La Casa de las Bestias

Capítulo 8

Apenas salimos de la sala privada, el Palacio huele distinto. No es paranoia. Es advertencia.

Mi marca se mueve bajo la piel como si tuviera pulso propio. No es él. Soy yo. Es mi poder reaccionando al miedo, a la amenaza… y a él.

Caminamos en silencio hacia la Cámara Menor, donde se realizará una reunión no oficial. Una “ceremonia administrativa”. Mentira.

Es un tribunal disfrazado de protocolo.

Kram lo sabe. Y aunque intenta no demostrarlo, está tenso. Demasiado tenso.

—Syerra —dice finalmente—. Necesito que me ayudes a controlar… esto.

Se detiene. Me obliga a mirarlo.

—No tengo poderes —añade—. Lo que viste en la sala, lo que tembló, lo que reaccionó… no fui yo. Fuiste vos. Fuiste tu marca. Y tu demonio.
Yo no puedo hacer eso. No puedo defenderme de eso. No puedo controlar eso.

Nunca lo había escuchado tan sincero. Ni tan vulnerable.

—Kram… —empiezo.

—No —me corta—. Déjame terminar.

Su respiración está desordenada de impotencia.

—La Nación cree que soy fuerte —dice—. Que soy el estratega perfecto, que me muevo como si nada pudiera tocarme. Pero vos viste la verdad. En la Sala, cuando dijeron que podían matarte… yo me quebré. No lo manejé. Y el temblor… ese temblor no vino de mí. Vino de vos. De la marca. De tu conexión con el otro lado.

El demonio suspira, teatral.

—Ay, qué hombre más consciente de su propia debilidad. Me da ternura. Y también hambre.

Ignoro el comentario.

Kram continúa:

—No sé qué está pasando. Pero sé esto: sin vos, soy vulnerable. La única persona en la que creía confiar en el mundo se hizo de sus propias armas para volverlas en mi contra. Y no puedo permitirme eso. No como primer ministro. No como hombre. Y no como…

Se calla. Porque lo que sigue no quiere nombrarlo.

Yo siento un tirón en la marca. Una llamada. Algo vincular como de… pertenencia.

Y eso es exactamente lo que él teme.

—¿Qué soy para vos ahora? —pregunta de golpe—. ¿Un aliado? ¿Un protegido? ¿Un experimento de tu demonio? ¿Una herramienta?

No sé qué responder.

El demonio sí.

—Decile la verdad: te atrae porque es inútil sin vos. Y eso, pequeña, es una forma hermosísima de poder en tu vida. Además que te pone en peligro si te negás. El poder puede sobrevivir sin talento, pero el talento de nada sirve si no tiene su cuota de poder que le permita mostrarse.

«Callate.»

—¿Qué soy? —insiste Kram, más alto.

—Sos humano —respondo finalmente.

Él parpadea. Como si no esperara esa respuesta.

—Y eso te aterra —añado—. Te aterra depender de alguien que no entendés. Te aterra que yo pueda salvarte o hundirte. Te aterra que no sea vos quien controla el tablero. Y te aterra… necesitarme.

El silencio se quiebra como vidrio.

No me mira. No puede.

—Syerra —dice, más suave—. No necesito una salvadora.
Necesito claridad. Una alianza. Un contrato. Algo que ponga límites a esto.

La marca late, indignada. El demonio ríe.

—Quiere un contrato. Como si estuvieran por casarse bajo bienes separados. Fascinante.

Kram respira hondo, como si fuera a meterse en una piscina helada.

—Hay una ceremonia —dice—. Muy antigua. Pocas Casas la recuerdan. Es un pacto temporal. Legal. Estratégico. Si lo hacemos, vos quedás bajo mi protección absoluta… y yo bajo la tuya.

—¿Un pacto? —pregunto.

—Sí —dice él—. Se llama Atadura Diplomática. Dura siete días.Ni más, ni menos. Y durante esos siete días, si alguien te toca, se considera una agresión contra mi cargo. Y si alguien me ataca a mí… vos tenés vía libre para intervenir con tu magia sin restricción política.

Mi demonio se relame.

—O sea: si lo matan, vos podés romper todo. Si te matan, él puede declarar guerra. Hermosa simetría. Cínica. Sexy. Me encanta.

—¿Y cuál es el precio? —pregunto.

Kram se queda quieto. Demasiado quieto.

—Durante esos siete días… —dice— la marca que tenés va a intensificarse. Va a buscar a su… contraparte. Y esa contraparte soy yo.

Mi piel se eriza.

—¿Qué significa “buscar”? —pregunto.

Él baja la mirada. Por primera vez desde que lo conozco, parece casi… avergonzado.

—Que vas a sentirme —dice—. Constantemente. Lo que pienso. Lo que siento. Dónde estoy. Si estoy en peligro. Si estoy alterado. Si estoy… vulnerable.

Mi corazón da un salto.

—¿Y vos? —pregunto.

—Yo voy a sentirte a vos —dice él—. No porque tenga magia… sino porque tu marca me va a invadir. Me va a necesitar.

El demonio aplaude con emoción.

—¡¡OH POR EL ABISMO!! Esto es una relación tóxica bendecida por fuerzas ancestrales. ¡Estoy viviendo por esto!

Kram continúa:

—Syerra… durante esos siete días, no sé si voy a ser totalmente racional. Tu magia puede intensificar mis emociones. Mi miedo. Mi ira. Mis deseos. Y eso… me hace débil.

Me acerco un paso. La marca vibra. Él retrocede uno.

—No quiero depender de vos —dice, sincero como una herida abierta—. Pero si no hacemos este pacto… te matan en menos de veinticuatro horas.

Silencio. Pesado. Terrible.

Hasta que una sombra se mueve detrás de él.

No es humana. No es guardia. No es enemigo político.

Es mi demonio, pero fuera de mi mente. Asomándose como un eco visual. Oscuro. Enorme. Divertido.

—Bueno, bueno… ¿van a sellar el pacto o quieren que yo haga la ceremonia? Tengo discursos preparados. Todos muy inapropiados.

Kram se congela.

—¿Eso es…? —pregunta, sin aire.

—Él —respondo, agotada—. Siempre él.

El demonio inclina la cabeza hacia su “casi-yerno político-místico”.

—Kram, querido —dice—. Vos no tenés poder. Ella sí. Pero vos tenés otra cosa. Tenés influencia. Tenés ego. Tenés destino, aunque lo niegues. Y tenés… dependencia emocional.

Kram aprieta la mandíbula.
—No depend…

—Sí dependés —lo corta el demonio, encantado—. Y mientras más lo negás, más obvio es. La atadura no va a intensificar tu poder. Va a intensificar tu debilidad. Y eso, mi amorcito humano… es delicioso.



#277 en Fantasía
#63 en Magia
#1393 en Novela romántica

En el texto hay: romance, terror, presidente

Editado: 23.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.