La Cenicienta de Queens

Capítulo 24: Acatar una orden

—¿Qué estarás haciendo? ¿Por qué no respondes a mis mensajes...? —se cuestionó a sí mismo sin despegar la vista del número de contacto con el nombre de, “aquella chica” en su teléfono.

Aunque aún no estaba listo para admitirlo, Edwards sentía la necesidad de saber de ella a cada instante. Desde que había entrado a su vida, Lucy era por mucho la mejor cosa de sus días.

—¡Problemas en el paraíso! —Ashton interrumpió su pensamientos en un tono burlesco, al ver lo impaciente que se encontraba.

Él negó con la cabeza rápidamente apartando la vista del teléfono. Se encontraba afligido y sin ánimos de soltar sus hirientes comentarios llenos de inferioridad. Sentía una rara sensación en el pecho que le decía a gritos que algo no andaba bien con ella.

Para: Lucy

¡Hola! Yo de nuevo. Aún no confirmas mi invitación a almorzar.
Podríamos ir por una pizza o por pasta a Italia, y es obvio que lo de Italia es solo una broma!
¿Aunque si quieres podríamos ir?
1:23 pm
Enviado: 30 de marzo 2013

Para: Lucy

Tal parece qué estás muy
ocupada hoy, así que reafirmó
mi invitación para comer, más
bien cenar!
3:00 pm
Enviado: 30 de marzo 2013

Para: Lucy

Sabes... Tal vez no me creas,
pero no logro sacarte de mi
cabeza Lucy Andrews.
Dato curioso: me gusta decir tu nombre junto con tu apellido, es que suena tan bonito!!!
3:25 pm
Enviando: 30 de marzo 2013

Para: Lucy

Esta bien, lo admito, por fin lo has conseguido
Lucy Andrews,
me has vuelto loco, loco por no saber que has hecho hoy o que has almorzado.
Cuánta más dignidad
debería perder para que respondas mis mensajes.
3:47 pm
Enviando: 30 de marzo 2013

Para: Lucy

Lucy. ¿Todo anda bien entre nosotros? ¿Cierto?
Porqué tengo el ligero
presentimiento que me estás
ignorando. No lo sé,
llámalo intuición, o tal vez el hecho de que no respondes ninguno de mis mensajes!
4:01 pm
Enviado: 30 de marzo 2013

—¡Señor... señor...! —exclamó Ashton sacándolo de sus conjeturas internas mientras Edwards clavaba una mirada aturdida en él—. Su majestad la reina, está al teléfono —comentó, un poco confundido por la actitud de esté. Parecía como si su mente hubiese estado ausente todo el trayecto.

Edwards dejó salir un profundo suspiro y tomó el teléfono con incertidumbre.

—¡Si! —contestó en voz baja apartando la mirada de los ojos interrogantes de Ashton.

—¡Hasta que por fin te dignas a responderle a tu preocupada madre! —le reprocho desde el otro lado de la línea, ya que Edwards se negaba a responder sus llamadas desde hace una semana.

—¡Madre, lamento haber estado muy ocupado! —justificó volviendo a observar el teléfono.

—¡Edwards cariño! No te pido que hablemos las veinticuatro horas del día, pero sabes bien que no puedo evitar preocuparme por ti cuando estás lejos de casa y si, me refiero a las cosas que haces a veces, cuando estás lejos de casa.

—Lo siento madre, tienes razón... me reportare con más frecuencia. ¿Algo más?

—Ahora que lo preguntas. Necesito que estés aquí mañana para la inauguración del nuevo hospital, luego tenemos programada una rueda de prensa para desmentir todos aquellos malintencionados rumores sobre que el príncipe va abdicar a la corona.

—Madre eso suena excelente, pero no puedo, podríamos… ¿Posponer? Verás, aún tengo asuntos muy importantes que resolver aquí —alegó excusándose en un tono totalmente apacible.

—¡Edwards, cariño! No te lo estoy sugiriendo. Te lo estoy ordenando —indicó suave pero con aquella autoridad que identificaba a la reina cuando ponían en dudas sus palabras.

—Madre...

—No —le interrumpió respondiendo con severidad aquel monólogo de quejas y excusas absurdas que se avecinaba de su querido hijo.

—¡Saldré está noche! —respondió en un tono amargo, acatando la orden dada por la reina.

Edwards retiró el teléfono de su oreja esquivando la mirada de Ashton, como si supiera por adelantado lo que insinuaba. Él, dejo salir una bocanada de aire; no le parecía sensato dejar Nueva York justo ahora o más bien a Lucy, sin siquiera haber completado la única cosa por la que vino aquí en primer lugar, ¿pero qué podía hacer? Había recibido una orden directa, pero no de su madre, si no de la reina.

Dejó caer la cabeza hacia atrás llevando la mano derecha al puente de la nariz. Un pequeño escalofrío recorrió su piel, haciendo que todo su cuerpo se sintiera tenso. "Otra mentira más al repertorio", pensó. Aquello le provocó un malestar en el estómago, y aún no entendía por qué pasaba esto cada vez que pensaba en el nombre de Lucy y la palabra mentir en una misma oración.

—Ella no se lo merece —murmuró entre dientes.

—Le advertí de las consecuencias —comentó Ashton en un semblante condescendiente, escaso de todo reproche.

—Pero yo... —balbuceó mirando a Ashton como niño pequeño, sin poder terminar la oración cuando su teléfono sonó.




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