La Casa Que Nos Vio Crecer

Capítulo Ocho: Algo había cambiado

 

–PAULA ¿ QUE BEBIERON TUS HERMANAS, ANOCHE ? –Carlos, se acomodó la almohada debajo de la cabeza, mientras observaba a su mujer desnuda, dirigirse hacia el baño.

–Pues que están cachondas o bebieron mucho vino, por lo menos Mila lo dejo claro. –Dijo riendo, sentándose en la taza del váter con la puerta abierta. –Fue un poco descarada con Douglas, hablándole en inglés, con esa voz melosa que también conozco. –Su marido no pudo evitar reír. –Ven para acá, –dijo Carlos, dando unas palmaditas sobre la almohada.

Paula se metió bajo las sabanas, casi no habían dormido, habían pasado una noche lasciva, relajados, disfrutando uno del otro, sin tener que levantarse por los quejidos o llamadas de los gemelos.

–Estás cada día más hermosa y apetecible… Y estos.... –Carlos enterró su cara entre los voluminosos pechos que adoraba de su mujer.

                                                                                ***

Ricardo se levantó muy temprano y decido nadar un poco, el agua estaba algo fría a esa hora de la mañana, por lo que le vendría bien para apaciguar su humor. La noche anterior fue casi irreal, había pasado toda la cena hablando y riendo con la compañía Amelia y con los demás. Le gustó Douglas, aunque hubiera preferido que este fuese menos atractivo y jovial, pero le daba igual, ya que había tenido toda la atención de ella. Amelia estuvo tan sexy y radiante, parecía una diosa griega con aquel vestido, y él, de buena gana se hubiera dejado doblegar si ella se lo hubiera insinuado.

La deseaba y quería tenerla en su cama, en sus brazos, aunque fuese solo una vez más. No sabía el por qué, pero desde que la vio en la tumbona el día de su llegada, sintió un vuelco en su interior, haciendo imposible dejar de pensar en ella.

Que tonto fue al perderla. Pensó. Pero admitió que había disfrutado de la velada, he incluso con Mila allí. Sin drama o miradas de reproches. Sino conociera bien a su ex, hubiera pensado que el escoces había captado su de atención.

                                                                                 ***

Mila se despertó con desgana al verse sola en la cama. Eran casi las ocho de la mañana, la casa seguía en silencio y ella no podía dormir. Había soñado con Douglas, haciéndola suya en aquel cuarto, en su cama, besándola, mordiéndola y disfrutando de una buena sección de sexo.

No podía negarlo, había pasado una noche muy divertida y Douglas la hizo sentirse sexy, y hasta a él parecía gustarle su juego.

Un poco de diversión no perjudicaría a nadie, se dijo. Pero. Es el novio de tu hermana, la voz de la conciencia le recordaba la experiencia con Ricardo en el pasado. Sacudió la cabeza, aquello era diferente, se dijo.

Ricardo fue solo su seguridad, su escape de la monótona y aburrida vida en la finca. Y ahora quería sexo y no tenía con quien, de momento. Con su ex ni pensarlo. El escoces le atraía caprichosamente. Sintió una punzada de envidia, le hubiera gustado estar en el lugar de su hermana, durmiendo al lado de él y disfrutarlo. Con desgana dejo la cama, iría a nadar, eso siempre le calmaba el humor.

                                                                                  ***

Amelia despertó con dolor de cabeza, la mezcla de la noche anterior le pasaba factura. Giró la cabeza hacia Douglas, quien dormía plácidamente. No imaginaba que el pudiese aguantar tan bien el beber, lo último que recordaba era que habían acabado lo seis en la bodega, abriendo una botella de coñac de reserva.

La cena había sido todo un éxito. Por primera vez en mucho tiempo, se habían portado civilizadamente, pero no hablaría muy alto, solo habían pasado los primeros días. Tuvo que admitir que había disfrutado con la compañía de Ricardo, no sentía frustración ni dolor.

Aunque le había costado altibajos en el trascurso de mentalizarse de que lo había perdido para siempre, siendo intocable he inaccesible, estaba casado con su hermana y padre de su adorable sobrina.

Que caprichosa era la vida, pensó. Ahora él estaba divorciado y libre. Mierda, dijo en voz baja dejando la cama, se daría una ducha y bajaría a desayunar, eso la aplacaría y la haría entrar en razón.

Para cuando bajó eran casi las nueve y media de la mañana, encontró en el salón a su cuñado con los gemelos desayunando tranquilamente, con la televisión puesta y viendo las noticias.

–Buenos Días mis amores. –El verlos le recordaba lo afortunada que era. Romeo le dio un abrazo a la vez que se bajaba de la silla, para dirigirse al salón, donde la televisión con canal Disney y la PlayStation seguían encendido, su hermana prácticamente lo siguió empujando un carrito con una Barbie y dos osos de peluche.

Carlos la miraba con una media sonrisa, mientras ella se preparaba una taza de café.

–Estuvo entretenida la noche, ¿no crees?

–Hmm –musitó ella, dando un sorbo del delicioso líquido.

–Sabes, me ha gustado bastante Douglas, por lo que cuenta es un trotamundos. –Había algo en aquel escoces que lo intrigaba y estaba dispuesto a llegar al fondo. La noche anterior Douglas y el hablaron más de lo normal, quizás el alcohol hizo que la lengua del escoces se relajara un poco y eso fue lo que lo intrigó.

–Hacía años que no se disfrutaba como anoche en esta casa, –dijo mirando a su alrededor, quiso añadir algo, pero en ese momento su mujer entraba en la sala con su móvil sonando en la mano.

–Carlos, tu teléfono no ha dejado de sonar desde hace rato, creo que es tu hermano.

–Buenos días ¿Cómo te has levantado hoy? Preguntó a su hermana, esta se encogió de hombros.

–Con resaca, contestó Amelia..

–No me extraña, parecíais esponjas, vaya borrachos que estáis hechos. –Carlos se levantó de su silla, efectivamente era su hermano desde la oficina.




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