Crucero Costa Victoria.
Douglas había insistido en esperarla en el bar de la cubierta, mientras se terminaba el coctel, y así, Mila podría tomarse su tiempo en arreglarse antes de ir almorzar. Dos días antes habían embarcado en un crucero de ocho noches por las costas francesas. No podía quejarse. Lo estaba disfrutando Eso era vivir, se dijo. El atuendo blanco resaltaba atractivamente su bronceador, atrayendo la atención de un grupo de chicas que se congregaban alrededor de la piscina, disfrutando de una sección de Agua Zumba, con sus minúsculos bikinis y pechos de silicona. Echándole alguna que otra miradita lasciva, de las que el tan bien conocía.
Pero, no le interesaban las de esa edad. Reconoció y para su sorpresa que le atraían las mujeres madurotas, experimentadas... Muy cuidadas y con dinero. Sobre todo, con dinero. Sabía cómo satisfacerlas y ellas solían ser descaradamente generosas. Y Mila, era tod o un ejemplo... sabía llevarlo, y a él le encantaba. Había aprendido que nada duraba para siempre y que lo finales felices, era cosas de cine. Él quería disfrutar la vida y ese era su momento.
Sur de España
–Carlos, mira. –Dijo Paula, sonriendo, mientras le mostraba los mensajes que iban apareciendo en la pantalla de su celular. Era las ocho de la mañana y aún seguían en la cama. Era domingo y no había prisa por levantarse.
Carlos, acomodándose una segunda almohada bajo el cuello, leía los mensajes que iban entrando. Al cabo de unos segundos, sonrió.
–Pues ya era hora. –Dijo. –Tu hermana se estaba haciendo mucho de esperar, he incluso llegué a pensar que se le había acabado el interés por él. Ricardo, sin embargo, debe de estar… bueno me lo imagino.
–Y yo también me alegro, –respondió ella. –Vaya meses más estresantes sin saber de Amelia.
–Escucha, –interrumpió el. –Por lo visto tienen una sorpresa que anunciar. ¿Se irán a casar? –Dijo levantando la mirada de la pantalla.
–O quizás Amelia está embarazada, –respondió ella. –Carlos es eso, estoy segura, –dijo, casi saltando de alegría al ver que quizás otra vez acertaría. Cabía la posibilidad de haber un retoño en camino. Estoy segura de que es eso, Carlos.
–Paula, no empecemos, por favor. ¿Ya se te han olvidado las consecuencias de meternos en lo que no nos llaman? Debemos de esperar. No te adelantes a acontecimientos que no son nuestro, Por mucho que nos cueste. Solo interferiremos cuando nos lo pidan.
–¿Y si no se da cuenta? Alguien tendrá que dárselo a ver.
–¿Con Ricardo a su lado? Cariño tus dotes de médium van hacer aguas. –¿Siguen durmiendo? –Preguntó el, refiriéndose a los gemelos.
–Después de la paliza de ayer en la piscina. Cayeron rendidos. Aun no se levantarán.
–Estupendo –dijo él, saliendo de la cama y echándole la llave a la puerta.
–¿Qué haces?
–¿Tu qué crees? –Respondió el, deshaciéndose de sus boxes. Ella no puedo evitar echarse a reír. Retiró la sabana que cubría su cuerpo desnudo.
–Ven tenemos una hora. –Restregándose las manos Carlos se tumbó sobre ella. –Y ahora no pienses en nada que no seamos nosotros.