La cenicienta de Queens

Capítulo 36: Nace la Cenicienta de Queens

—No creo que no pueda viajar ahora... Sólo dame unos días. ¡Y prometo que te compensare! Es que ella está destrozada en estos momentos. No se ha movido del sofá desde entonces; ella solo está ahí, quieta, sin decir nada y sin prestar la más mínima atención a su alrededor. Es como si su cerebro aún no procesa el daño.

Lucy, escuchaba desde la sala de estar como Sarah, susurraba excusas por el teléfono. Pero aquello ni siquiera podía importarle menos.

—Lo entiendo... es tu amiga, debes estar ahí con ella —afirmó en un tono comprensivo su interlocutor— ¿Tú…? ¿Has visto las noticias esta mañana? —inquirió con curiosidad—. La están  llamando... la llaman, Cenicienta de Queens.

Aquellas palabras hicieron que Sarah dejara escapar un suspiró intranquilo.

Lucy era como aquella hermana menor que siempre anhelo. Era pequeña, curiosa, bondadosa, parlanchina y molesta, y ni hablar de ese estúpido positivismo ante las dificultades de la vida, que a Sarah le fastidiaba bastante. En pocas palabras la chica era todo un sol. Pero ahora la veía desvanecerse ante sus ojos; el amor había noqueado de manera feroz a Lucy Andrews, por segunda vez.

Sarah se dio la vuelta cuando escuchó una puerta abrir a su lado. Encontrándose con unos enormes ojos azules interrogantes. Esta negó con la cabeza y la otra persona resoplo un tanto frustrada.

—¡Yo... te mantendré al tanto! —señaló terminado la llamada de inmediato y dirigiendo su atención hacía Louis.

Louis caminó unos cuantos pasos desde el pasillo y asomó la cabeza hacia la sala en dirección a Lucy. El escenario era lamentable. Aún llevaba aquel vestido, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar toda la noche y de un color negro por el rimel que se extendía hasta las mejillas. La chica risueña ni siquiera pestañeaba, sólo empequeñecía los ojos mirando hacía un punto fijo y arrugando la frente de vez en cuando. Como si tratara de entender lo que pasaba.

—Sabía que era una muy mala idea la nota de París. Pero Lucy no suele escuchar. Si ella no hubiese salido del club, tal vez...

Sarah llevó dos dedos hacía su sien y los frotó despacio. Se sentía afligida, y aunque era loco también sentía un poco de culpa.

—Lucy ser adulta —apuntó Louis algo obvió—, pero tal vez yo alentar demasiado, nunca querer que tonta Lucy se amoureux, yo... solo querer que experimentar sobre su sexualité —aseguraba como tratando de justificarse.

—Es lamentable pero no hay una forma de que podamos bloquear el dolor que siente. Así que lo único que podemos hacer ahora, es estar para ella.

Louis afirmó ante las palabras de Sarah. Luego caminaron hasta el sofá, sentándose a ambos lados de su destrozada amiga.

Lucy, ni siquiera volteó a verles a la cara, sólo inclinó la cabeza en el hombro de Sarah mientras Louis le sujetaba la mano con fuerza. Ya no había lágrimas, no había palabras, solo un inmenso silencio. 
 

                        ******

Hotel plaza - gran salón de eventos

Lucy, observaba desde una esquina a docenas de personas con atuendos hermosos y sumamente elegantes que se paseaban por el gran e iluminado salón, riendo y conversando en pequeños grupos mientras tomaban una bebida espumosa en copas para champagne. Esta de forma ocasional revisaba su teléfono y volvía a levantar la vista hacia la multitud como si buscará a alguien.

—¡Champagne madan! —exclamó a modo de pregunta uno de los muchos meseros que iban y venían por todo el lugar de manera sincronizada.

Ella negó con la cabeza mientras el camarero asintió levemente y siguió su camino. Dado su problema de resistencia al alcohol, no era una muy buena idea intentar beber, especialmente hoy.

—¡Tú dijiste que él vendría de camuflaje...! ¿Qué pasó?

Lucy miraba desde una corta distancia como un Alberth impotente y decidido a conservar su empleo a toda costa, le reprochaba a una Yuan inquieta.

—Tú no eres el único que tiene el puesto en juego aquí —está le contestó de vuelta—. Y tu compañera no piensa ayudar a idear un plan —replicó señalando en dirección a Lucy.

—Ya basta de culpar a otros por tus fracasos. Te equivocaste, ahora solo arreglalo. Por cierto, si no te diste cuenta a la única que le respondió la pregunta fue a ella —añadió airado, dejándole allí con la palabra en la boca.

                                     ******

—¡Alto, está ocupado! —exclamó un seguridad en un tono severo. Este estaba parado afuera de la puerta del baño y le denegó el paso a un hombre que pretendía entrar.

—Señor podría terminar con lo que está haciendo. Otras personas necesitan usar el baño —sugirió Ashton en un tono gruñón.

—Pues déjalos entrar —planteó el príncipe de manera despreocupada mientras escribía un mensaje en su teléfono.

—Negativo —respondió adusto.

 

Para: Lucy

Perdona, tuve una urgencia 
de negocios, pero ya estoy en camino.

Pd: También tengo un buen gusto para la lencería. Solo quiero señalar aquello

9:30 pm 
Enviado: 12 de abril del 2013

 

                                    ******
                      

La música entusiasta pero suave que ambienta el lugar, comenzó a bajar de a poco y las luces tomaron otra tonalidad un poco apagada. Todos voltearon hacía el escenario y aplaudían como por instinto mientras el príncipe caminaba hasta el lugar específico donde se encontraba un micrófono.

Este ortogo una cálida y amplia sonrisa antes de comenzar su discurso.

—Saben... —expresó acercándose a una distancia prudente del micrófono mientras el público observaba expectante. El príncipe sabía cómo sostener la curiosidad de las personas—. Suelen decir que hay tres reglas infalibles para lograr un acertado discurso. Número uno —esté alzó el dedo índice—. Confianza —señaló, y enseguida se paró erguido. Aquello hizo soltar carcajadas—. Número dos —volvió a levantar el dedo índice, solo que esta vez acompañado del dedo mayor—. Apariencia. Vístete para inspirar confianza —sugirió y automáticamente hizo como que desempolvaba su traje de diseñador con un semblante bromista y una sonrisa inconsciente que hizo suspirar a más de   una—. Número tres. Las primeras palabras que salgan de tu boca deben ser audaces, claras y fuertes —enunció y de inmediato todos quedaron sorprendidos ante la gracia y la inteligencia del príncipe. Aquello causó aplausos sobresalientes.




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