La cenicienta de Queens

Capítulo 39: Llegada al palacio

Las puertas del palacio de Amalienborg se abrieron ante los ojos ansiosos de una chica temerosa. Acaso estaba soñando; bien debía de admitir que era poseedora de una imaginación fantasiosa, más bien ensoñadora.

La morena observó a su derecha y luego a su izquierda tímidamente con un nudo en el estómago y aquella mueca familiar se puso en su rostro.

—¡La Guardia Real Danesa! Más de tres siglos al servicio de la corona —exclamó Edwards ante su ceño interrogativo. Aquel gesto de pregunta en su rostro ya se lo sabía de memoria, pues era la expresión más usada cuando estaba a su
lado—. Fue fundada en el año 1658 por el rey Federico III —añadió para tratar de que esta concentrará su atención en otra cosa y cesaran los temblores que podían visualizarse a kilómetros—. Sabes, el rey Federico no creía en el tratado de paz de Roskilde con el reino de Suecia. En aquel entonces, archienemigo de Dinamarca. Este no creía que fuera a durar demasiado tiempo, y es por eso que Federico III sintió la necesidad de crear este cuerpo militar...

Edwards, continuaba contando resumidamente mientras Lucy, no conseguía poder retirar los ojos de aquellos hombres inmóvil que llevaban ese uniforme llamativo y característico que consistía en un tocado de piel de oso, una casaca azul y pantalones azul claro con rayas blancas y un fusil.

El príncipe detuvo el habla, al percatarse de que ella no le prestaba atención. Estaba en un estado de conmoción y aún ni siquiera se atrevía a dar un paso de la enorme y majestuosa entrada. Lucy, cuestionaba cosas en su cabeza, era experta haciendo aquello. Pero cuando el silencio se hacía entre ellos, a él no le gustaba en lo más mínimo.

—Fue... un error... —balbuceo en un tono tan suave que sólo ella pudo escucharse mientras mordía su labio inferior y sus facciones se convertían en un estado ambiguo.

—¡No hagas eso...! —susurró el príncipe en un tono débil pero cariñoso acercándose a su oído de manera disimulada—. No aquí, no ahora. Porque pongo en duda que pueda controlarme por mucho más tiempo —aseguró con una leve sonrisa divina esparcida por todo su rostro.

Aquello hizo que Lucy, diera un paso hacía atrás aterrada. Por ningún motivo quería ser partícipe de una escena en un lugar tan ostentoso. Aunque aquella palabra simplemente se quedaba corta para describir lo que sus ojos veían.

—¡Lucy, solo bromeo! Por supuesto que no voy hacer eso. Por quién me tomas...

—Pues...

—Mira sólo trato de calmarte, sé que es mucho para procesar. Pero es que a veces me aterra cuando permaneces en silenció por mucho tiempo. Es decir, quiero conocerte a la perfección, así que suelo prestar toda mi atención a tus gestos y de manera difícil a las cosas que dices; en parte porque quiero besarte todo el tiempo. Es como si mis pulmones necesitarán de tu aliento constantemente, y la otra razón, porque sueles divagar muy a menudo, mucho... bastantes si te soy honesto —aseguraba agitando la cabeza—. Entonces tu silenció te lleva a hacer o tomar decisiones impulsivas donde terminas huyendo...

—Huir...

—O no quieres verme.

—Huir...

—O terminas llorando.

—Huir... yo... debería...

—No. Lucy, escúchame —este se paró frente a ella. Lucy trató de bajar la mirada pero Edwards le alzó la barbilla y no la dejó escapar—. No tenía ninguna esperanza de que volvería a verte, no suelo ser un hombre negativo, solo uno realista que acepta la culpa de sus errores. Esta definitivamente no ha sido una relación sencilla de iniciar, tomando el cuenta que tal vez más de uno está expectante por nosotros, por no agregar que la expectación tal vez pueda que sea global. Y ahora que lo digo en voz alta, quizás no fue muy inteligente añadir aquello.

Lucy observó cómo Edwards soltó su barbilla y caminó varios pasos hacía su izquierda con las manos puestas en la cintura, inclinó la cabeza hacía atrás tomando tanto aire como le era posible y luego lo dejó escapar en un suspiró.

—¡Lucy... sólo toma mi mano y entremos! —este se acercó nuevamente a ella extendiendo la mano hacía su dirección—. Te prometo, que no te pasará nada. Y detrás de esas puertas, solo nos espera un... ¡Y vivieron felices!

Edwards, se le quedó viendo como si fuera una de esas caras muñecas de porcelana. Temiendo ser un niño descuidado, que podía romperla en cualquier momento, con cualquier palabra o gesto que pudiese salir de él con ligereza.

Pero acaso a que debería temer. ¿A las represalias de una reina iracunda? ¿A una monarquía que ella no entendía? O la pregunta más latente que se repetía desde que abordó aquel avión privado hace diez horas. ¿Qué diablos hacía ahí?

                                     ******

Departamento en Queens - trece horas antes

Diez minutos que parecían una eternidad, habían pasado desde que leyó la carta que iba extendida a manera de invitación.

—El amor... —espetó arrodillándose frente a la cama y descendiendo su cuerpo al piso mientras buscaba algo con la vista.

—¿Lucy, qué haces? —le interrumpió Sarah observando como está sacaba una pequeña maleta y la ponía arriba de la cama.

—Pues eso... supongo que el amor no se presenta cada día y cuando lo hace hay que tratar de conservarlo... ¿No? —balbuceo caminando hacia su armario y tomando prendas de ropa que arrojaba en la maleta—. Porqué si me quedó y dejó que él se vaya. Me voy a cuestionar cada día y me haré la misma pregunta. ¿Qué habría pasado? ¿Y si pudiéramos vivir felices por el resto de nuestras vidas? Es algo loco, pero no creen que los cuentos de hadas lo son... Sé que quizás es una fantasía cursi, pero y si de verdad existe un príncipe azul... que... que besa como los mismos ángeles y despierta en mí sensaciones que jamás había experimentado y eso no lo provoca sólo cuando estoy con él —decía saliendo de la habitación por un momento y entrando al cuarto de baño para regresar con su cepillo de dientes en la mano—. Lo curioso es que si pensaste alguna vez que estabas enamorada pero en realidad no fue así y ahora esta loca fantasía es tan real como tocarte —añadió deteniéndose por unos segundos con dudas y dedicándose un pellizco para asegurarse que no estaba soñando— ¡Auh...! ¿Ustedes no creen que deberían al menos intentar tratar de estar juntos?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.