La Cenicienta de Queens

Capítulo 1: Menos de 24 horas

—¡Vamos, no puedes llorar toda una vida Lu! —exclamó Sarah sosteniendo la cabeza de Lucy en sus piernas, mientras le acariciaba el cabello.

—Si, si puedo y lo haré. Y sólo han pasado menos de veinticuatro horas —respondió entre sollozos.

—Yo, venir a Norteamérica a experimentar sexo con chicos estúpidos y de gran miembro, las compañeras y su drama no estaban incluidos —Louis hizo un gesto de desinterés y caminó hacia el sofá con una botella de vino.

—Oh Louis, no todas somos como tú, aún existen chicas que les interesan las relaciones a largo plazo, que sueñan con un príncipe azul —contestó Lucy entre lágrimas, mientras se incorporaba al sofá.

Literalmente Lucy sueña con esto todas las mañanas.

—Louis, lo que Lu, trata de decir de una manera más condescendiente. Es que no todas somos unas zorras, egocéntricas y prepotentes como tú —agregó Sarah sin nada de pesar.

Cuando se trata de Louis, Sarah no suele tener reparo en sus palabras. Aquella chica francesa de personalidad espontánea y sin el más mínimo pudor al hablar. Es esa pequeña piedrecilla en su zapatos. Y si no fuera por el gran corazón de Lucy o por su estúpida bondad desmedida, ya la habría echado a patadas a la calle hace años.

—Dramatique —respondió, rodeando los ojos con desdén—. Al menos la Fille se dignará a contar qué sucedió con sexy Oliver.

—Concuerdo con la francesita pedante, ¿cuéntanos qué pasó, exactamente en las últimas horas? —argumentó Sarah.

Lucy, tomó un pañuelo de la caja que estaba a un lado de ella y comenzó a llorar despavorida con mucha más fuerza, tan solo recordar aquella desagradable escena le hacía derrumbarse. Y entre llanto, lágrimas y un poco de moco, procedió a contarle a sus amigas.

Hoy sería un día maravilloso en la vida de Lucy Andrews, por fin estaba decidida a hablar de una fecha próxima para su boda, con su muy bien parecido y sexy prometido; un joven Ítaloamericano de veintisiete años. Desde hace unos meses, Lucy sólo podía pensar en lo maravilloso que sería estar casada al fin con el hombre de sus sueños, ese que suponía conocía como la palma de su mano, al derecho y al revés. Aquello, era lo que tanto anhelaba desde pequeña, cuando su tía le contaba sobre esas historias donde el príncipe y la bella princesa vivían felices tras la boda por el resto de sus vidas.

Lucy, ha crecido con los ideales de que el matrimonio es sagrado. En efecto, la palabra divorció no está en su diccionario "el divorcio es un invento del diablo" bien decía su tía Anne. Por eso estaba convencida que cuando encontrabas a tu alma gemela, era para toda la vida y su otra mitad se llamaba, Oliver Barbieri, su guapo prometido desde hace dos años y medio.

—Lu, llevas mirando al techo por quince minutos, podrías comenzar ya —le interrumpió Sarah impaciente, mientras su amiga volvía en sí.

Ella estaba segura que ya era hora de dar el siguiente paso y el más importante. Se había levantado llena de energía, incluso salió a correr, algo que no suele hacer con frecuencia. De hecho, para ser honestos Lucy, jamás suele hacer ejercicio. Se podría decir que fue bendecida con los genes despampanantes de su madre y un metabolismo rápido. Sin embargo, desde hace unas cuantas semanas que escribió aquel artículo sobre los vestidos de boda de la temporada para The New York Lover, la revista donde trabaja desde hace tres años escribiendo una pequeña columna sobre todo lo que acontece en el mágico mundo de las bodas.

Lucy pensaba que ya era hora de preocuparse un poco más por su peso, pero en realidad lo que pasaba por su cabeza era ese hermoso vestido de novia que había visto en el aparador de una tienda, el cual la había cautivado por completo. Se veía allí, parada en el altar con aquel vestido en escarolas completamente blanco; no tomó aquélla rebanada de pizza del refrigerador del día anterior, optó por servirse café y comer una manzana. Solo pensaba que debía verse radiante para tan esperado momento, después de todo es uno de los días más importantes de tu vida, donde todas las miradas recaen en ti con expectación.

—¿Espera, no desayunaste comida chatarra esta mañana? Estoy conmocionada ahora... Podrías empezar de nuevo —interpeló Sarah sorprendida.

—Rien de cela, oh no, no me harás escuchar tonta vida aburrida de nuevo. Pas d' offense chéri —recalcó Louis con poca amabilidad.

Pero sus sueños se vinieron abajo exactamente a las tres y cuarenta y cinco de este día. Había salido temprano de su agotador y mal pagado empleo. Ella suele escribir columnas que por lo general empiezan con varios tips para ese día especial, o cómo hacer que tu amado se decida a dar el siguiente paso sin verte desesperada en el intento, con las que algunas suelen soñar desde pequeñas y Lucy no era la excepción. La revista apenas tenía seis años en el mercado y ya estaba posicionada como una de las favoritas en todo los Estados Unidos y de igual forma internacional.

Lucy había llegado al departamento de su brillante hombre con armadura, quien vive en Park Avenue, en un estudio de tres habitaciones frente a Central Park. La vista desde allí es asombrosa, aunque algo curioso cómo puede darse el lujo. Ya que es un intento de escritor y desde hace cuatro años espera que su carrera despegue como por arte de magia, si Lucy, tendría que calificar a su prometido, le otorgaría un 4.5, y eso solo porque lo ama. Aunque esto no explica cómo Oliver Barbieri puede pagar tan lujosa morada, cada vez que ella saca a relucir el tema él se excusa argumentando tener padres muy caritativos los cuales todavía ella no conoce.

Curioso como puedes estar comprometido con alguien desde hace dos años y aún no presentarle a tus padres. Pero ella solía dispersarse cualquier duda, contemplando por unos minutos su brillante anillo de compromiso y seguida de una frase que su tía le repetía, "si un chico no está interesado en ti, jamás pondrá un anillo en tu dedo".




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