La cenicienta de Queens

Capítulo 30: Sin tabúes

Hay algo sobre cada temporada en Central Park que hace a todos felices y esperanzados; la nieve silenciosa en invierno, los colores anaranjados y amarillentos de las hojas en otoño, el caluroso verano, pero en especial los narcisos alegres de primavera.

—No puedo creer que alguien no haya visto las películas de Bridget Jones. Enserio bromeas. ¡Por favor dime que bromeas! —comentó supuestamente asombrado con aquello que le contaba.

—No, no lo hago. Si te asombró a ti sólo imagina mi reacción, así que me vi obligada a enseñarle de cultura aunque estuviésemos trabajando.

—Lucy Andrews, salvándote de la ignorancia cinéfila desde tiempos inmemorables —declaró en un tono alegre y entusiasta. Él alargaba o buscaba temas de inmediato para evitar que el silencio se hiciera entre ellos—. Aunque si no mal recuerdo, yo te presente a Bridget Jones.

Todavía estaba un poco sorprendido e inmensamente feliz de que ella hubiese aceptado su invitación para caminar en Central Park. Y que le contará sobre su día con naturalidad tal como solía hacerlo. Aquello lo empapaba de esperanzas, pero también tenía consigo esa preocupación que le pesaba en el pecho, era involuntaria.

—Es cierto, sólo trato de dar a los demás el conocimiento que se me fue brindado en el momento —agregó en un tono condescendiente aunque un tanto desabrido y dibujando una pequeña sonrisa de cortesía.

—Seré sincero, me sorprendió que aceptaras mi invitación a caminar por Central Park, tal como solíamos hacerlo antes cada lunes —comentó tímido. De hecho así se sentía, nervioso y tímido como si la estuviese conociendo por primera vez.

—Para ser honesta, Oliver, también estoy sorprendida. No lo sé... es sólo que... —acotó deteniendo el paso frente a la fuente Bethesda y fijando la vista hacía ella, viendo como salpicaba pacíficamente—, ahora en parte se siente como si apenas te conociera. Es como si las cosas hayan dejado de fluir en su estado natural —aseguró la morena mordiendo su labio inferior involuntariamente.

De hecho sus palabras eran ciertas, así se sentía el ambiente entre ellos; desconocidos que compartían recuerdos buenos y no tan buenos.

—¡Pues mucho gusto! —exclamó y está volteó a verle algo desconcertada mientras él extendía una mano hacia ella con osadía—. Oliver Barbieri, escritor fracasado sin talento, imbécil de profesión y fan de Lucy Andrews a tiempo completo —agregó, observando como aquello hacía que ella arrugada la frente un tanto expectante.

En su cabeza esa escena la había visualizado mejor. Su expresión se ensombreció y la sonrisa simpática que mostraba se fue apagando de apoco.

—¡Perdona yo...! —expresó con preocupación, retirando la mano y observando como Lucy aún no reaccionaba. Tal vez había cometido una estupidez y no era el momento apropiado para tratar de ser el señor carisma.

—¡Mucho gusto Oliver! —exclamó de vuelta luego de unos tensos segundos que para él simularon horas. Ahora era ella quien extendía la mano hacia él viéndole fijo a los ojos.

Oliver estrechó su mano un poco desorientado, aquellos segundos donde Lucy permaneció inmóvil lo habían angustiado bastante. Tal parecía que había heredado de ella los constantes estados de pánico, dudas y divagar en escenarios hipotéticos. Aunque lo que más lo sacaba de órbita era esa rara sensación de estar siendo observado a cada instante.

—Yo soy Lucy Andrews. Supongo que eres mi fan —agregó siguiéndole el juego.

—¡Tú más grande fan! —se inclinó hacia ella para decir aquello, acercando sus labios tanto a su oído que le fue inevitable no sentir un cosquilleo en su espalda baja.

—¡Dios! —exclamó en voz alta notoriamente frustrada mientras se despegaba unos cuantos pasos de él.

—Lo sé... —soltó en un tono agudo llevando una mano a su nuca y echando la cabeza hacia atrás por unos segundos. Ella no era la única que se encontraba en un estado de frustración constante, sin saber qué decir o hacer—. No nos hemos visto desde aquella noche en el Bronx, lo sé... no hemos hablado nada desde que me confesé a ti. Para mí también está siendo difícil Lucy, no sé lo que piensas de mí ahora y estoy aquí tratando de aparentar calmado cuando la realidad es otra. ¡Por lo que más quieras Lucy Andrews! No finjas sólo tolerarme —agregó con pesadez—. Yo... yo prefiero tu odió antes que tu lastima.

Ella le lanzó una breve mirada llena de tensión, luego comenzó a caminar hacía él sigilosamente sin decir nada y sólo lo beso.

—¿Qué... qué haces?

Al principio Oliver reaccionó al beso, aquello lo había tomado sin dudas por sorpresa, pero luego así sin más solo tomó a Lucy por los brazos y la apartó.

—Lucy, no me voy aprovechar de ti. Estas pasando por cosas, estamos pasando por cosas. Estás en un estado frágil donde la duda habla constantemente... lo sé, por que yo así me siento y aunque ganas no me faltan de arrancarte la blusa y besarte como si no hubiese un mañana... ¡Por un demonio!                 —exclamó con inquietud soltándole y caminando varios pasos hacía atrás mientras le daba la espalda.

Oliver apretó los ojos mientras daba pequeños golpecitos con la mano en su frente. De repente se sentía perdido y con pensamientos borrosos.  

—Hazlo…

—¿Qué...? —esté se volteó perturbado al escuchar su invitación.

—¡Qué me beses! —demandó acercándose a él lentamente.

—Lucy, no. Estoy tratando de ser alguien que puedas merecer —alegó. Convirtiendo esas palabras en desesperada incertidumbre—, que puedas confiar nuevamente en mi. No estoy buscando que retomemos lo que teníamos. Yo quiero algo mejor contigo.

Lucy se detuvo al escuchar todo aquello. Esta era otra versión diferente que no conocía de Oliver. Una versión que quería arreglar las cosas despacio y sin atajos.

—Yo... —murmuró agachando la cabeza  y mordiendo su labio inferior de nuevo involuntariamente.

—No hagas eso... —comentó Oliver en un pequeño susurró con los ojos puestos en ella.




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