La Casa de las Sombras

Capítulo 7: La primera desaparición

La noche había caído por completo sobre la desmoronada mansión de Ravenswood, envolviendo a sus habitantes en un sudoroso velo de tensión y miedo. El cielo se había oscurecido hasta convertirse en un infinito de azul profundo, donde solo una escasa luz de luna iluminaba el camino que llevaban los amigos a su interior. El viento aullaba afuera, como si la casa misma souffriese un lamento, recordando los días de gloria que alguna vez tuvo.

Desde su última experiencia en la biblioteca, el grupo había decidido dispersarse para intentar asimilar lo que había sucedido. La casa había asumido un aire inquietante, como si cada habitación, cada rincón, estuvieran a la espera de que uno de ellos cometiera un error. A medida que intentaban encontrar refugio en la familiaridad de la noche, se dieron cuenta de que Ravenswood no era un hogar, sino un laberinto elaborado de trapecios y sombras.

Una sensación de pesadez se cernía sobre ellos, y cada uno se movía con pasos cautelosos. Las risas que antes habían llenado la casa se habían esfumado, sustituidas por un frío sudoroso que corría por sus espinas. Mark estaba en el vestíbulo, examinando un viejo reloj de pie que decoraba una esquina. El tic-tac de su mecanismo resonaba con la intensidad de un tambor, los minutos marcando una cuenta regresiva que intimidaba. “¿Qué les parece si buscamos alguna pista más en la parte de atrás?”, preguntó, golpeando la superficie de la madera con la palma de su mano.

“¿No preferirías descansar un momento?” Diana se paseaba con los brazos cruzados, sintiendo que la casa absorbía toda su energía. “No creo que lo más inteligente sea salir ahora. La casa está jugando con nosotros.”

“Lo sé, pero tenemos que hacer algo,” rebutió Mark, frotándose las manos de nervios y dando pasos alrededor. “No podemos quedarnos atrapados en este lugar. Hay respuestas que necesitamos encontrar.”

Tom, que se había mantenido en silencio, se acercó. “Cualquier respuesta puede costarnos más de lo que imaginas. La mansión ya ha perdido a un par de personas. Si nos apresuramos, podríamos ser nosotros los siguientes.”

“Siempre es lo peor que te puedes imaginar,” sugirió Julia, intentando calmar el ambiente, pero en el fondo de su corazón, ella también sentía que cada paso que daban les ataba a sus propios temores. “Necesitamos unirnos. No se trata solo de la casa, sino de nosotros. Debemos enfrentarlo juntos.”

“Pero ¿y si nuestro mejor camino es dividirnos para buscar más respuestas?” insistió Mark, mirando a los demás con intenciones de audacia. “Por ejemplo, yo podría revisar el sótano. Tal vez haya algo allí que podamos utilizar.”

“Mark, eso es insensato,” dijo Diana, su voz un susurro temeroso. “No tenemos ni idea de lo que hay ahí abajo. Las historias sobre el sótano son aterradoras. Se rumorea que era un lugar de cultos y rituales, un foco de lo que está arruinado en esta casa.”

Pero la mente de Mark estaba decidida. “Tendré cuidado. Solo seré un momento, no puede haber nada peor que esto.” Se dio la vuelta y comenzó a caminar, y con cada paso que daba, la casa parecía resonar, cada tablón del suelo chirriando como si estuviera protestando por su elección.

“Espera,” dijo Julia, ansiosa de no perderlo. “Vamos todos. No quiero que te quedes solo. Esto puede acabar mal.”

Pero Mark se volvió. “Si no encuentro nada, regresaré en un par de minutos. Solo un vistazo…” Y antes de que cualquiera pudiera insistir más, se adentró en el umbral de lo que era el sótano.

El aire ganó un tono más frío aún, como si una brisa congelada emergiera de las profundidades mismas de la tierra. Cada paso que daba hacia abajo se sentía como una declaración de guerra contra lo desconocido. La luz de su linterna era casi impotente en esa oscuridad, y fue que, al llegar a la penumbra, el mundo se convirtió en un cuadro de contrastes; los pilares de piedra eran sombras colosales, y el aire estaba impregnado de una mezcla de moho y antiguas historias olvidadas.

A medida que avanzaba hacia el final de las escaleras, su linterna iluminó una sala grande, repleta de objetos cubiertos de polvo y telarañas, la iluminación proyectando un aura tétrica sobre un altar desgastado. Una sensación profunda de repulsión y temor lo hizo retroceder un momento, pero Mark superó su sorpresa y siguió adelante. “¿Esto es todo?” se preguntó, haciendo un esfuerzo por calmar la aceleración de su corazón. “Algo aquí debe estar conectado con todo lo que hemos vivido.”

Mientras tanto, en la parte de arriba, la ansiedad pesaba sobre Diana y Tom, observando cada paso que daba Mark con recelo. Julia, casi igualmente inquieta, dejó de mirar hacia el sótano y se volvió hacia sus amigos. “No puedo soportar esto,” dijo, su voz temblando.

“Sólo debemos esperar un momento más. Solo un momento más,” insistió Diana, intentando mantener la calma.

Las sombras alrededor de ellos parecían moverse, la atmósfera comenzaba a cerrarse, y era evidente que no estaban solos. Las luces comenzaron a fluctuar nuevamente, y un escalofrío recorrió el ambiente. La sensación de estar rodeados por un grupo de ojos invisibles se hacía más fuerte, afectando la respiración de cada uno de ellos.

“Deberíamos ir a buscarlo,” murmuró Tom, incapaz de soportar la presión que se acumulaba. “Esto no se siente bien.”

Pero antes de que pudieran reaccionar, un grito desgarrador resonó desde el sótano. Era el grito de Mark, su voz resonando con un terror que desnudaba a cada uno de ellos de sus esperanzas. “¡Mark!” gritaron, y el eco de su grito resonó entre las paredes como un tambor lejano.

“No, no!” Diana dio un paso adelante, pero el pánico ahora dominaba. “Debemos salir de aquí. Hay algo mal. ¡Debemos salir!”

Sin esperar más, el trío se apresuró hacia las escaleras, el horror atravesando sus espíritus y el eco del grito de Mark resonando en sus corazones. Descendieron los escalones con una urgencia aterradora, cada paso llevado por una mezcla de temor y urgencia. Lo que podría haber sido un juego se transformó en una carrera contra el tiempo.




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