La Casa Triádica

Capítulo II: 1.

—¿Quién eres? —gritó Agnis con un dejo de miedo, mientras una gran espada reluciente reposaba en un lado de su cuello, sentía que poco a poco la vida se alejaba.

—Tendrás que girarte lentamente.
    
De modo despacioso, Agnis se giró en sí, sintiendo cómo tal espléndida espada iba resquebrajándose en una fina línea sin necesidad de dejar fluir una sola gota de sangre.
    
—Ahora tienes el círculo de la verdad, cada vez que mientas te escocerá tu espíritu —dijo la silueta viviente de dicha primera escultura angelical. Las otras esculturas angelicales desmomificadas se acercaron al ángel que sostenía la espada.

—¿Quién eres? —preguntaron sus amigos angelicales al unísono.

—Soy Agnis —contestó ensimismado en la silueta fulgente del ángel que, irónicamente, lo estaba prácticamente espadando.  

Los otros dos ángeles esculturales estaban sorprendidos, uno de ellos apartó rápidamente la espada espadada del cuello de Agnis y auparon a Agnis con un cariño enternecido. El ‘otro’ ángel simplemente lo ignoró. Los ‘otros’ ángeles lo bajaron.

—Yo soy Gabriel —se presentó el ángel que tenía un arco de flechas cruzado por toda su extremidad dorsoventral y, además, también colgaba una reluciente aljaba de flechas.

—Yo soy Raphael —se introdujo a sí mismo el ángel que portaba una gran lanza con una tajante, cortante y contundente moharra. También llevaba un reluciente escudo.
Ambos ángeles observaban al otro ángel que no se había dignado a presentarse, se miraron fijamente entre ellos.

—él es nuestro hermano Michael —presentaron con unanimidad al desdeñado ángel—. La verdad es que Michael es un poco receloso —ambos le guiñaron un ojo a Agnis. Agnis se sonrojó y bajó su mirada.

—Oye, tú, no debiste haber hecho el pacto de flujo de sangre —dijo Michael mientras partía del lugar, al parecer con un matiz de indiferencia. Agnis, ignorando a los otros dos ángeles, se dirigió directamente a seguir los pasos quedos de Michael.

—¿A qué te refieres con pacto del flujo de sangre? —dijo Agnis entrañado.

Michael se detuvo con ímpetu, giró en sí y enfrentó íntimamente a Agnis. Agnis dio solamente un corto paso hacia atrás y mantuvo su postura intimidada. Ambos se divisaron entre sí. «Es relucientemente inmenso», pensó Agnis un tanto intimidado.

—¿No recuerdas? —dijo Michael con palabras inaudibles—. Digo: ¿no sabes?

—Honestamente, no —dijo Agnis mientras Michael se desvanecía intrínsecamente.

 



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En el texto hay: angeles, demonios, deidades

Editado: 06.12.2020

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