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Había una vez una antigua casa en el campo, lejos de cualquier vecindario. La gente decía que estaba embrujada, y que se podían escuchar ruidos extraños en medio de la noche. Una pareja joven John y Mary Smith decidieron comprar la casa, pensando que era el lugar perfecto para comenzar su vida junta. Sin embargo, pronto comenzaron a experimentar cosas extrañas. Cosas se movían por sí solas, y se escuchaban risas malévolas en medio de la noche.
La pareja decidió investigar y descubrieron que la casa había sido construida sobre un antiguo cementerio indígena, y que los espíritus de los muertos estaban enojados por haber sido desenterrados. Aterrorizados, la pareja decidió pedir ayuda.
La pareja decidió hablar con un experto en espiritismo para saber como deshacerse del mal que habitaba en su hogar. El experto les dijo que lo único que podían hacer era pedir perdón a los espíritus y hacer una ofrenda para calmarlos. La pareja decidió seguir sus instrucciones y prepararon una ofrenda compuesta de flores y comida para los espíritus. Luego de esto, la pareja se arrodilló en frente a la casa y pidieron perdón a los espíritus, prometiendo no molestarlos más.
Pasaron varios días y la pareja notó que los sucesos extraños habían cesado. Decidieron quedarse en la casa y vivir en paz con los espíritus. A partir de ese día, cada año en la fecha en que habían hecho la ofrenda, la pareja la renovaba para mantener la paz con los espíritus del cementerio indígena. Años más tarde, la gente del pueblo empezó a visitar la casa para hacer sus propias ofrendas y pedir protección de los espíritus. La antigua casa embrujada se convirtió en un lugar sagrado para la comunidad, y se decía que quienes la visitaban y honraban a los espíritus eran bendecidos con buena suerte y protección.