La cenicienta de Queens

Capítulo 29: Mañana de domingo

—¡Es bueno estar de vuelta! —exclamó el príncipe de muy buen humor inhalando bastante aire y dejando salir en un suspiro mientras leía los encabezados, tomando el desayuno en la sala de estar de la habitación presidencial del hotel plaza—. “El príncipe Edwards, simplemente un Don Juan sin sentido del pudor y respeto” es algo reconfortante que esta vez esas palabras no tengan que ver conmigo, al menos no de manera directa —acotó con cierto alivió y sin ningún malestar de culpa a la vista.

—Yo sigo pensando que debimos cambiar de hotel  —aseguró Ashton pensativo—. La señorita Andrews no debe ser la única reportera que sospecha que está alojado aquí y es cuestión de tiempo para que el lobby se infecte de sanguijuelas… Sin ofender a la señorita Andrews de la cual está repentinamente enamorado —Ashton agregó lo último apretando los labios con una sonrisa incrédula.

—Aquello es un buen punto... ¡Y si, por cuadragésima vez hoy! Si estoy enamorado de ella. Aquello ya es un hecho. Y retomando lo que decía; cambiarnos ahora me pondría al descubierto, ella suele ser muy perspicaz y sería cuestión de días, tal vez horas, para que uniese los puntos. Cómo crees que se vería si mágicamente surgiera el rumor de que el príncipe ha abandonado el hotel plaza. No voy a arriesgarme a que descubra mi treta antes de tener la oportunidad de confesarme.

—Esperemos mi buen señor que todo resulte como prevé y al final se quede con la chica de la cual está repentinamente enamorado… —agregó apretando los labios con una sonrisa.

Simplemente creer aquello era desconcertante y aunque en diversas ocasiones llegó a mencionar el tema sobre que el amor a primera vista podría estar a la vuelta de la esquina. Con ello sólo trataba de sosegar un poco el destino del príncipe.

—¡Ya basta de esa sonrisa espeluznante! Acaso es tan difícil creer que puedo llegar a sentir amor del tipo romántico por alguien… No soy un monstruo Ashton —señaló en un tono débil y conflictuado.

—¡Lo lamento! Y no creo ni por un segundo que usted sea aquello señor. Pero tienes que estar completamente seguro, no sólo seguro. Ya que no eres el único que puede llegar a salir herido. Te amo y recibiría una bala por ti sin dudarlo, pero ello no me hace ciego. Y si en algún momento cambiará de opinión, usted seguirías con lo previsto. Pero esa chica por la cuál estoy obligado moralmente a sentir aunque sea un poco de empatía, ella quedaría desecha —específico con bastante sabiduría.

—Lo entiendo… —aseguró poniéndose de pie y caminando hacia el aposento sin dejar salir más palabras.

A veces dudar antes de actuar, es lo más sensato que puedes llegar a ser.

 

                                   ******

San Francisco

Aquella mesa de comedor que muy poco solía usarse cuando Sarah vivía en casa, ahora se había agrandado; en la cabecera se encontraba sentado su padre, a su izquierda Nancy, seguido de Ricky su hijo mayor sentado a la derecha y con su pequeñín de dos años en sus piernas, Robert Jr el segundo hijo y su esposa Dennys quien estaba embarazada, George y su esposa María quien también llevaba consigo dos bebés abordó y Maximiliano, el menor de los cuatro varones. El único que aún no se había ido de casa.

Las risas mientras sonaban los tenedores en los platos enloquecía a Sarah. Cómo era posible que ahora fingieran ser una familia modelo. Dónde estaban los gritos, dónde estaba ese padre que recuerda sentado en el sillón con una lata de cerveza en una mano y un cigarrillo en la otra viendo los deportes y escaso de todo rastro de paciencia y cariño. Dónde estaban las burlas de sus hermanos por su físico y comportamiento poco femenino.

—Así qué ahora desayunamos waffles los domingos, después de la iglesia —inquirió Sarah en un tono hostil mientras su padre, Nancy y lo demás observaban a su dirección cesando las risas— ¡Genial, ahora voy a fingir que de niña hacíamos esto todo el tiempo!

Su hermano mayor Ricky, carraspeó la garganta para tratar de restarle importancia al hostil comentario de Sarah.

—Tienes que probar los waffles de Nancy, Sacky, son los mejores; una vez comes uno, no puedes parar.

—¡Sabes bien qué odio que me llamen así!

—Desde cuándo Sacky, para nosotros siempre serás nuestro hermanito pequeño —reiteró Robert Jr igual en un tono de burla—. Aunque ahora te creas mejor que nosotros por vivir en Nueva York y ser artista…

—¡Oh vaya esto me trae recuerdos! —alegó Max, nostálgico—. Recuerdan a este chico… cómo se llamaba… se llamaba… —decía chasqueando los dedos con insistencia fingiendo no recordar el nombre.

—¡Espera, no te estarás refiriendo a Kevin Pattinson! Alias el amor imposible de Sacky —agregó haciendo que sus demás hermanos fingieran una exclamación eufórica y un tanto exagerada pero molesta para Sarah.

—Si, recuerdo que Sacky, votaba la baba por él, tanto que cuando venía a jugar videojuegos aunque acompañado de su novia, aún así se maquillaba como payaso —añadió Ricky riendo seguido de varias risas más.

Aún no lograba comprender las risas entre charlas rememorando aquellos recuerdos de la niñez. Tal vez, su perspectiva era diferente a la de sus hermanos. Porque por más que se esforzaba no tenía nada bueno para recordar u agregar. Y los únicos recuerdos que eran reconfortantes solo se encontraba su abuela.

—Sacky, te acuerdas de aquella vez cuando tú…

—¡¡Me gustan las mujeres!! —soltó harta y desesperada así sin más en un tono intenso y con bastante resentimiento atorado en la garganta— ¡Quién me gustaba era su novia! ¡Y ya basta de llamarme así!

                         ******

Nueva York

El príncipe Edwards se había mostrado por unos días en la ciudad con una acompañante, siendo el ojo de la tormenta por su comportamiento habitual. Pero aún más sorprendente, es que  nuevamente había desaparecido de la nada y aquello frustraba a Alberth.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.