La Casa de las Sombras

Capítulo 8: Encuentros sobrenaturales

El aire frío de la noche envolvía la mansión de Ravenswood como un abrazo gélido, y en el vestíbulo, donde las sombras se alargaban y danzaban, el grupo apenas podía recuperarse de la terrible desaparición de Mark. Julia, Tom y Diana se encontraban en un estado de pánico y confusión, su corazón latiendo con fuerza en sus pechos mientras intentaban asimilar el horror que acababan de presenciar.

“¡No puede estar sucediendo esto!” gritó Julia, su voz quebrada resonando en cada rincón del vasto vestíbulo. La luz de su linterna se movía erráticamente, proyectando sombras inquietantes que parecían moverse de forma independiente. “No podemos dejarlo, tenemos que hacer algo… ¡tenemos que encontrarlo!”

Tom y Diana intercambiaron miradas, un entendimiento mutuo en sus ojos: el miedo había echado raíces en ellos, pero también el deseo de no rendirse. “Estamos atrapados en la casa, necesitamos salir. No podemos quedarnos aquí,” insistió Tom, su voz temblando.

Las paredes de la mansión parecían vibrar con el peso del silencio. La sensación de estar observados había regresado, más intensa que antes. Era como si los propios fantasmas de la casa se reunieran para presenciar su agonía. Las luces seguían titilando, y el eco de sus conversaciones se esfumaba como un eco lejanamente olvidado entre las tinieblas.

“Podemos dividirnos y buscarlo,” sugirió Diana, sintiendo que su voz era la única conexión con la realidad que les quedaba. “Tal vez si exploramos la casa… tal vez él haya encontrado un camino para escapar.” Pero cada palabra que pronunciaba se sentía como un acto de desesperación, y el entendimiento del peligro que acechaba en cada sombra pesaba sobre ellos.

“No, no hay forma de que nos separemos,” contestó Julia, arrojando una mirada hacia la oscuridad que parecía tragarse a un ser querido. “No podemos darle a la casa la oportunidad de llevarse a otro.”

Tom asintió, pero en su interior, una parte de él se debatía con la idea de cómo podrían encontrar a Mark. “La casa ha absorbido nuestros recuerdos y nuestro miedo. Debemos enfrentarnos a nuestros demonios y utilizar lo que ya sabemos,” dijo suavemente, intentando apaciguar la creciente ansiedad.

Mientras se organizaban y discutían sus opciones, una suave brisa filtró a través del vestíbulo, ahuecando las cortinas cubiertas de polvo que colgaban de las ventanas. Con un suave susurro, el viento pareció compartir secretos olvidados que resonaban a través de la noche. Fue entonces cuando todos sintieron que algo no estaba bien. Una presencia más allá del umbral de la realidad estaba esperando, observando, acechando.

El aire se volvió más tenso; una sensación palpable de una entidad que se movía en la oscuridad acompañó a cada uno, una advertencia implícita de que no estaban solos. Antes de que pudieran reaccionar, la luz de su linterna parpadeó y se apagó de repente, dejando el vestíbulo sumido en la más profunda penumbra.

“¡Enciéndela! ¡Enciéndela de nuevo!” gritó Diana, sintiendo cómo la desesperación brotaba de su interior. Todos parecían estar atrapados en un sueño horrible, donde el tiempo se había desvanecido y cualquier sentido de dirección había desaparecido.

“Debemos encontrar la salida” insistió Julia, sus palabras ahogadas en la oscuridad. Pero en ese momento, un ruido resonó desde la parte de atrás, una risa suave y distante que parecía venir de las sombras.

“¿Estás escuchando eso?” preguntó Tom, su voz temblando. La risa crecía, y el eco resonaba a su alrededor, resonando en sus mentes como un susurro hipnótico.

“Alguien está aquí…” musitó Diana, aún intentando recuperar su aliento. “No es una buena señal.”

Fue entonces que las luces comenzaron a deslizarse gradualmente. Una figura comenzó a aparecer, una forma en las sombras que parecía materializarse entre los restos de la oscuridad misma. La manifestación tomaba la forma de un niño, tan familiar y a la vez tan ajeno.

“¡Mark!” Julia se lanzó adelante, pero el niño conteniendo el susurro retrocedió, sus ojos llenos de tristeza y súplica. “No soy Mark,” dijo, y su voz resonó con el eco de ecos olvidados. “Soy un eco. Algo que queda atrapado en esta dimensión.”

“¿Quién eres?” Diana se armó de valor, aunque su voz temblaba. “¿Qué quieres de nosotros?”

“Estoy atrapado aquí, como él.” La sombra del niño parpadeó, su rostro cubierto de sombras cambiantes. “Él llegó a un lugar donde no puede volver. Una oscuridad más grande lo ha reclamado.”

El terror surgió en la garganta de los jóvenes mientras escuchaban las palabras del niño. “No, tenemos que ayudarlo. ¡Debemos encontrarlo!” suplicó Julia, sintiendo su voz ahogarse en la desesperación. “Dinos cómo… ¿dónde está?”

El niño inclinó la cabeza, su expresión llena de melancolía. “La verdad debe desenterrarse, los ecos deben ser liberados. Si no lo haces, lo perderás para siempre.”

La figura tembló y parpadeó, sus ojos destellando como un faro en la tormenta. En su esencia había una advertencia, un eco de lo que vendría si fallaban. En ese instante, las paredes de la mansión parecieron vibrar, como si la casa estuviera gesticulando, atraída por su temor.

Diana se acercó, sintiendo el aire cargado de emociones. “¿Cómo liberamos esos ecos?” preguntó. “¿Qué se supone que debemos hacer?”

“En el centro de la casa, en el altar olvidado, se encuentran las respuestas. Un ciclo se repite, y aquellos que fueron atrapados dan testimonio de lo que ocurrirá de nuevo… Lo que está perdido no puede regresar sin ayuda.” Su voz se desvaneció en el aire, dejando eco tras de sí, una sensación de pérdida que los envolvía.

“¡Al centro!” gritó Julia, su voz resonando con una nueva determinación, pero el niño comenzó a desdibujarse, sus ojos brillando por un instante antes de combinarse con las sombras nuevamente. “¡Espera!” pero se había ido.

“Tienen que irse…” dijo una voz profunda y penetrante desde el fondo de la mansión. Las sombras parecían moverse con una vida propia, y el eco de la risa se había ido por completo. La atmósfera se tornó más pesada, confusa y oscura, mientras el grupo sentía que un poder desconocido comenzaba a envolverlos.




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