Había pasado ya una semana desde su viaje a París y un mes desde aquel instante donde su vida cambió por completo. Lucy deducía que nada volvería hacer igual y no importaba cuanto se empeñara en convencerse de que tal vez no era el fin del mundo, para ella reparar su corazón destrozado si estaba siendo el fin pero de su historia con Oliver.
Se reprochaba así misma sobre lo tonta que podía llegar a ser en ocasiones, más bien casi siempre, las señales de que había algo que no encajaba con Oliver, estuvieron ahí, bajo sus narices. Y lo peor de todo era que por más que quería odiarlo no lo conseguía.
Lucy, no podía lograr sentir algo más que una inmensa tristeza que le embargaba por completo, pero sin dudas lo más humillante de todo era su positivismo; ese que la caracteriza y que en ocasiones resulta fastidioso hasta para ella misma. Esté le hacía cuestionar de que había algo más y cada vez que su irritante positivismo aparecía reconfortando un poco la situación, llegaban a ella recuerdos de aquella noche en París con aquel desconocido de nombre Chad. Estos mismos recuerdos la sumergían en preguntas. ¿Qué hubiese pasado si se hubiera quedado allí por más tiempo? ¿Es una mala mujer por haber estado con otro que no era Oliver? Y si no era así, por qué se sentía como una. Sin embargo, la pregunta que le quitaba el sueño era saber cómo sería el rostro de aquel desconocido del cual solo recuerda la sensación cálida de sus labios recorriendo cada centímetro de su piel y su voz viril con un poco de seducción era una fascinación escucharle. Pero debía hacerse a la idea, pues sus caminos jamás se volverían a cruzar.
—¡Ya no puedo más! —exclamó gritando en un tono de desesperación—. Intento hacerme a la idea... —alegó caminando en la sala de un lado a otro mientras agitaba varias revistas que llevaba en las manos—, de que no debería dañar a alguien que ni siquiera conozco, pero por más que intento convencerme de que tal vez el príncipe Edwards no es tan pedante, egocéntrico, narcisista y mujeriego. Cada nuevo hallazgo solo me confirma que lo es... Y, qué no siente ningún remordimiento por ser de la manera que es. ¡Ah! —añadió una exclamación de aflicción y siguió caminando de un lado a otro peleando consigo mismas.
—¿Qué pasar ha tonta Lucy ce matin? —preguntó Louis parándose al lado de Sarah, que observaba desde el desayunador hace rato.
—La ascendieron —contestó de manera normal. De cierta forma Sarah ya estaba acostumbrada al inmenso y profundo mar de emociones que resultaba ser su amiga, incluyendo los que designaba como berrinches, cuando ni ella misma podía entenderse.
—Expliquer beaucoup!
Sarah y Louis, observaban a Lucy mientras desayunaban, bueno Sarah desayunaba, Louis en cambio ya iba por su primera copa de vino. Para ellas resultaba entretenido verla llevar un conflicto de valores.
—No puedo creerlo —comentó indignada acercándose al desayunador y tomando una rebanada de pan tostado del plato de Sarah.
—¿Qué? —inquirió Sarah.
—Es que todo este asunto del príncipe Edwards. Según esta revista hace un año fue el ganador de una carrera clandestina que él mismo organizó, también es conocido por abandonar a las chicas en una habitación de hotel y exhibicionista, pero quiero pensar desesperadamente que así no son los príncipes —alegó con preocupación.
—Lu... Los cuentos de hadas solo son cuentos, y los miembros de la realeza solo son personas superficiales y nefastas con un agraciado linaje y montones de dinero.
—A mi sólo gustar lo sexy que es —añadió Louis mordiendo su labio inferior con malicia.
—Y si escribir este artículo te trae conflictos con los “valores inculcados por tu tía Anne” —se refería entre comillas a los retrógrados valores inculcados por su tía moralista—. Tal vez deberías pasar de él.
—Ya lo intenté... y sus palabras fueron muy claras "que tú, una don nadie en el campo del reportaje haya podido conseguir sabe Dios cómo... una entrevista con Sabrina Rousser. En efecto te ayudo a escalar de puesto, nunca se te dijo que garantizaria tu estancia de por vida aquí." Y luego concluyó diciendo con un tono airado "podría despedirte solo porque sí, porque no o por respirar, no tientes a tu suerte Lucy."
—¡Así que tonta Lucy mandar al diablo sus valores absurdos, interesante! —exclamó Louis con una amplia sonrisa maquiavélica.
—Eso aún no lo sabes Louis —argumentó Sarah—. Aunque qué opción tienes. Sabes que la tasa de desempleo es brutal. Pero mirando el lado bueno, esta si se sabe tu nombre, solo digo…
—Yo apostar cincuenta dólares de a qué tonta Lucy arruinar esto…
—Bueno creo que no habrá tal apuesta Louis… yo también pienso definitivamente que lo terminara arruinando todo o que pasara una especie de acontecimiento cósmico que cambie todo. De hecho, no sé si te has dado cuenta pero es lo que sucede cuando te involucras en las cosas… y es muy raro, bastante raro, de hecho —frunció el ceño envuelta en confusión. ¿Cómo era que hasta ahora no se había cuestionado aquello?
—¡Ustedes son increíbles chicas! —exclamó—. Y no mal interpreten el tono de mi voz, porque no lo digo en un buen sentido. Yo… mejor iré a caminar a Central Park —comentó la morena indignada, tomando una gabardina roja que caía hasta sus muslos y lanzando una mirada abrupta hacia sus amigas.
—Está bien, lo que te ayude a concentrarte… solo no vuelvas con otro Oliver —gritó Sarah mientras Lucy azotaba la puerta con fuerza notoriamente irritada.
Por lo general el clima de marzo en la ciudad de Nueva York resultaba ser frío y lluvioso. Ese acogedor clima representaba a la perfección el día que Lucy conoció a Oliver, como una perfecta pero predecible comedia romántica de esas que solo suelen desarrollarse en el maravilloso Central Park como escenario.
Es inevitable no recordar aquello que te hizo feliz por dos años y medio. Cuando Lucy vio por primera vez a Oliver caminando bajo la lluvia. Aquel chico de una abundante cabellera dorada y de mirada conflictiva. Ella no pudo evitar sentir las mariposas revoloteando en su estómago y pensando que definitivamente el amor a primera vista sí existe, y su pensamiento fue reforzado por el universo rápidamente volviéndolo a ver aquel mismo día en el metro.