La casa de nuestros secretos

Capítulo 2: "El día que se fue"

Ya pasaron cinco meses desde que Aaron se fue. Con mamá nos inscribimos a un curso de cocina, en el Instituto de Cocina Gourmet de Santiago. Se nos ocurrió después de una noche loca de chupitos donde decidió que, al dejarme tomar alcohol junto a ella, había  tocado fondo. No sé en que momento comenzamos a beber, al principio estabamos tranquilas viendo Gilmore Girls y después simplemente se levanto, buscó los vasos, la botella y se sentó en silencio mientras me ofrecía uno. Tendría que haberlo rechazado...

Por otro lado, me emociona el curso por muchas razones, una de ellas es que da justo en las vacaciones de invierno; ya tengo excusa para no ir a las fiestas raras de Paige. Continuamente iba gente a fumar hierba y a querer toquetearse unas a otras. Okey, sonó demasiado de tiquis miquis pero de verdad, esa no soy yo. No me toques.

Vamos al salón a buscar las cosas para el desayuno mientras le cuento con lujo de detalles todos los pros de entrar a esas clases intensivas de cocina; tanta emocion le estaba poniedo que golpee, en una de mis representaciones de como se debería amasar un pan, el banco de la delegada del curso, lleno de libretas haciendolas volar al piso.

-La emoción del amasado- se ríe a carcajas Paige- ¿Cuando empieza entonces el curso?

-No sé bien, creo que dentro de unas dos o tres semanas. Ni idea como llegamos a esto - Le cuento mientras me agacho a juntar lo que tiré - ¿Me imaginas preparando un Stollen para las fiestas? ¡Que emoción! 

- La verdad...No- giré los ojos.

- Bueno,voy a aprender y, ¿sabes qué?- sacude la cabeza - te vas a caer de culo de lo rico que me va a quedar - Seguimos riendo mientras le contaba otras cosas, hasta que de entre las libretas mis ojos encontraron un pequeño sobrecito color plata con la hoja del interior sobresaliendo. 

-ei Paige, mira esto- Se acercó rapido a mi. Abrió los ojos mega curiosa y me lo arrebató  - ¿de quién pensas que es? ¿de Maggie?

- Vamos a abrirla - Mencionó decidida.

- ¡No! es privada, aparte fue mi culpa que se haya caído - Se la quise sacar pero no, la sostiene super fuerte. Menuda metiche.
Me la sacó de las manos, sin pensarse ni un momento en lo desubicado que eso sería para su propietaria.

"¿ Me invitarás a probar tus creaciones? La comida siempre alegra al alma" La leyó.

Es como si huebiera sido justo para el momento. Pareciera que siempre encuentro notas con las palabras justas. Solo fueron dos, ¿Qué tanta coincidencia puede haber?


-¿quién escribiría algo asi? Bastante ridículo, ¿no?- la miró con asco.

-La próxima no leas entonces, sos re chusma Paige.

-Por lo menos no me quedé con las ganas, ¿No?- levantó las cejas con insuficiencia por mi enojo y salió- vamoooooos, son veinte minutos de recreo para comer, veinte no sesenta.

Deje la carta acomodada bajo el banco y salí.

 

De nuevo en casa, me entero de que hoy vamos a la casa de la abuela ¡QUE EMOCION! no se dan una idea desde hace cuanto no vamos. Recuerdo que tenía una casita del árbol llena de juguetes.

Al llegar me doy cuenta de que muchas cosas cambiaron, la escalera ya no termina en el medio de la casa sino que la corrieron junto a la pared y podemos llegar al living desde la puerta principal, ya no tenía una pared que los separara. Además a Sandy se le notaba la edad, ya no era la abuela Sandy que jugaba a la pelota, esta era más...la abuela Sandy que pasea contigo un "ratito" por el jardín y resalto ratito porque no tenía pinta de siquiera caminar. No venimos desde...bueno, desde que deje de tener papá.

El patio por suerte sigue como era y la casita de Loli igual de reluciente aunque ahora solo sea una casita bien cuidada pero vacía. Si tuviera que describir ese hermoso jardín diría simplemente que son tres paredes recubiertas de enamorada del muro con florcitas silvestres de tonos rojos y lilas acompañadas de algunas plantitas de esas rosas que crecen de a siete ¿ cómo se llamaban? Las siete hermanas, creo. En fin, es un bello jardín que no solo es bello, sino que lleva muy poco cuidado, cosa que amo...pachorra.

A la casa del árbol se llega por un hueco en la pared izquierda, como las paredes que sostienen a los rosales trepadores son de alambre, fue muy fácil de chica crear un huequito por donde escapar. 

Me sorprendo a mi misma pudiendo pasar aún por ahi.


Camino por el pequeño bosque que rodea el terreno. El sendero bien marcado que con mucho esfuerzo cree para no perderme de chica, se redujo a un camino de piedritas medio revueltas a los lados, que a medida que avanzaba acomodaba. Pareciera que alguien se habia tomado el trabajo de mezclarlas para confundir a las personas que quieran llegar a la casa pero me sé el recorrido de memoria, estoy orgullosa, me río sola.


Al llegar, la casita sigue como la dejé. Antes era de un color amarillo brillante reluciente, pero ahora la pintura caída solo la dejó de un color madera un poco agrietado  aunque el cambió era mínimo para estos todos los años que pasaron. Subí por las mini escaleras que rodeaban  el tronco y suspiré por dentro, seguía exactamente igual, no estaba desgastado ni sucio por dentro. Era solo ella, mi casita. No tiene mucho, una cocinita, una biblioteca con cajas de juguetes y algunos libros de cuentos, un enorme sofá para una niña de seis años y, el juego de mesa y sillas para jugar al té. 



#26988 en Novela romántica
#16930 en Otros
#2640 en Humor

En el texto hay: cartas, romance, misterio

Editado: 29.11.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.