La casa de los espejos

El bosque de Oihan

Dentro del bosque de Oihan, se podía apreciar como un bosque tropical. Había moho en las piedras de color verdoso y se podía escuchar un riachuelo en los adentros del bosque. Los árboles eran frondosos y el terreno con bastantes piedras. Aunque tenía algunos caminos, por donde generalmente las criaturas que vivían lo utilizaban para caminar dentro del bosque. La copa de los árboles era tan alta y sus hojas frondosas que no permitían el paso de la luz dentro del bosque. Así que la luz dentro del bosque, al menos en la entrada, era algo tenue, de tal manera que se veía poco dentro del bosque.

​Al entrar, ellos pudieron ver un poco aquel lugar. Se sentían algunas presencias; se sentía como si alguien les estuviera siguiendo o los estuvieran observando. Dobby dijo que necesitaban salir lo más pronto posible del bosque, ya que el bosque tenía una banda de duendes que no eran generalmente muy amigables y que en ocasiones raptaban a las personas. Entonces, siguieron caminando por aquellos caminos del bosque.

​Al llevar aproximadamente unas tres horas de camino, Kays empezó a sentirse un poco débil y entonces le preguntó a Egus si podía descansar. Dobby le comentó que posiblemente las flores del bosque estaban debilitando a Kays. Caminaron unos veinte minutos más y encontraron un predio donde hicieron una pequeña fogata. La fogata obviamente alejaba a algunas criaturas, ya que no les gustaba la luz. Pudieron sacar algo de comida y poderla calentar, ya que Dobby llevaba alguna reserva para poder alimentarlos.

​En ese momento, Dobby estaba contándole acerca de los reinos a los que debían dirigirse. De pronto, algo se escuchó moverse entre las malezas y los árboles. Algunas risas se escucharon y se empezaron a observar como pequeñas luces rojas que brillaban; eran los ojos de los duendes que llegaron a aquel lugar y, aunque el fuego alejaba algunas criaturas, también atraía a otras. En eso, Dobby se percató (ya que él tenía un oído más agudo y un olfato más agudo) y les dijo: —¡Corran, corran, solo corran, sigan el camino!

​En eso, algo se levantó de donde estaba y corrió fuertemente. Dobby corrió detrás de ellos y Kays venía detrás de ellos corriendo. Un tronco en el camino hizo que Kays tropezara, se golpeara con una piedra y cayera al suelo. Rápidamente, dos duendes se abalanzaron y lo sujetaron de los brazos. Kays pedía ayuda, pero Dobby le dijo a Egus: —¡Corre! ¡No puedes quedarte aquí! Tú necesitas llegar, "te necesitamos".

​Inesperadamente, Dobby empujó a Egus fuertemente para que se diera prisa. De esta manera, Kays fue capturado por el grupo de duendes. Egus seguía corriendo, derramando lágrimas por su amigo, pero los duendes no se quedaron quietos y siguieron a Egus. Llegando a un claro, los rodearon. Dobby sacó una pequeña espada que llevaba y la desenvainó. Egus, al ver la situación, encontró una rama gruesa en el suelo que levantó. En ese momento, algunos de los duendes se lanzaron hacia ellos; dos venían de frente y uno logró herir a Dobby, pero Egus logró golpear en la cabeza a uno de ellos.

​En ese momento de desesperación y para empeorar la situación, entró a escena un duende más musculoso, más alto y más feo que los demás. Al verlo, Egus se quedó asombrado y aterrado y, al no saber qué hacer, lo lanzó hacia los pies del gigante duende. La gruesa rama que tenía en su mano hizo que el gigante lanzara un grito de dolor, ya que le cayó el tronco en el dedo grueso. Cuando sucedió eso, entonces otros duendes más pequeños se abalanzaron en contra de Egus. Uno lo agarró por su cara, otros dos lo agarraron de sus brazos y otros dos de sus piernas. Dobby corrió en dirección de ellos y logró liberarlo, dio dos golpes con su mano a un duende y con su espada le cortó la oreja a otro, pero se acercaban más y más. Dobby protegía a Egus, pero eran muchos duendes; hasta lograron capturar y amordazar a Dobby, dejando solo a Egus. Mientras se le iban acercando los duendes, Egus ya no tenía fuerza.

​Entonces, desde lo más alto del bosque de los árboles, una luz blanca bajaba hacia ellos. Era una luz muy potente y se escuchó una voz que dijo: —¡Alto! No más peleas en Oihan.

​En eso, los duendes se estremecieron y salieron corriendo despavoridos. La luz se presentó ante Egus y se transformó en el Arcángel.

​—¿Quién eres? —preguntó Egus a aquel ser.

​El Arcángel lo miró a los ojos y, además, pudo observar la joya de su cuello y le dijo: —No tengas miedo. Soy el guardián de Oihan, soy el Arcángel Eros que cuida estas tierras.

​—Si eres el Arcángel, ayúdame con mi amigo Kays y con Dobby. Se los han llevado los duendes.

​El Arcángel asintió con la cabeza, pero le dijo: —No te preocupes. Yo he de hablar con los duendes para que no le hagan daño a tu amigo ni a ese enano, pero no te prometo hacerlo en este momento, ya que ellos se han dispersado. Pero no te preocupes, te voy a ayudar con tu amigo, pero creo que tienes algo más importante que hacer: llegar al reino de trapo, a la tienda Baby Hazel. Aunque antes debes cruzar por el desierto de Sequen.

​—Veo que encontraste a ese enano llamado Dobby —le dijo el Arcángel—. Al parecer se ha redimido y ya ha empezado a hacer lo correcto.

​Egus se quedó extrañado por eso que le decía. El guardián sonrió y le dijo: —Pregúntale cuando vuelva contigo sobre la deuda de Hastor.

​Egus asintió con la cabeza, algo desubicado. El Arcángel le dijo: —¡Tú has sido el Elegido para salvar a este reino, a esta tierra!

​Egus preguntó: —¿Por qué yo? ¡Yo no tengo nada de especial!

​El Arcángel le contestó: —No se me permite hablar de esto; simplemente, ¡tú has sido el Elegido! Sígueme. Te enseñaré a salir del bosque, pero después de ahí no puedo ayudarte más, ya que necesito mantenerme protegiendo este bosque. El Rey Demonio ha querido invadir desde hace mucho tiempo este bosque, pero por el momento no se lo hemos permitido.

​—¿No se lo hemos permitido? —preguntó Egus—. ¿Quién más ha supuesto un estorbo en el camino de ese Rey Demonio, además de ti?




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