Era un día soleado del mes mayo, el cielo lucía un espléndido azul celeste, un viento suave y aterciopelado refrescaba las casas de la urbanización Altamira donde Fátima Gomes joven hermosa de unos 30 años de familia portuguesa caminaba en compañía de su asesor inmobiliario, su amigo de la universidad Gonzalo Sanchez. Caminaban por las calles después de estacionar sus vehículos en un estacionamiento cercano, con la finalidad de ver una hermosa propiedad.
Fátima había recibido una herencia de su padre Alberto Gomes, portugués honrado y trabajador que había llegado desde muy joven para labrarse un porvenir en aquella Venezuela de los años dorados los 60 y 70, aquella en la que todos prosperaron, aquella Venezuela que una vez fue cuna de grandes negocios, llena de gente honesta y amable…, Alberto junto a su mujer María habían fundado de cero un supermercado y este se había expandido contando ahora con varias sucursales en Caracas y una en Valencia. Alberto había fallecido hacía dos meses dejando además del negocio una cuantiosa suma de dinero a su mujer y sus dos hijos Fátima y José.
Después de caminar una cuadra hacia arriba, llegaron a la casa en cuestión, la fachada era una enorme pared de color blanco algo sucia y deslucida por los elementos naturales. Gonzalo sacó las llaves de su bolsillo y le dijo a Fátima en tono convincente:
—Fátima esta es la casa, los espacios son maravillosos, el patio te va a encantar, no te desanimes por la fachada, ya verás…
Finalmente giró la llave y entró al jardín delantero de la casa, la grama se veía algo descuidada, dos árboles de mango adornaban la parte interna de la entrada, eran altos, de un verde esmeralda intenso y en sus tallos la maravillosa fruta lucía apetitosa, los mismos se batían al son del viento lo cual creaba un sonido que calmaba el espíritu, Fátima le dijo a Gonzalo:
—Gonzalo me encanta este jardín, los mangos lucen espléndidos, 10 puntos por la entrada, siento como si hubiese entrado a otro tiempo y espacio, uno alejado del smog y el ruido citadino.
Gonzalo respondió en tono amable:
—Así es Fátima, pero adelante ven para que veas toda la casa, es una joya en sí misma por su estructura arquitectónica propia de los años 70, además la anterior dueña una señora mayor solterona de nombre Isabel— la cual tenía tres sobrinos a los que adoro mientras vivió— fue una mujer que según me contó su sobrino Luis Alfonso que es quien puso a la venta la casa, fue una mujer plena y feliz, entregada en cuerpo y alma al cuidado de sus jardines, cada flor, cada planta para ella tenía vida propia, nombre y personalidad.
Por un instante guardaron silencio, tiempo en el que Gonzalo con la llaves abrió la puerta que daba al interior de la casa. Al entrar Fátima quedó deslumbrada con la sala y enseguida alabo el comedor por su amplitud. Le fascinaron los pisos de granito pulido, la cocina recién remodelada pero lo que enseguida adoro fue el patio interno en el que sobresalía un árbol centenario en todo el centro que la deslumbró con aquellas fuertes raíces que se adentraban a las profundidades de la tierra, aquella rugoza corteza marrón, sus fuertes ramas de las cuales nacían hermosas hojas verdes ovaladas que resaltaban mangos de diversos colores que iban del verde, al naranja y amarillo todos suspendidos a algunos tallos del majestuoso árbol.
Después de contemplar la magnífica planta baja de la vivienda en cuestión, subieron a la planta superior, la misma contaba con cuatro habitaciones espaciosas y dos baños. La habitación principal que contaba con su propio balcón tenía su baño incluido. Las habitaciones y los baños recientemente habían sido remodelados, por lo cual lucían espléndidos.
Fátima le comentó a Gonzalo:
—Gonzalo, la fachada no expresa lo maravillosa que es esta casa, tiene que ser mía, estoy enamorada de ella, vamos a firmar ya lo papeles y hacer el pago, a mamá le va a fascinar…, y así cambia de ambiente querido Gonzalo, mamá está demasiado triste desde que papá murió, imagínate tantos años juntos, ¡Como se amaron mis padres, querido Gonzalo! —, puso un semblante serio y sus ojos se llenaron de lágrimas.
Gonzalo le dijo en tono comprensivo siendo empático con su pena:
—¡Que lamentable la muerte del señor Alberto!, de verdad Fátima, tu papá estaba tan entero, un señor tan honesto y luchador aun no puedo creer que el cáncer renal en tan solo seis meses acabara con su vida…, ¡Dios mío, Fátima comprendo tu dolor, es una verdadera lástima que haya fallecido!
Fátima le respondió con su alma enlutada:
—Así es Gonzalo ya van dos meses de su partida, mamá aún está de viaje en Portugal con mi tía Paola, visitando a la familia, mi hermano Jose, mis primos Manuel y María Fernanda y yo le pedimos que viajara para que al menos se distrajera…, es que no podía con la pena de la partida de papá —Fátima puso un semblante afligido.
Echando una última vista a la casa le dijo a Gonzalo:
—¡Hum! Gonzalo, esta casa tiene algo realmente muy especial que raya en lo mágico, es justo lo que ella y yo necesitamos, además yo soy quien ha quedado a cargo de mamá, ya mi hermano Jose Alberto ha hecho su vida, y tiene a su cuidado a mis dos amados sobrinos y mi encantadora cuñada.
***
Fátima a la semana siguiente luego de firmar los documentos de propiedad de la casa y cancelar, se mudo de su anterior domicilio, una cómoda vivienda familiar la cual puso en alquiler pues le era imposible desprenderse de esa casa con tantos recuerdos familiares; pero a su vez ella y su mamá no podían seguir viviendo allí, pues en cada esquina, en cada rincón sentían la presencia del señor Alberto, que ahora con más fuerza que nunca vivía en sus corazones; una persona tan maravillosa y trabajadora no podía ser más que bien recordada, pero el dolor de su partida las mantenía demasiado abrumadas para seguir habitandola.
Después de la agotadora mudanza finalmente Fátima se encontró sola sentada sobre el sofá aún cubierto de plástico, la luz crepuscular se colaba por el amplio ventanal que daba al patio delantero, tomó su teléfono móvil y llamó a su mamá vía WhatsApp poniéndo la función de videollamada, entonces le dijo mostrando signos de agotamiento mezclados con la sensación de alegría: