La cabeza le daba vueltas, aun así, era capaz de sentir el frío y húmedo suelo; el cuerpo le pesaba lo suficiente para no ser capaz de sostenerse.
- Un gusto Hudson –dice aquella voz, una que recuerda muy bien–, ¿prefieres Henrique?, podríamos probar con... papá –dice en tono frío, con rencor, con ira.
Hudson intenta procesar aquello, él no tenía hijas.
- No... yo –su voz sale patosa.
- Sabía que dirías eso, que no tienes hijas –dice Lestrange acercándose a él con lentitud–, lo que es cierto, no tienes una hija, tienes un hijo –dice quitándose la peluca, sin embargo, ese rostro femenino no se va–. Quizás pienses que miento, pero te refrescaré la memoria –dice sonriendo, lleva su dedo a su boca–. Natelien Bélanger, una preciosa chica de la aristocracia francesa, rica, inocente que se enamoró de un pobre policía, uno que termino por casarse con otra, dejando a una Natelien triste... y embarazada –grita propinándole una patada–, ¿sabes qué pasó papi? –dice en tono bajo, casi suave–, la casaron con un hombre que la golpeaba hasta el cansancio, ella dejo de sonreír, en su lugar se llenó de ira; si ella sufría, sufriría con ella –comienza a reír como maniático–, ella comenzó a golpearme, noche tras noche, y dejó que él abusará de mí hasta casi matarme, era la manera en que la dejaba en paz –su mirada se pierde en aquellos horribles recuerdos–, al final... los mate –dice antes de comenzar a reír con unas fuertes sacudidas–, los hubieses visto, suplicando por su vida, eran patéticos –se hinca a su lado, ladea la cabeza.
- Tus abuelos –dice girándose, terminando de espaldas–, ellos me alejaron, ellos no me querían, amenazaron con mandarla a un convento, ella iba a sufrir con el encierro –dice con dolor, al final, su sacrificio había resultado en nada.
- A ellos también los maté, bastardos doble cara–dice mirando a la nada–. Era hermoso verte así, desorientado, tan lleno de culpa, tan amargado, perdiéndolo todo –sonríe cual niño pequeño–. Ahora imagina: aparece el hijo prodigo del detective Hudson, causante de tantas muertes en la casa Lambert, sería un gran titular, ¿no lo crees? –pregunta inocente, sonríe sacando una pistola–, un gusto... padre –dice con desprecio.
Un arma siendo disparada resuena por la casa, terminando con el encuentro.