La chica encontrada había salido al lago a nadar, según una de sus criadas; Hudson se había acercado, examinando todo con cuidado, la causa: un desafortunado accidente, y un horrible día para morir, como si los castigaran por el crimen más atroz, la naturaleza dejó caer una fuerte tormenta. El cuerpo fue llevado dentro y colocado en el sótano, debía enviar por los peritos.
Había vuelto a la habitación y para su sorpresa, estaba una carta. Al abrirla, noto que era la misma de la madrugada.
Una extraña idea llegaba a su mente, pero antes de que siquiera llegara a formarse, un fuerte golpe lo sacó de su ensimismamiento.
- Detective, mi hermano se ahoga –dice una joven castaña. Hudson deja la carta en la cama y corre a auxiliar al joven, pero fue tarde.
- ¿Qué pasó? –pregunta mirando a cada uno.
- Mi hermano cogió un pedazo de pan relleno de la cocina –dice la joven de no más de diecisiete años. Se acerca al chico y comienza a revisarlo, tenía rasgos de una alergia.
- ¿Su hermano era alérgico a algo? –pregunta poniéndose de pie.
- Si, al pescado, sobre todo al salmón –dice mientras lágrimas abandonan sus ojos.
- ¿Qué tenían los panes? –pregunta dirigiéndose a uno de los sirvientes.
– Salmón señor, ayer nos trajeron bastantes y la cocinera creyó buena idea hacerlos así –dice apenado. Hudson suspira antes de llevar el cadáver al sótano, seguía lloviendo, ni un alma llegaría ahí con ese clima.
Sube a su habitación y en silencio mira la ventana, un relámpago ilumina la habitación, casi al mismo instante alguien llama a la puerta. Suspirando se acerca para abrir, grande es su sorpresa al ser abrazado por la joven castaña.
- Tengo miedo –dice ella, podía escuchar el terror en su voz.
- ¿De qué o de quién? –pregunta quedándose quieto.
- De –dice bajo, como si temiese ser descubierta–, del otro lado del muro escuché el susurro de muerte, nos quiere a todos muertos –dice ella, la luz se va en ese instante.
Un grito cargado de dolor irrumpe la fría calma.