La Cazadora Pelirroja

LA REVELACIÓN l

Saira sabía que La Llorona alertaría al Ahuízotl. Tenían poco tiempo antes de que la bestia completara su sanación y la limpieza iniciada por El Chupacabras.

Con ayuda de un aliado confiable que sabía de el linaje de Saira , bueno no tanto pero se daba una pequeña idea.

-"El Ahuízotl se esconde donde hay más confianza, Alejandro,"- -dijo Saira mientras caminaban de vuelta al centro del pueblo. -"Alguien que esté acostumbrado a recibir la fe y el afecto de los demás. Alguien que no necesite demostrar que tiene calor humano."-

El rostro de Alejandro palideció aún más. -"No estás pensando en el Padre Benito, ¿verdad? Él es... la persona más amable de todo Río Místico."-

-"Justo por eso,"- replicó Saira. -"Si está infectado, ha robado tanto afecto a lo largo de los años que nadie notaría la diferencia. Su bondad es su escudo."-

La misión de Saira fue brutalmente simple: debían provocar una reacción.

Llegaron a la iglesia. El Padre Benito estaba en la nave, limpiando los candelabros. Saira lo miró con su fría percepción. No había maldad activa, pero había una ausencia resonante, un agujero negro de afecto donde debería estar el alma del sacerdote.

-"Alejandro,"- dijo Saira, su voz baja y rápida. -"Necesito que hagas algo estúpido. Algo que rompa la paz de este lugar, algo que un joven normal haría para llamar la atención."-

Alejandro, aunque aterrorizado, entendió. Sabía que Saira lo usaría, y aceptó ser el cebo.

El joven caminó hacia el altar y, con una audacia que Saira no le había visto antes, volcó el pedestal de una estatua de la Virgen. El ruido metálico resonó en el silencio de la iglesia.

El Padre Benito se giró con una lentitud impropia. No había sorpresa ni pena en sus ojos, solo una molestia mecánica.

-"Hijo,"- dijo con su voz habitualmente suave, pero desprovista de emoción. -"Recoge eso, por favor. Es inmaduro."-

-"No lo haré, Padre,"- replicó Alejandro, su voz temblando. -"Esto es un truco. El pueblo está muriendo por dentro y usted solo se preocupa por la plata."-

La expresión del Padre Benito no cambió. Pero Saira, observando con su fría percepción, notó el detalle. Cuando Alejandro desafió la moral, el Padre no mostró indignación religiosa, sino una fascinación vacía.

-"Eres ruidoso,"- dijo el Padre Benito. Lentamente, sus manos dejaron de limpiar y una garra negra, con la punta de un dedo de mono, comenzó a emerger de la manga de su sotana. El Ahuízotl estaba herido y se manifestaba parcialmente a través de su huésped.

Saira no esperó. Desenvainó Luz de Obsidiana. El machete se encendió con un brillo azul helado que iluminó los frescos de la iglesia, haciendo que el rostro del sacerdote pareciera espectral.

-"¡Corre, Alejandro!"- gritó Saira, saltando hacia el altar.

El Padre Benito, o más bien, el Ahuízotl controlando su sistema nervioso, reaccionó con una velocidad antinatural. La garra se extendió por completo y atacó, no para dañar a Saira, sino para cubrir la Luz de Obsidiana.

-"Tu fuego duele, Cazadora,"- siseó el sacerdote con una voz doble, la del hombre y la del monstruo. -"Pero mi amo es paciente. Y tú te estás quemando por dentro."-

Saira sintió la verdad de sus palabras. El calor de su transformación le quemaba el cuello; su poder la estaba consumiendo más rápido de lo habitual por el estrés de usar a Alejandro y enfrentar a la criatura en un espacio cerrado.

Con una precisión despiadada, Saira no atacó la garra, sino que apuñaló el machete directamente en el abdomen del Padre Benito. No lo hizo por maldad, sino para liberar al Ahuízotl.

Un chorro de agua lodosa y oscura brotó de la herida del sacerdote, seguido por la figura completa del Ahuízotl, que salió del cuerpo como si este fuera solo un traje. El Padre Benito cayó al suelo, respirando agitadamente, pero vivo y curado del vacío.

El Ahuízotl estaba libre y furioso. Había sanado lo suficiente para atacar, pero su herida del machete en la cola no había sanado por completo, dejando un rastro de vulnerabilidad.




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