La casa de la bruma

25. Distancias

Ada estaba sola en la oficina del señor Lindemann. La obsesionaba el hombre que había visto, o que creía haber visto, junto con herr Müller. Intentaba mantenerse en calma y para ello decidió sacar cuentas. Cuentas de distancias.

Buenos Aires – Núremberg: 11 569 kilómetros de distancia, si fuera que Nikolaus estuviera allí.

Sternenhaus (Congreso) – Nebelhaus (San Isidro): 30 kilómetros aproximados de un hogar a otro.

Sternenhaus (Congreso) – Oficina del señor Lindemann (Avenida Corrientes y Callao): 4 kilómetros desde su casa al trabajo.

Oficina del señor Lindemann – Aduana de Buenos Aires: aproximadamente 1,5 kilómetros.

Buenos Aires – Capilla del Monte: aproximadamente 800 kilómetros.

No quiso agregar a la lista el conventillo, porque ya era suficiente ausencia con la de Johann (Nikolaus). No quería tocar la herida que habían dejado sus padres al marcharse sin dejarle indicaciones.

Se sentó en silencio, observando los planos que acababa de sacar de sus estantes; los que había usado para sacar las cuentas y que habían sido confeccionados por el Automóvil Club Argentino (ACA) para los viajeros. Arriba del montón estaba el de Córdoba, como gritando y saltando y esperando que Ada le prestara atención.

 

La temperatura empezaba a subir en la ciudad, con febrero abriéndose paso. La humedad se mezclaba con el calor y la bruma que llegaba del río se volvía una nube casi tangible. Ada pasaba noches despierta en la oscuridad de la sala de estar. Se sentaba en el respaldo del sillón y, por la ventana, contemplaba la nube que se extendía por la ciudad. Arriba de su cabeza, brillaba la estrella del Belén que en Nebelhaus había sido de su hija.

En una noche de tantas, tuvo que reconocer que tenía miedo. Ir a Córdoba significaba un cierre definitivo a su breve romance con Nikolaus (al menos ya lo llamaba por su nombre). Pero, como las cartas de Julia habían predicho días atrás: un viaje se acercaba a su camino y no tenía más opción que tomar la valija y subirse a la marcha.

Días después, puso orden en el fichero, en su escritorio y en las bibliotecas del señor Lindemann. Finalmente le plantó cara y, en lugar de solicitar, avisó:

—Señor Lindemann, debo tomarme una o dos semanas; no estoy bien segura acerca del tiempo. Será a partir de la semana que viene.

Lindemann no tuvo muchos peros ya que estaban en época de vacaciones y la ciudad se vaciaba, al tiempo que los exportadores todavía estaban cosechando la producción del segundo semestre del año.

La señora Graf partió a las diecisiete horas como era su costumbre. Caminó las cuatro cuadras que la separaban de su casa y pensó en visitar al escribano Klein antes de partir para Capilla del Monte. No obstante, se dijo que prefería llegar al pueblo y preguntar por el campo de Nikolaus Graf. Se manejaría como lo había hecho desde el momento en que se enteró que esperaba a Nico: al azar, jugándose la suerte.

Entonces llegó a la casa y fue recibida por una Julia muy exultante: había visto en las cartas el próximo viaje de Ada. Nico se acercó, llevaba entre los brazos una muñeca de tela con cabello de lana trenzado. Ada no había llegado a quitarse el calzado, pero hay cosas que no pueden esperar. Se arrodilló delante de la hija que Niko había amado y le dijo:

Wir gehen dad suchen, meine liebe (Voy a buscar a papá, mi amor).

 



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En el texto hay: historia, amor

Editado: 17.11.2022

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