ESA NOCHE AMELIA Y DOUGLAS NO hicieron amor. Él había regresado muy tarde la noche anterior y su humor parecía haberse enfriado tras la breve conversación con Paula en el desayuno del día anterior.
Se despertó a las seis de la mañana, intentó quedarse en la cama, pero solo serviría para despertad a Douglas quien dormía plácidamente. Cuidadosa cerró la puerta tras de sí. La casa aun dormía, la noche anterior Milagros como de costumbre lo dejaba todo preparado, he incluso las comidas de cada dio.
Se dirigió hacia la cocina para preparase una buena taza de café mientras pensaba, que su Paula no podía tener razón, todo había sido pura coincidencias, llevados por el efecto de unas copas de más y por la añoranza de no verse en años. Ella no tenía cabida en la vida de él.
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Ricardo dobló el periódico con fecha atrasada de dos días, le gustaba leer, por lo que le daba igual si no era lectura actualizada. El día anterior había disfrutado en compañía de Carlos y Douglas. Tuvo que admitir que le agradó y se alegró de ver a Carlos, con quien tenía una estrecha amistad, aunque en los últimos años se había reducido a llamadas y conversaciones telefónicas.
Bajaría a nadar, estaba seguro de que a estas horas de la mañana todos seguirían durmiendo. Dando un sorbo a su café, cerró su puerta y con toalla en mano se encaminó hacia la piscina.
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Amelia se dirigió hacia la piscina con su desayuno recién hecho a base de sándwich de jamón y queso fundido y una taza de café. La mañana estaba tranquila con un cielo azul, el sonido de las chicharras anunciaba otro día de calor. Se decidió por la túmbala iglú al otro lado de la piscina al final del jardín. Le daría privacidad.
Y allí, tumbada sobre dos enormes cojines se terminó su desayuno, entretenida leyendo unas revistas que compró en el aeropuerto mientras se terminaba el café. Al cabo de unos minutos, escuchó agua correr desde la ducha, miró entre los huecos del mimbre y para su sorpresa vio que se trataba de él.
Ricardo se encontraba a escasos metros ella. Amelia no supo si salir o quedarse allí. Pero decidió quedarse quieta, casi sin pestañear por vergüenza a que el notase su presencia. Optando por lo segundo, aunque eso no le impidió recrearse la vista. Tampoco era malo, si era justa, ella había llegado primero.
Se deleitó en estudiarlo atentamente de arriba abajo, tomándose su tiempo, ligero de ropas Ricardo se veía bien fornido. Una sonrisa de traviesa se dibujó en su cara. Le gustó espiar sin ser vista.
Después de una refrescante ducha, Ricardo se dirigió hacia la zona lateral profunda y con un salto de profesional, se lanzó para desaparecer bajo el agua, buceó hasta el otro extremo de la piscina, justo donde estaba ella, vio su cabeza salir del agua y apoyar los codos fuera de esta.
Por segundos, el corazón de Amelia se paró. !La había descubierto!, pensó. Ricardo seguía con la mirada fija en su dirección, solo esperaba que estuviera disfrutando de las bonitas flores del jardín, y por nada en el mundo decidiera salir para tumbarse allí.
Las brazadas de él le parecieron eternas, había contado unas diez y parecía no cansarse. Para colmo, su hermana Mila apareció, se fue directa hacia la ducha, pero al verlo salir bajo el agua, dio un respingón de susto al no esperarse a nadie a esas horas.
Intercambiaron un par de palabras, Mila se le veía malhumorada, no pudo escuchar lo que hablaban. La muy tonta mantenía la ducha abierta, pero sí pudo notar la tensión entre ellos. Después de un intercambio verbal Mila se alejó hacia la casa.
Por segundos el cuerpo de Amelia se relajó, parecía un ladrón ocultándose de ser pillado, y en su propia casa. Aquello ya no le parecía tan divertido, solo esperaba que él decidiera marcharse. Pero no lo hizo. En cambio, fue su hermana Paula, quien apareció. Lo que faltaba, se dijo, poniendo los ojos en blanco.
Paula caminó hasta el filo de la piscina, llevaba una taza de café en la mano y allí esperó a que él se acercase. Miró hacia donde estaba ella. Por segundos tuvo la sensación de que la había visto, por la forma en que entrecerró los ojos..
Otros largos minutos pasaron hasta que él, decidió salir del agua. Amelia suspiró tumbándose sobre su espalda. Aquello era de locos, se dijo.
De pronto una sombra cayó sobre ella, haciéndola dar un brinco mientras se cubría la boca con las manos para ahogar un chillido.
–Ssss. ¿Qué haces loca?,te van a escuchar.
–Morirme del susto, graciosa. –Amelia se relajó con la respiración entrecortada, su hermana casi la mataba del susto, creyendo que era él o mucho peor, Mila. Paula no pudo evitar echarse a reír.
–¿Crees que me ha visto?
–Me apuesto lo que quieras a que sí.
–¿Qué? –La cara de Amelia quedó blanquecina de la vergüenza. Si lo que su hermana decía llegase hacer verdad. – ¿De qué hablabais entonces? Y ¿por qué tanta charla?
–Me estaba contando el desagradable encuentro por segunda vez con Mila y aparentemente le dijo de buenas maneras, que, si podía volver una hora más tarde, y Mila no se lo ha tomado muy bien que digamos. ¿Y tú que hacías aquí?
–Llegué la primera, me tumbé aquí para leer y cuando quise darme cuenta él ya estaba lanzándose al agua. Esperé, pero Mila apareció y después tú. Vaya agonía me habéis hecho pasar. – ¿Tú crees que me ha visto?
– ¿Por qué no lo compruebas tu misma? iba a cambiarse y después bajaría a desayunar.
– ¿Por qué? ya he desayunado –dijo señalando hacia el plato vacío.
–Pues date unas carreras alrededor del jardín o un par de brazadas, para que te entre apetito. Le he dicho que tú te unirías con nosotros a desayunar, cuando volvieras de tu paseo por la finca.