La Casa Que Nos Vio Crecer

Capítulo Doce: Hurgando en el pasado

 

ERAN SOLO LAS OCHO DE LA  mañana cuando Amelia y Mila abandonaban la hacienda. Se dirigían al pueblo para hacer unas compras. El día anterior en la piscina pareció muy interesada en su vida personal. Algo inusual, pensó. Ya que cuando estuvo pasándola mal con la separación, Mila no mostró mucho interés por saber cómo se encontraba, pero sí tuvo tiempo para mandar un par de WhatsApp a Salvatore. Siempre tan dedicada por saber más de los sentimientos ajenos que de los de su propia hermana.

Paula se olía algo, aquel interés era calculado. Algo se traía entre manos, le había comentado a Carlos por la noche cuando regreso de pescar.

–¿Paramos para desayunar en Los Claveles? –propuso Mila poniendo el coche en marcha. Era la cafetería donde solían ir a desayunar, cuando les apetecía bajar al pueblo, aunque ese había expandió tanto que podría ser una ciudad, con buenas conexiones de autovía y servicios públicos.

–Si, además no he desayunado, –respondió Amelia, sentía un poco de curiosidad por saber de qué hablarían. No estaban tan unidas como lo estaba con Paula, y no es que ella no lo quisiera. Era Mila, siempre tan opinante y tratando de ser el centro de todo. Creando en la mayoría de las veces discrepancia entre ellas.

–Creo que lo echaré de menos.

–¿El qué? –preguntó Amelia, no muy segura a lo que se refería.

–La hacienda, todo...

–¿Y por qué no la compras? No creo que sea por problema económico.

–¿Comprarla? ¿Yo? No, –dijo negando con la cabeza. –Lo dejé muy claro el día que salí de aquí… Esto me traería solo dolor de cabeza. Me gusta venir y disfrutar de la casa. Pero no para vivir. No quiero acabar como mamá, enterrada en vida entre estas tierras.

–Yo creo que no fue tan infeliz, aquí. Parecía gustarle o al menos nunca se quejó de ello. Además, no estarías sola, podrías traer a Helena. Y quien sabe, ahora que eres una mujer libre, siempre puedes rehacer tu vida…A Helena siempre le ha gustado estar aquí. ¿Recuerdas los berrinches que cogía cada vez que llegaba el final de las vacaciones y os teníais que ir?

–Y tanto que me acuerdo, que niña. Nos volvía locos con sus llantos en el camino. Pero no, no soy mujer de campo…para veranear, sí. Pero para vivir, no. Me gusta mi casa, mi vida acomodada.

–Bueno eso no hay que negarlo. Tuviste suerte en la vida y por partida doble. –dijo Amelia, mirando por la ventana.

–¿Tú crees? –respondió Mia, no muy convencida. Aún seguía buscando la felicidad que merecía… El dinero, fue solo un golpe de suerte, muy deseado.

–Pues claro que sí. –¿A qué venía esa pregunta? Pensó Amelia. Se había casado con su ex novio, le había dado una hija y le había tocado los millones en la lotería. El resto, ella misma supo joderlo bien. Pero eso no se lo diría, se lo guardaría para ella. –Tienes a Helena y eres rica. Lo demás es fácil.

–Bueno, no creas, a veces solo conoces tipos interesado en lo que tienes y no en lo que eres. Siempre lo he dicho. Lo bueno siempre esta cogido.

–No te desesperes mujer, quien sabe, quizás tu Mr.Right está por ahí, suelto deambulando el pobre, esperando vuestro encontronazo.

Mila no pudo evitar reír.

–Espero que se le caiga la venda, para que no se mate con las esquinas, –respondió entre risas.

                                                                          ***

–Buenos días, –saludó Ricardo al ver a Carlos y a Paula en el comedor desayunando, miró alrededor en busca de los gemelos.

–Siguen durmiendo, –respondió Paula, leyéndole el pensamiento. –Ayer Lourdes me los molió en la piscina, estoy pensando en llevármela conmigo. Tiene paciencia esa chica y le encanta los niños de eso no hay duda.

–¿Cómo te encuentras, hoy? –Preguntó Carlos. –El día anterior habían pasado parte del día pescando. Ricardo, había resbalado desde una roca, cayendo de espalda sobre esta y acabando en el agua.

–Creo que sobreviviré, –dijo tocándose la zona dolorida. Lo habían pasado bien y tuvieron suerte con la pesca. Entre los tres cogieron bastantes truchas como para hacer una barbacoa. –Lo que no sé, es cómo puede aguantar Douglas con la bebida.

–Tiene que ser fruto de sus raíces escocesas. –Respondió Carlos. –La verdad que tiene aguante, es una esponja, la forma de beber sin dejarse la cabeza en los whiskies.

–Tus dos ex se fueron de compras, juntas, –soltó Paula. –La pregunta de ¿dónde podría estar Amelia? se reflejaba en la cara él. Si al final parecía que tuvieran razón sus hermanas, ella veía y sentía cosas que otros no podían.

–Pues que lo pasen bien, eso es bueno –contestó él.

–Y tú pareces tonto Ricardo, ¿en serio? –Paula echó una mirada hacia la puerta, asegurándose de que estaban solos. –Una cosa te digo, –continúo hablando bajo. –Mila está interesada por…–señaló con el dedo índice hacia el techo, donde estaba situada la habitación de ellos.

–Paula, yo te lo agradezco, pero no quiero que nadie salga aquí perjudicado y mucho menos tú hermana, no me lo perdonaría si al final todo se tuerce por ser unos curiosos.

Paula lo miró seriamente, casi ofendida. –¿Te puedo hacer una pregunta? Y quiero que me digas la verdad, así, que piénsatelo bien, antes de dar me una respuesta a la ligera.

–Vamos Paula, no seas así. Déjalo tranquilo, –interrumpió Carlos, viendo que su mujer se estaba excediendo un poco. –¿Que sacas con estar indagando de esa manera? Ni que fueras a resolver un crimen. Lo de ellos fue una historia más que ocurre entre parejas. Se conocieron. Salieron juntos. No cuajó la relación… y adiós.

–El final de ellos fue un poco diferente… él se fue con la equivocada. Carlos. –Refunfuño ella. –Ahora escúchame. Ricardo, –se sentó frente a ellos mientras se preparaba un café. –¿Tú sigues enamorado de Amelia? –La pregunta hizo efecto. La cucharilla que sostenía en la mano, cayó bruscamente en la taza.




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