La Catedral de Sevilla

Capítulo 1: De Mezquita a Santuario de Dios.

​La historia de la Catedral de Sevilla, tal y como la conocemos, comienza con una demolición. Pero no se trató de un acto de destrucción sin sentido, sino de un acto de fe y de la voluntad de construir algo aún más grande. Antes de ser el templo gótico que hoy domina el cielo sevillano, en este mismo lugar se alzaba la Mezquita Mayor de Isbilia, construida por el califa almohade Abu Yacub Yusuf en el siglo XII.
​Tras la reconquista de la ciudad por el rey Fernando III en 1248, la mezquita fue consagrada al culto cristiano. Sin embargo, con el paso de los siglos, el ímpetu y la riqueza de la ciudad, impulsados por el descubrimiento de América, exigieron un templo que estuviera a la altura de su esplendor. Los canónigos de la Catedral, movidos por una ambición desbordada, tomaron la audaz decisión en 1401 de demoler el viejo edificio y levantar una nueva iglesia que dejara a la posteridad un testimonio de la inmensa devoción y poder de la urbe. "¡Hagamos una Iglesia tan grande que los que la vieren labrada nos tengan por locos!", fue la frase que, según la tradición, selló el destino de la obra.
​El inicio de la construcción marcó el fin de una era y el comienzo de otra. Aunque la mezquita fue derribada, no todo se perdió. El minarete, una obra de arte por sí mismo, fue conservado y transformado en el campanario cristiano. Este alminar almohade, que hoy conocemos como la Giralda, y el Patio de los Naranjos, con su fuente central, son los únicos vestigios del antiguo templo islámico que se conservan e integran con armonía en la nueva catedral. Este primer paso en la demolición y el respeto por ciertas partes de la antigua mezquita cimentó la base sobre la que se levantaría la imponente catedral gótica que hoy asombra al mundo. La Grandeza del Gótico y el Sueño de los Locos.
​El mandato de construir un templo "tan grande que nos tengan por locos" no fue una simple frase, sino el principio rector de una obra colosal. La construcción de la Catedral de Sevilla, que se inició oficialmente a principios del siglo XV, se llevó a cabo sobre el terreno de la antigua mezquita, buscando mantener la orientación y, en la medida de lo posible, la cimentación de la anterior edificación.
​El estilo elegido fue el gótico, que en ese momento estaba en su apogeo. Sin embargo, los arquitectos sevillanos llevaron este estilo a una escala sin precedentes. El resultado es una catedral de planta rectangular, de proporciones inmensas, con cinco naves que se elevan a alturas vertiginosas. Las gigantescas bóvedas de crucería y las columnas, que parecen árboles que se ramifican hacia el cielo, crean un espacio interior de una magnificencia que sobrecoge. La luz se filtra a través de las grandes vidrieras, que cuentan historias bíblicas y de santos, bañando el interior con un halo de colores y misticismo.
​En el interior, la Catedral alberga tesoros de incalculable valor. El Retablo Mayor, una obra maestra tallada en madera y dorada, es el retablo más grande del mundo y una Biblia en imágenes que narra la vida de Cristo. Las capillas laterales, dedicadas a diferentes devociones y familias nobles, son un compendio de estilos artísticos, desde el gótico hasta el barroco.
​Pero quizás el tesoro más simbólico de la Catedral es la tumba de Cristóbal Colón, cuyos restos reposan en un majestuoso sepulcro sostenido por cuatro heraldos. Este monumento no solo conmemora al almirante, sino que simboliza la conexión intrínseca de Sevilla con el Nuevo Mundo y la riqueza que fluyó a través de su puerto, la que en parte financió la grandeza de este templo.
​La Catedral no fue construida en un solo día ni por una sola mano, sino que es el resultado del trabajo de generaciones de maestros y artesanos. Su inmensa escala y su rica ornamentación la convierten en la catedral gótica más grande del mundo, un testamento perdurable de la fe y la ambición de una ciudad en su época de máximo esplendor. La Giralda, el Faro de Sevilla.
​Si la Catedral es el corazón de Sevilla, la Giralda es su alma y su guía eterna. Este majestuoso campanario, que se alza junto al templo, no es solo una obra de arte, sino un compendio vivo de la historia de la ciudad. Su origen se remonta al siglo XII, cuando era el alminar de la antigua mezquita aljama, un faro de la fe islámica que convocaba a los fieles a la oración.
​Construida con ladrillos, su estructura original almohade es una maravilla de la ingeniería. La rampa interior, por donde se ascendía a caballo, fue diseñada para que el muecín pudiera llegar a la cima para realizar la llamada a la oración. Su ornamentación de paños de sebka y su elegante diseño lo convirtieron en uno de los minaretes más bellos del mundo islámico.
​Tras la Reconquista, los cristianos decidieron conservarlo, un acto inusual que demuestra el valor que ya se le otorgaba. En el siglo XVI, el arquitecto Hernán Ruiz II añadió el cuerpo de campanas y el remate renacentista, transformando el alminar en un campanario cristiano. El toque final fue la colocación de la estatua de bronce que la corona, el Giraldillo, una veleta que representa la fe triunfante. Con su base islámica, su cuerpo cristiano y su remate renacentista, la Giralda es un testimonio único de la fusión de culturas que ha forjado la identidad de Sevilla.
​La Giralda no solo es un símbolo de la catedral, sino de toda la ciudad. Subir sus rampas y escaleras es un ritual para los sevillanos y un privilegio para los visitantes. Desde lo alto, las vistas panorámicas de Sevilla son inigualables, ofreciendo una perspectiva única de sus tejados, sus calles y el río Guadalquivir, un recordatorio de que la Giralda, al igual que la catedral que la acompaña, ha sido y siempre será un testigo inamovible de la historia de la ciudad.




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