La Casona del Demonio

La extraña figura en la pared.

Ethan detuvo la mano en el picaporte y con una infernal sonrisa miró a Alma, torció la boca en una asquerosa mueca haciéndole notar que él no era Ethan o por lo menos no "su" Ethan.

—No —balbuceo sintiendo un pavor enloquecedor hundírsele en el estómago.

— ¡Oh sí! —respondió la criatura en el cuerpo de su esposo con una voz inhumana capaz de hacer eco con tan solo respirar.

Era su voz, la misma de la creatura en su pesadilla la que se mofaba de ella.

Alma retrocedió sintiéndose torpe y lenta como en aquel sueño, pero en un parpadear el fuerte agarre del que fue su marido la sostuvo jalándola con tal fuerza, que lo único que hizo la pobre mujer, fue gritar lo más fuerte que su ahogado llanto la dejo. Aquel monstruo cambió el agarre de sus brazos por su largo cabello jalándola escaleras abajo. Con ambas manos protegió su vientre y entre súplicas comenzó a orar.

— ¡Cállate perra! —gritó dándole un fuerte jalón y haciéndola caer por el resto de las escaleras.

El hombre de alma oscura la pateó con crueldad riendo con fuerza al ver los negros cabellos de Alma empapados en sangre, mientras ella se retorcía de dolor en el piso y suplicaba por su vida.

—No, no, por favor Ethan...

—Yo no soy Ethan —respondió la criatura de voz deforme, mientras se inclinaba para darle la respuesta que la dejó helada—. Y él jamás volverá.

—No.… no…por favor no —suplicó al momento que la volvía a levantar y a jalar del pelo para arrástrala a la cocina.

Bastó mirar esos ojos huecos para que Alma se diera cuenta de su fatídico final, que sin duda sería ese hediondo e infernal sótano. 

Tocó su vientre encontrando en él la fuerza para luchar y dándose la vuelta se separó con fuerza del repugnante cuerpo sin importarle qué parte de su oscuro cabellera le quedara entre las manos.

Corrió con toda la agilidad que le permitía el pesado cuerpo y cuando llego a la puerta principal sintió un duro golpe en la cabeza frenándole la huida, dejándola débil y en menos de un minuto inconsciente. Poco importó lo mucho que peleó por no caer en la lúgubre oscuridad, sabía que esa penumbra era su fin que si caía quizá jamás volvería y aun así, al final la arrastro.

 

Despertó recostada en medio de lo que parecía ser una vieja mesa de madera, poco a poco fue recuperando sus recuerdos, con frenesí comenzó a sacudirse. Amarrada y totalmente desnuda se vio rodeada de velas, inciensos, y lo que perecían ser trozos de animales. Mientras el enviado de Luzbel trazaba líneas en la pared con su propia sangre o mejor dicho, la sangre de Ethan.  

Alma giró sus muñecas intentando zafarse de los apretados amarres.

—No te muevas —gruñó con asco sin siquiera voltear a verla.

La mujer ignoró su comentario para continuar con su trabajo, estaba dispuesta a no dejarse morir o por lo menos dar algo pelea.

— ¡Te dije que no! —gritó el demonio causando el vibrar del piso.

Caminando hacia ella le encajó limpiamente un cuchillo en la mano izquierda.

El grito de Alma no se hizo esperar y las risas de él llenaron de eco el sótano.  

Divertido, sacó nuevamente el cuchillo dispuesto a repetir la tortura sin titubear se lo encajó en el codo y una vez más en el hombro, dejándole así el brazo totalmente inservible. La vio retorcerse y aullar de dolor mientras lambia el cuchillo como si se tratase de la más pura ambrosía. 

—Por favor...por nuestro hijo —jadeó Alma.

Fue cruelmente ignorada y el demonio se dispuso a empezar el oscuro ritual.

Con la punta del afilado cuchillo le trazó alrededor del ombligo un perfecto signo de varios picos, el misma que se durante siglos ha sido asignada a las más retorcidas actuaciones. La delicada mujer gritó hasta desgarrarse la garganta y con la desesperación latente se retorció intentando zafar la mano buena.

—No.…no —repitió esta vez no en tono de súplica sino en algo más allá.

Eso no valía ante él y lo pudo ver agacharse por una gran veladora de cera negra y con mano firme derramar el quemante líquido justo en su ombligo, quedando en medio de la estrella.

La tortura extrema, la llevó a nublar su vista casi apuntó del desmayo y volverse a sumergirse en esa oscura nube. Pero un brinco en su vientre, del inocente que también luchaba por su vida de aquel pequeño ser que también intentaba sobrevivir, la alentó a continuar.

Mientras el demonio se alejó a tomar un martillo Alma, aprovechó para terminar de zafarse la mano y alcanzar el cuchillo que escondió bajo su desnuda espalda y volvió a colocar la mano en posición.

En conjuro satánico que recitaba se volvió intenso logrando que hasta el espíritu de Alma se estremeciera.

Los gritos de aquel, se volvieron más roncos hasta el punto de ser auténticos gruñidos indefinibles.

El aire se cargó de ese pesado olor a azufre mientras el piso vibraba al unísono de los arcaicos cantos venidos de los mismos avernos.




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