La Casa de las Bestias

Capítulo 12

El demonio habla como si estuviera dictando una autopsia.

—Siete Casas —empieza—. No nacieron de una Asamblea ni de un Gran Acuerdo. Nacieron de la combinación perfecta de codicia, miedo y mapa electoral.

Camina alrededor de la mesa como un profesor aburrido.

—Altamira: la más vieja. Dueña del relato de “tradición”, caja negra de pactos con lo sobrenatural. Ahí empezó tu padre. Mirval: el músculo. Control territorial, estructuras de seguridad, aprietes. Lo que explotó hoy no fue casual. Wess: la careta que procede “en nombre del progreso”. Les importa más quedar bien afuera que hacer algo adentro. Son capaces de entregarte si eso mejora su imagen internacional. Las otras Casas… variaciones del mismo chiste. Gobernadores, barones, pactos, iglesias, sindicatos, cámaras empresarias, todos mezclados con un poquito de miedo al Abismo.

Se vuelve hacia Kram.

—Vos sos el Pivote —dice—. El que coordina, el que habla, el que firma. No porque seas mejor. Porque el sistema necesita un rostro central para culpar o aplaudir.

Luego me mira a mí.

—Vos sos la Portadora de la Brecha. La que puede abrir o cerrar puertas. Tu existencia les conviene si te pueden manejar. Si no, sos un problema que hay que demonizar, literalmente.

—Y mi padre —digo—. ¿Dónde entra?

—Tu padre vio que el sistema no iba a reformarse nunca —responde el demonio—. Y en vez de hacer terapia… decidió hacer ingeniería del caos. Fingió su muerte, mantuvo sus contactos, se quedó con archivos de todos, alimentó a la Asesora para que subiera… y esperó que nacieras, te activaras y te volvieras el arma con la que pudiera incendiar todo.

Kram frunce el ceño.

—¿Hasta dónde llega su red?

—Hasta todos lados donde haya miedo a perder privilegios —dice el demonio—. Altamira, parte de Mirval, servicios paralelos, dos cadenas de noticias, una porción del empresariado, alguna que otra iglesia histérica y un puñado de jueces que aman sentirse dioses.

Perfectamente argentino, pienso, sin saber bien qué significa esa palabra en este mundo, pero sintiéndola igual.

—¿Y la profecía? —pregunta Kram—. ¿Podemos usarla?

—La profecía es un texto muerto —contesta el demonio—. Lo vivo es cómo la interpretan.
Tu padre la usa para argumentar que tu caída es “necesaria” para purificar el sistema. Las Casas la usan para asustar a la gente: “si se va el Pivote, se va todo”. Ustedes pueden hacer algo distinto: mostrarla entera. Sin recortes. Que se vea que no habla de santos, sino de estructuras frágiles.

—Transparencia —dice Kram, con una media sonrisa amarga—. El arma más peligrosa en política.

—Y la menos usada —remata el demonio.

Me inclino hacia adelante.

—Entonces el plan es… ¿mostrar la profecía en pleno Juicio Arcano? —pregunto—. Y exponer a mi padre —añado—. Nombrarlo. Demostrar que está vivo, que operó con Altamira, que estuvo detrás del atentado. En cadena.

Kram se queda serio.

—Van a intentar callarnos antes de que abramos la boca.

—Que lo intenten —dice el demonio—. A mí me encantan los finales violentos. Pero ojo: si se pudre todo, ustedes dos son los que se llevan los golpes primero.

—¿Alguna vez no fue así? —pregunto.

Nadie responde.

La Sala Circular está llena cuando llegamos.

Más llena que en la audiencia anterior.

Los siete estrados ocupados. Los consejeros. La Asesora. Guardias. Periodistas autorizados, con sus cristales de transmisión brillando como ojos de insectos.

Y arriba, muy arriba, las pantallas que replican todo hacia afuera.

Un país entero mirando.

Perfecto.

En el centro, solo hay un círculo.

El del acusado.

El mío.

—No te separes de mí —dice Kram en voz baja.

—La Atadura no me lo permitiría aunque quisiera —respondo.

Camino hasta el círculo, sintiendo cada mirada como una piedra.

La Asesora toma la palabra.

—Ciudadanos —dice, con tono firme y dulce a la vez—, hoy esta Sala ha sido convocada de urgencia para tratar un tema que nos preocupa a todos: la presencia de magia inestable en el corazón del Gobierno.

Me señala.

—La espiritista Syerra, hija de operadores históricos del régimen, ha sido vinculada a un atentado contra la Cámara Mirval, a un demonio de alto riesgo y a un pacto no autorizado con el primer ministro.

Las caras en los estrados oscilan entre indignación y morbo.

—Nuestra responsabilidad —sigue— es determinar si esta mujer puede seguir viviendo dentro de nuestras instituciones o si su existencia es, en sí misma, una amenaza que exige un desenlace… definitivo.

Hace una pausa dramática.

La gente ama las pausas dramáticas. Les da tiempo para indignarse.

—Comenzaremos el Juicio Arcano —anuncia.

La primera parte es un teatro predecible.

Traen testigos seleccionados. Un guardia que “me vio” en la zona del atentado (pero convenientemente no vio al asesino que me mandaron). Un técnico que habla de “resonancias mágicas” como si hubiera mediciones serias hechas. Un consejero que cuenta, con voz temblorosa, cómo se sintió “corrompido” por la presencia del demonio.

Nadie menciona a mi padre. Nadie menciona la operación previa. Nadie menciona que el demonio ya estaba en este Palacio antes de mí.

—Manual básico —comenta el demonio en mi mente—: borrar la historia y hacer de cuenta que el problema empezó cuando apareció la mujer incómoda.

En un momento, un consejero anciano pide la palabra.

—Nuestra historia nos enseña —dice— que cuando una fuente de poder se vuelve incontrolable, el sacrificio ha sido la vía para restaurar el orden.

Hay un murmullo respetuoso.

Yo pienso: qué fácil es hablar de sacrificios cuando nunca te tocó ser el que sube al altar.

La Asesora sonríe, casi agradecida por su intervención.

—Hay antecedentes —añade—. Y no solo con magos. Líderes, ministros, gobernantes… Todos, en algún momento, considerados “necesarios de eliminar” por el bien común.



#277 en Fantasía
#63 en Magia
#1393 en Novela romántica

En el texto hay: romance, terror, presidente

Editado: 23.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.