Antes de aquel acontecimiento, la vida de Oliver Barbieri se desplegó ante él como un abanico de posibilidades. La mujer que amaba, con su sonrisa cómplice y la promesa de una cena romántica, estaba allí, en la entrada de su departamento. Sin embargo, Oliver sintió un escalofrío que se extendió por todo su cuerpo al verla; la mujer que lo sostenía económicamente también se encontraba allí, a la que no amaba pero le debía agradecimiento y también suponía que lealtad, al menos la parte de él a la que le había quitado el hambre, y sumergido en un mundo de lujos en el que nunca pensó siquiera que vería de lejos.
¿Cómo había llegado a este punto? No pudo evitar preguntarse. Su rutina matutina, meticulosamente diseñada, no podía prepararlo para este dilema. Esa mañana, el espejo le devolvía la imagen de un cuerpo esculpido, un templo de vanidad y ego, a pesar de las cicatrices de un turbulento pasado que venía arrastrando. Pero hace ya un tiempo Oliver se venía cuestionando cuánto más podría continuar con esto. La codicia lo había cegado, y ahora se encontraba atrapado entre dos mundos. ¿Dinero o amor? Aquello era algo que pesaba en su balanza, cuando había vivido toda una vida de carencias.
Lucy, era el nexo entre sus dos vidas. Ella lo había cautivado por completo, ablandando su duro corazón, y adentrándose en su coraza. Cuando ella llegó de imprevisto a su vida, no volvía a sentir que se ahogaba hasta aquel día donde el telón había caído y su prometida lo observó como realmente era, todo lo opuesto a un príncipe azul; las llamadas, mensajes, regalos y flores fueron ignorados, el silencio de su parte lo atormentaba. Así que aquello lo puso ansioso, siendo un estupido en el proceso:
Hace una semana
—¿Cómo entraste aquí?
—¿Me encuentras desnudo en tu cama cubierto con pétalos de rosas y es lo único que preguntarás?
—Es obvió que entraste por algún lado Oliver, te pedí tiempo...
—Lucy, pequeña, y te lo estoy dando, pero yo te amo, esta pelea es ridícula y con respecto a tu pregunta,le pague cien dólares a Louis.
—N-Necesito que salgas de aquí ahora.
—Vamos bellissima ya perdóname creo que estas siendo muy injusta, Lu. Mi manchi... y sé que tú también estás temblando cuando me acerco, es esa la reacción que causó en ti.
—Oli, yo... Debes irte. ¡Por favor!
—Tranquila cariño, no llores, si. Me iré ahora. Pero recuerda esto, me ganaré tu perdón después de todo vamos a sposarsi.
—Con respecto a eso...
—¿Por qué me das tu anillo? Es tuyo, no puedes dar por pérdida nuestra relación por un mal entendido. ¡Perdona questo idiota!
—Me fuiste infiel Oliver, sólo vete ahora.
—Pero era una mujer de sesenta años y créeme cuando te digo que no siento absolutamente nada por ella. Es sólo que todo es más complicado de lo que crees, pero no la amo, Penelope, es más como una benefactora...
—¿¡Acaso eso cambia algo!? En serio pretendes que me case contigo luego de lo que me has hecho…
—¡Yo… yo…, Lu!
—Por favor, lárgate ahora.
—Ti amo... Que mierda estoy diciendo, por favor perdona no debí decir eso Lu, yo te lastime perdona y estar aquí sólo empeoró las cosas.
—Ya vete, Oliver.
«Y ese soy yo, Oliver Barbieri, un hijo de puta, que no mide sus acciones ni lo que sale de su boca».