La casa Lambert

Capítulo III

Con un movimiento suave pero determinado se separó de la chica mientras más gritos se unían al primero, podía escuchar pasos apresurados y la voz del mayordomo dando órdenes para encender las lámparas de queroseno.

- Detective, detective, mi hijo –gritaba una mujer llorando como Magdalena. Hudson no podía verla, pero eso no sería un impedimento.

- ¿Qué tiene su hijo? –pregunta deteniéndose en el rellano de las escaleras.

- No lo encuentro, salió a cabalgar hace más de una hora, y con todo lo que está pasando, Dios bendito –dice de manera atropellada, casi puede verla persignarse varias veces.

- Aquí tiene –dice el mayordomo extendiéndole un paraguas así como una linterna. Hudson las coge, camina hacia la cocina para acto seguido, ir hacia las caballerizas.

La tormenta azotaba con fuerza su rostro, en un instante la lámpara se había apagado y su paraguas había salido volando. Un relinchar llama la atención así que decide seguirlo, de un momento para otro el relinchar parecía provenir de todos lados; era mejor buscar en las caballerizas. Con dificultad logra abrir la puerta, el lugar esta oscuro; sus ojos poco a poco se adaptan a la oscuridad.

Un quejido llama su atención, camina cuidando por donde pisa; algo casi lo hace caer, se agacha cogiendo el objeto, para su sorpresa es una mano. Un relámpago ilumina el cielo dejando ver a un joven empalado, Hudson cierra los ojos con fuerza, en toda su carrera jamás había visto una escena como aquella, quizás el caballo se había asustado y arrojado al jinete al brete, para infortunio del pobre desdichado, la madera se había roto matándolo al instante.

Esto no le estaba gustando para nada, eran ya tres muertes, que si bien se podría decir que eran "accidentes", algo no terminaba por cuadrarle.

Antes de irse comprobó sus signos vitales, y tal como había visto, nada se podía hacer.

Salió de ahí pensando en que le diría a la madre, en ese momento deseaba ser otra persona.

Al entrar a la casa encontró la luz encendida, era una suerte que hubiese regresado. La mujer se había abalanzado hacia él rogando por su hijo.

  - Lamento darle esta noticia, encontré a su hijo... muerto –dice recibiendo la toalla que un sirviente le extendía. El llanto desgarrador de la madre se hizo presente, otro invitado tuvo que sostenerla para evitar que cayera al suelo.

- ¿Dónde? –pregunta la mujer a penas.

- Al parecer el caballo lo tiro encima del brete, este se hizo añicos y quedo atrapado –dice sin detalles, ella no tenía que saber cómo lo había encontrado, esperaría a que se calmará.

- ¿Encontró al animal? –escucha preguntar a la señorita Lestrange.

- Lo escuché, sin embargo, no encontré motivos para seguirle los pasos, y me fui en busca del joven –dice frunciendo el ceño.

- Tiene razón, disculpe usted –dice ella apenada. El detective asiente al tiempo que una joven sirvienta le entrega una pequeña nota.

Esperaba más de usted, qué decepción tan grande.

Un cordial saludo.

 Algo hizo clic en su mente, era la misma letra.



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En el texto hay: asesino, detective, desapariciones

Editado: 02.01.2022

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