco, le había recordado que acá los niños iban a la escuela. Por suerte Ada había traído consigo el diploma del colegio que había cursado hasta los doce años. Ya le serviría de algo.

Papà dejó pronto la habitación al cuidado de las mujeres, como debía serlo según los mandatos patriarcales de sus antepasados. En el comedor común se encontró con otros hombres que también dejaban los asuntos del orden a las mujeres. Se sentó a la mesa y un hombretón moreno le pasó un cigarrillo. Comenzaron a hablar en italiano.

Devi impare la nuova lingua (Debes aprender la nueva lengua) —dijo finalmente Dante, que así se llamaba el hombretón. Solo así conseguiría un trabajo decente. Mientras tanto, él hablaría con su patrón, el dueño de una fábrica ropa, con la esperanza de ubicarlo de sereno o de limpieza.

 

San Telmo resultó ser una pequeña Europa en sí mismo. Cada conventillo hablaba un idioma distinto, y al caminar por las calles se veían colores, se sentían olores y se escuchaban melodías que, de tan distintas, eran parecidas. Esto fue lo que Ada descubrió en su primera salida, rumbo al parque con los mellizos.

El calor caía sobre la ciudad en golpes invisibles. Ada se había puesto una pañoleta en la cabeza que la cubría del Sol que brillaba sin piedad. En algún reloj había visto que eran las cinco de la tarde. Le pareció extraño que todavía hiciera tanto calor. Lo que no sabía era que vendrían noches y días consecutivos con el mismo calor impiadoso. Mientras los mellizos jugaban con una pelota, Ada caminó alrededor del parque. Hubiera querido quitarse la camisa, la pollera, la camisola y las medias y sumergirse en el mar, como tantas veces lo había hecho en Bari, su ciudad natal. Pero ya no estaba en casa, recordó. Debía dejar de pensar en Bari como su casa. Podría haberse quedado, pero había decidido que su hogar estaba allí donde estuviera su familia. Y si ese lugar era una habitación en un conventillo de fachada verde, que así fuera.

La lengua fue fácil de aprender, sobre todo para los pequeños de la familia, que charlaban a diario con los demás niños del conventillo. Para mamma y papà, fue una cuestión de necesidad. Papà había conseguido trabajo en una farmacia. Al principio se dedicaba a hacer la limpieza y arreglar cualquier desperfecto con que se cruzara. Con el tiempo, había aprendido a leer las etiquetas en los frascos y a distinguir la utilidad de cada uno. El dueño de la farmacia, un anciano sin hijos, lo había hecho su ayudante al cabo de unos meses.

Mamma y Ada habían entrado a laborare (trabajar) en el taller de costura donde trabajaba Dante. Él les había hecho el contacto y, sin que hubiera pasado un mes desde su llegada al Puerto Nuevo de Buenos Aires, ya estaban ocupadas.

El Nuevo Mundo estaba lleno de oportunidades, si bien la mayoría desgastaban a los jóvenes y molían a los viejos. Por eso Ada no se conformó. De noche, muchas veces se quedaba despierta con la ventana abierta y veía cómo la neblina llegaba del puerto a humedecer los lugares abiertos del conventillo. Leía a la luz de una vela, a veces gesticulando en silencio alguna palabra difícil. Pasaba horas así, aunque después se arrepintiera delante de la máquina de coser. Ada quería más. Y quien busca más, consigue más. Así fue como un día cualquiera, la misma compañera de trabajo que la había enviado a la biblioteca del barrio, le habló de las Academias Pittman. Entonces Ada supo que existen los ángeles que cumplen los sueños.



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En el texto hay: historia, amor

Editado: 17.11.2022

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